Economía

Resumen electrónico de EIR, Vol.XXIII, nums. 23-24

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Economía

 

India está a la deriva por falta de conducción

por Ramtanu Maitra

El “impresionante crecimiento” de más de 6% del PIB de India le ha ganado muchos elogios de Occidente, “éxito” atribuido al “impacto mágico” de las políticas de liberalización librecambista y globalización. Pero, lo que significa en realidad es que la mano de obra barata de India está remplazando parte de la fuerza de trabajo bien remunerada de Occidente. En el proceso, India, una nación de más de mil millones de personas agobiadas por la pobreza, está convirtiéndose en una “potencia” económica, igual como lo hizo China, según dicen los dirigentes indios.

Sin embargo, en un viaje de un extremo a otro de la India, uno empieza a percatarse que el impulso para el crecimiento de su PIB proviene de sólo una fracción de la población. Gran parte de la nación sigue siendo la imagen de la pobreza rural y la miseria urbana. Las tensiones sociales van en aumento, porque una dirigencia insensible o desconoce o no le presta atención a la creciente disparidad entre la masa de pobres y la clase media. Pese a las ilusiones de las élites, hay señales definitivas de que algunos de los cientos de millones de pobres no ven este proceso con desatención benigna, sino que más bien podrían recurrir a la violencia.

La pobreza en India la exacerba el hecho de que los inversionistas, que ya no cuentan con la “dirigencia” de los poderosos y visionarios, ahora invierten en esas partes del país que tienen el máximo potencial —en términos indios— de optimizar las ganancias. De resultas, las desigualdades regionales están aumentando rápido, y afectan a cientos de millones de personas. Casi toda la inversión extranjera en India va a los 6 estados más urbanizados, mientras que los otros 22 menos desarrollados casi no reciben nada. La brecha entre la ciudad y el campo se siente más agudamente en los suburbios, en especial los de Nueva Delhi, la capital.

Pobreza a tutiplén

La pobreza sin fin está aquí a la vista de todos; no está escondida como en China. No hay forma de ignorar el hecho de que un puñado de “trabajadores diestros” conectados a Occidente a través de las telecomunicaciones, no podrá levantar a cientos de millones de la penosa pobreza que los abruma. Lo que hace falta es conducción a todos lo niveles, y el aspecto más peligroso de India al presente es que no tiene ninguna.

A uno lo golpea la falta de dirigencia, empezando a nivel del municipio, y que se extiende hasta los más encumbrados despachos de la Cuadra Norte y la Cuadra Sur de la capital india. Esta gente poderosa en realidad entiende muy poco lo que sería necesario para hacer de India una nación que atienda a todos sus ciudadanos; de hecho, en cualquier caso, lograr eso le importa poco más que un comino.

Para empezar, hay que comprender que un gran número de personas que la dirigencia india —que abarca la gama desde comunistas y socialistas, hasta comerciantes, “castistas”, agricultores, empresarios y terratenientes feudales— no “considera” pobres, en realidad son paupérimas. Por ejemplo, el ingreso mínimo necesario en un país subdesarrollado, como India o China, para vivir por encima del nivel de pobreza, según el viejo criterio del Banco Mundial, es de un dólar al día o 30 al mes, lo que equivale a 1.410 rupias mensuales. Pero, según el Gobierno indio, pobre es el que ganan menos de 10 rupias al día, ¡lo que equivale a 300 rupias (como 7 dólares) al mes!

¡Mentiras y estadísticas!

Según el Gobierno indio, el nivel de pobreza en las zonas urbanas es de 296 rupias al mes, y en las zonas rurales, de 276. Esto, dice el Gobierno, basta para comprar 2.200 calorías de alimentos al día, lo suficiente en términos médicos para evitar la muerte. Ésta es una mentira absurda; esa cantidad de dinero no alcanza ni para comprar una sola comida para una persona en la ciudad, mucho menos para alimentar el resto de la familia y pagar los otros gastos necesarios para vivir. Empero, uno encuentra a los planificadores indios ocupados en reducir la pobreza al emplear este descarado fraude estadístico como su métrica. De hecho, no hay ningún lugar en Delhi, ni aun en los enormes arrabales que pululan en la capital, donde una familia pueda obtener albergue por menos de 2.000 rupias al mes.

En otras palabras, 450 millones viven por debajo del nivel de pobreza, según la antigua definición del Banco Mundial de un dólar por persona al día o 365 al mes; 700 millones de indios viven por debajo del nivel de pobreza, según la nueva definición del Banco Mundial de que son necesarios dos dólares por persona al día o 730 anuales para la subsistencia mínima.

No es que los actuales dirigentes indios hayan creado semejantes distorsiones. La distorsión es de larga data, pero ha venido a ser una aflicción más grave en la presente situación, donde un puñado de personas en el sector servicios, que trabaja para Occidente, empieza a ganar mucho más que el común de la población. Aun más doloroso es ver que, aun con ganar hasta el doble de la cantidad que lo clasifica como “no pobre”, al individuo no le alcanza para comprar una comida al día en las ciudades indias. De todas las familias indias, a menos de 25% les queda algo al final del día para gastar en cosas que no sean absolutamente necesarias.

La consigna de los actuales “dirigentes” indios es “India ascendente”. Sus predecesores fueron derrotados por su fraudulenta consigna electoral: “India brillante”. Decir que el país llega a “nuevas alturas” de éxito, es casi un crimen. Para empezar, India posee, y siempre ha poseído el potencial para ser una nación muy poderosa y sólida en lo económico. La oportunidad de hacer eso realidad yace en el umbral de la dirigencia inida. El 71% de la población, 742 millones de personas, tiene menos de 35 años de edad. Es decir, India no es una nación de viejos; está repleta de jóvenes, y puede ponerse en marcha con una dirigencia positiva.

Pero hay que fijarse en las otras cifras también. Casi 94% de los niños indios abandona la escuela antes de completar el doceavo grado. Esto es debido, sobre todo, a la pobreza y a la falta de oportunidades que los aguarda cuando obtienen su diploma de secundaria. El 6% que logra completar la escuela, la llamada juventud educada, estudia para obtener un título universitario que tal vez no sea de mucha utilidad en el marco de la generación de empleos hoy en día. El 73% de los graduados universitarios obtiene un título en las artes liberales.

Infraestructura dilapidada

Pero los dirigentes indios no hablan de esas cuestiones, al menos no abiertamente. Están empecinados en mostrarle a los inversionistas occidentales —y a los indios que viven en el extranjero— que India va en ascenso y está lista para relucirse. Sin embargo, no es posible engañar a todo el mundo todo el tiempo. Mientras en China los inversionistas recibieron un “lugar especial” en el proceso económico, no es probable que eso suceda en India. El estado desastroso de la infraestructura —con déficit enormes de fuerza y agua, ferrocarriles y carreteras abarrotados—, el número decreciente de jóvenes educados, y el país en manos de estos dirigentes sin miras, ponen en peligro el futuro de India a largo plazo.

India siempre ha tenido escasez de energía. A principios de los 1960 el doctor Homi Bhabha convenció a la dirigencia nacional de que el futuro económico de India dependía de desarrollar la energía nuclear. Hoy, casi cuatro décadas después, India tiene poco que mostrar en términos de la generación atómica de electricidad, pero sus científicos y técnicos, luchando a capa y espada contra los obstáculos impuestos por las naciones con armas nucleares, han logrado mucho en cuanto al dominio de la tecnología. Ya que los científicos y técnicos no son los que deciden el aspecto comercial del uso de la fuerza nuclear, su aporte a la industria energética de India se ve frustrado.

Centro internacional de llamadas en India. El desarrollo de una economía de servicios orientada a la exportación será inútil para aplacar la avasallante pobreza de India.

India adoptó un plan nuclear de tres etapas en los 1950, cuando estableció su programa de generación nuclear de electricidad. En la primera etapa el uranio natural (U–238) fue empleado en reactores de agua pesada a presión. En la segunda, el plutonio extraído del combustible usado sería destinado a reactores rápidos de cría. El plutonio fue usado en dichos reactores en un combustible con una mezcla de óxido de 70% para críar uranio–233 para uso en los reactores de la tercera etapa.

En la actualidad India es la nación más comprometida con el uso del combustible de torio. Sus científicos han hecho más que los de cualquier otro país en la física de neutrones en lo tocante al torio. Los resultados obtenidos en el trabajo de la física de neutrones ha motivado a los ingenieros nucleares indios a elaborar sus planes actuales para usar combustibles basados en torio en los reactores más avanzados que están construyéndose ahora.

Desperdician las fortalezas indias

En vez de darle el impulso necesario para hacer de esta fuente “autóctona” de energía la base para el desarrollo de India, sus dirigentes miopes ahora están pensando en serio, y mendigando con desesperación para obtener reactores extranjeros que no encajan exactamente en la mezcla india. Más aun, la enorme cantidad de dinero que se gastaría en comprar un puñado de reactores comerciales grandes sanearía algunas lagunas, pero no tendría mayor impacto.

Primero que nada, y ante todo, es importante que los dirigentes indios entiendan por qué el doctor Bhabha emprendió el programa que emprendió, y por qué algunos de los mejores cerebros indios han dedicado su vida a hacer realidad dicho programa. Por ejemplo, no es ningún secreto de Estado que India padece una severa escasez de agua potable. Hay zonas donde la gente dedica la mayor parte de su día a obtener agua para mantenerse viva. Un informe reciente del Banco Mundial señaló que en los próximos 15 años la demanda de agua de India rebasará todas sus fuentes de suministro.

El estudio India’s Water Economy: Bracing for a Turbulent Future (La economía hidráulica de India: Apuntalándose para un futuro turbulento) de John Briscoe, especialista en gestión de aguas del Banco Mundial, examinó los retos que India enfrenta al respecto y concluyó: “A no ser que la gestión de aguas cambie, y que cambie pronto, India enfrentará una crisis grave de agua en el transcurso de las próximas dos décadas”. Lo que Briscoe puso por escrito, lo han dicho desde hace tiempo los peritos de agua indios, pero los “dirigentes” del país retorcieron las manos y pretendieron no ver lo que era obvio.

Tampoco es un secreto de Estado que sólo unos cuantos ríos indios tienen excedentes de aguas. La escasez es especialmente evidente en el sur de India, donde el área de captación de la península es estrecha, y los ríos tienen un curso corto de oeste a este. Pero el sur de India, más que cualquier otra parte del país, tal vez con la excepción de los estados de Panjab, Haryana y Gujerat en el norte y el oeste, quieren desarrollarse, y pronto. Todo el sur de India está rodeado por mares y posee tierras fértiles. Pero la zona vive al borde del desastre por la falta de agua.

Esto es lo que hay que entender a cabalidad de la importancia del reactor autóctono de torio. Si hubiera visionarios entre los dirigentes indios, habrían asido esta oportunidad en lo que canta un gallo. Lo que India necesita y puede desarrollar con rapidez, son esos reactores de torio pequeños, de 25 a 50 megavatios, para desalar agua de mar en grande. Si los dirigente indios entendieran lo que hay en juego, habría planes para establecer cientos y cientos de estos rectores a lo largo del litoral, desde Orissa en el este hasta Gujerat en el oeste. Nueva Delhi tiene que entender que ningún fabricante extranjero tiene interés en perfeccionar estos pequeños reactores. Pero los mismos, de ponerse a funcionar con eficacia, levantarían la capacidad económica de India de una vez por todas.

Otro sector en donde India ha tenido un gran desempeño en el pasado, y que es el motivo de que aún pueda valerse por sí misma, es la agricultura, ahora tan descuidada. Bendecida con tierra fértil como ningún otro país del mundo, India no sólo es autosuficiente en alimentos, sino que tiene la capacidad de darle de comer a miles de millones de otros. Pero, para los dirigentes sin miras de hoy, el sector agrícola constituye un problema, porque es donde está concentrada la mayoría de los pobres. Estos trabajadores agrícolas, faltos de educación y víctimas de la desidia, siguen apegados a sus tierras, tratando de arañar cómo sobrevivir. En los suburbios de las zonas metropolitanas algunos de estos agricultores tienen la oportunidad de venderle sus tierras a urbanizadores, y unos cuantos logran una vida estable. Pero, para la mayoría en el sector, la vida es dura y son escasas las posibilidades de mejorar su situación.

La cúpula india le da la espalda a los pobres, que ascienden a unos 700 millones de una población de mil millones, según los cálculos del Banco Mundial. Los burócratas indios usan fraudes estadísticos para pintar un cuadro más alentador. (Foto: P. Virot/OMS).

Por quién tañen las campanas

Una serie de informes recientes indica que la situación en el sector rural indio está tornándose desesperada. En los últimos 5 o 6 años, al menos 950.000 —¡casi un millón!— agricultores han cometido suicidio. Más de 850 agricultores se han suicidado en el estado sureño de Andhra Pradesh desde mayo de 2004, lo que prueba lo inadecuado de los programas de ayuda del gobierno. Un observador señaló que, al presente, de 7 a 8 agricultores se suicidan todos los días en Andhra Pradesh.

¿Cuál es el motivo de todos estos suicidios? Los estudios indican que la pérdida sucesiva de cosechas, debida a cinco años de sequía y exacerbada por factores tales como el aumento en el costo de los insumos agrícolas, como semillas y fertilizantes; pozos perforados inservibles; y la deuda acumulada.

No hay cifras exactas sobre el número de suicidios en Vidarbha, pero el movimiento agrícola Vidarbha Jan Andolan Samiti (VJAS) calcula que 782 personas se quitaron la vida entre el 1 de junio de 2005 y el 26 de agosto de 2006. Y, en los tres meses posteriores, se suicidó una persona cada ocho horas.

En Maharashtra, al igual que en Andhra Pradesh, los algodoneros están en graves aprietos financieros, y muchos se han quitado la vida. Los agrónomos señalan que a lo largo del país el costo promedio de cultivar algodón es de poco más 16.000 rupias (como 360 dólares) por hectárea. Con un rendimiento promedio de 460 kilogramos por hectarea, cuesta entre 35 y 48 rupias cultivar un kilogramo de algodón. En Vidarbha el costo puede exceder las 20.000 rupias por hectárea, y si se suman los costos de mercadeo, supera las 22.000 rupias.

Entre los agricultores que cometieron suicidio el pasado año, más de 50% tenía entre 20 y 45 años de edad (sus años más productivos), según un estudio llevado a cabo por Sakal Newspapers Limited en los distritos de Amravati y Yavatmal en Vidarbha. Los miembros investigadores de la Comisión de Planificación determinaron que 2,8 millones de los 3,2 millones de algodoneros de Vidarbha están morosos. De cada 100 rupias que toman prestadas, 80 son para pagar el servicio de la deuda vieja. La mayoría de estos agricultores no obtiene préstamos de los bancos y tiene que recurrir a agiotistas, quienes son protegidos por políticos locales o estatales.

El modelo chino con un sesgo avieso

Lo que es evidente de cómo “gobiernan” a India y de lo que dicen sus dirigentes, es que tratan de hacer del país una variante del “modelo chino” de desarrollo económico, pero con un sesgo particular. El sesgo es que mientras China bate el mundo buscando materias primas y energéticos para fabricar “cosas” que pueda vender en otras partes, India busca convertirse en una nación de servicios, que trata de explotar (mientras dure) la capacidad de hablar inglés de cierto sector de su población. El proceso de manufactura chino necesariamente requiere la modernización y expansión de su infraestructura. China ha invertido en grande en sus sectores de transporte y energía.

El enfoque de China de ser un centro manufacturero de mano de obra barata, y el que los dirigentes indios no estén dispuestos a tomar en cuenta otros haberes aparte de un puñado de personas que hablan inglés, representa una amenaza a largo plazo para India. El costo de producir “cosas” en India es más elevado que en China. El mercado ya está inundado de productos chinos, lo que debilita aun más a los pequeños y medianos fabricantes indios. No pasará mucho antes de que los empresarios indios, debido a la falta de infraestructura, vayan al norte a montar sus fábricas en China a fin de “exportar” a India.

Aunque a China aun le queda mucho por andar para desarrollar la infraestructura necesaria (agua, educación, salud, etc.) para que todos sus ciudadanos gocen de los beneficios económicos, los dirigentes indios decidieron tomar un atajo. En vez de concentrarse en desarrollar la arruinada infraestructura, insistieron en el sector servicios, en un intento por lograr el nirvana económico. Huelga decir que los empleos del sector no necesitan tanta infraestructura de calidad como una economía de manufactura plena.

Una imagen de la ciudad de Bombay muestra las condiciones en las que se ve obligada a vivir la mayoría de sus moradores. (Foto: P. Virot/OMS).

En otras palabras, carente de la visión y claridad de propósito necesarias para erigir una nación sana en lo económico, la dirigencia india ha puesto su empeño en convertir al país en una nación exportadora de servicios. En este proceso de sentar pautas económicas, la dirigencia se apoya en dos segmentos de la población. Primero, los fabricantes: los industriales exitosos de India, tales como los Tata y los Mittal, han ido al extranjero a comprar instalaciones en pleno funcionamiento, pero con falta de capital. Estas casas industriales ganaron en India el dinero que ahora invierten afuera. Esto significa que han aceptado la política del gobierno de no desarrollar la infraestructura necesaría para sostener un proceso manufacturero floreciente y productivo. Dicho de otro modo, han transigido del modo más abyecto.

El otro grupo que apoya esta política viene de la clase media anglófona. Con las crecientes cantidades de dinero que empiezan a meterse al bolsillo por los “centros de llamadas” y otros empleos en el sector de cuello blanco de exportación de servicios, este grupo le ha dado su apoyo de hecho a la política carente de visión del gobierno de ampliar el sector servicios. Más aun, la clase media, con un poquito de dinero extra disponible, está volviéndose adicta al consumo, y tomando distancia de los pobres y la realidad.

La élite india carece de la visión necesaria para llevar a su gran nación al siglo 21. De izq. a Der.: los primeros ministros Manmohan Singh y Shri Atal Bihari Vajpayee. (Foto: Oficina de Información de Prensa de India).

No hay duda que la dirigencia india anhela exhibir el “éxito” alcanzado por este modelo. Además, el crecimiento de la tecnología de programación de computadoras, por lo que India ha ganado renombre mundial, no vino porque esta tecnología podía usarse para “secar las lágrimas de los ojos de todos los indios” —como era la aspiración de uno de los más grandes hijos del país, Mahatma Gandhi—, sino porque podía aumentar el PIB y generar reservas de divisas con las que India “algún” día pudiera bregar con los pobres. Pero, a diferencia de China, las reservas de divisas indias son pocas, y aun estos fondos por el momento están estacionados en los lucrativos mercados bursátiles de India; podrían desaparecer en cualquir momento. La falta de infraestructura no le ha permitido a India atraer las inversiones extranjeras directas como lo ha hecho China.

Sin embargo, también empieza a ser evidente, al menos para algunos indios, que las divisa generadas por las empresas de informática y las inversiones extranjeras en realidad no podrán hacerle mella a los problemas generados por la pobreza en India. Aunque el primer ministro Manmohan Singh dice que espera que entren como 150 mil millones en inversiones extranjeras directas para aliviar los problemas infraestructurales de India, nadie le cree. Hasta la fecha, India atrae como cinco mil millones de dólares anuales en inversiones extranjeras directas, y hay buenos motivos para que un inversionista extranjero no meta dinero en la decrépita infraestructura del país. Los inversionistas saben que India no está interesada en establecer las fundaciones para un sector manufacturero floreciente, sino que sólo quiere atender al sector de exportación de servicios para generar crecimiento y captar divisas rápido.

Pero las divisas empiezan a irse de India. Por ejemplo, la casa industrial de los Tata, que produce 5 millones de toneladas de acero en el país, está lista para gastar 6,7 mil millones de dólares para comprar Corus Steel del Reino Unido, la que produce tres veces más acero al año que lo que produce Tata. Del mismo modo, Ranbaxy y otras empresa farmacéuticas indias están comprando fabricantes farmacéuticos de Europa y Norteamérica por buenos motivos, pero en el proceso están agotando las reservas de divisas del país. Es evidente que Nueva Delhi, habiendo bloqueado a estos fabricantes en el país al no construir la infraestructura que los apoye, les ha facilitado reservas de divisas en grande para financiar su expansión global.

Tensiones globales

Estos acontecimientos son indicativos de los problemas acumulados porque estos dirigentes adoptaron una política económica que no le ofrece casi ningún futuro a los pobres. Pero si los indios creen que los pobres aceptarán esta nueva situación sin chistar, se equivocan. Ya empieza a manifestarse la ira por la disparidad económica, aunque Nueva Delhi prefiera hacerse de la vista gorda. Si los suicidios de tantos agricultores no han despertado al país, la dirigencia india piensa que no tiene que preocuparse por el surgimiento de fuerzas extremistas en las zonas más golpeadas por la pobreza.

Sin embargo, ése sería un grave error que tendrían que pagar las generaciones por venir. Han surgido células militantes violentas prácticamente en toda India. Nueva Delhi sólo habla de ellas cuando los militantes escenifican algún hecho sangriento, como fue el caso con los bombazos contra el ferrocarril en Bombay en julio pasado.

Tampoco se le está prestando atención al hecho de que algunas partes del país son remecidas por la amenaza de terrorismo maoista. Los maoistas indios, que en los 1960 eran conocidos como naxalitas, proliferan: en el prácticamente ingobernable estado de Bihar, y en las selvas de Madhya Pradesh, Orissa y Andhra Pradesh, los maoistas han emergido como la “ley”. Han acumulado grandes arsenales y, según informes de inteligencia, no sólo trabajan de la mano con sus contrapartes de Nepal, sino que han establecido una estrecha “relación de negocios” con “la madre de todos los terroristas”, los Tigres de Tamil.

Es bien sabido que los maoistas han tomado control de un pedazo enorme de territorio, que va desde el estado de Bihar en el norte hasta el de Tamil Nadu en el sur, y que abarca zonas muy subdesarrolladas de Jharkhand, Madhya Pradesh, Chhattisgarh, Orissa y Andhra Pradesh. Este territorio tiene un rasgo común: el subdesarrollo y la pobreza.