Economía






Resumen electrónico de EIR, Vol.XXIII, núm. 20

Versión para imprimir

Regrese al inicio

Editorial


Iraq se desintegra

Hoy Iraq, con el aumento drástico de las muertes entre las tropas iraquíes y estadounidenses, es un microcosmos de la nueva Era de Tinieblas que los banqueros sinarquistas que exigieron esta guerra se morían por desencadenar. A un país que alguna vez tuvo niveles admirables de desarrollo y tecnología, en especial en el sector salud, ahora está desmembrándosele a la vista de todos. La violencia y el salvajismo religiosos aumentan de manera inexorable.

Así, la guerra no sólo ha masacrado a más de 600.000 iraquíes, como informó hace poco la publicación médica británica Lancet, sino que cerca de un millón ha abandonado el país. Casi otro millón está migrando dentro del propio Iraq, en un esfuerzo desesperado por no morir en esta guerra fraticida.

No es ninguna sorpresa que este revuelo ocurra tan cerca de las elecciones de noviembre en Estados Unidos. Para entender mejor qué tan oportuno es, basta con ver los acontecimientos recientes en Gran Bretaña.

Encaremos la realidad: las instituciones británicas, que se sabe —como es de creerse— cuentan con el apoyo de la Reina, han decidido tirarle la papa caliente de Iraq a EU. Y esto está muy ligado al últimó estallido de violencia en Iraq.

La élite liberal angloholandesa que tiene en su bolsillo a Tony Blair, así como al Gobierno de Bush, fue de los principales organizadores de la guerra contra Iraq, a modo de crear el choque de civilizaciones y la destrucción global que les permitirían consolidar un nuevo imperialismo globalizado, sin interferencia de los Estados nacionales. Pero, un Estado nacional clave que esta oligarquía financiera global quiere destruir es. . . ¡Estados Unidos! Así, ahora que EU está atrapado en una situación sin salida en el Sudoeste de Asia, las autoridades británicas han decidido lavarse las manos y dejar que EU cargue con el muertito.

No hay forma de determinar si los británicos decidieron retirarse de lugares como Amara, o si son operaciones británicas encubiertas usando a grupos insurgentes o la mera señal de que están por salirse lo que desató la nueva escalada de violencia, pero sólo un tonto, temeroso de que digan que cree en conspiraciones, no vería la mano británica en esto.

Ha pasado antes, y pasará de nuevo, hasta que las autoridades estadounidenses, sobre todo el Congreso, decidan regresar a una política exterior cuerda, en la tradición de Franklin Delano Roosevelt.

Lo trágico, hasta ahora, es que ni siquiera la dirigencia del Partido Demócrata está preparada para decir la verdad sobre lo que el Gobierno de Bush ha hecho en Iraq, mucho menos para proponer las medidas necesarias que le permitan a EU retirarse y establecer lazos de cooperación con los vecinos de Iraq para garantizar la seguridad en la región. Le sacan la vuelta al hecho de que Bush está zafado, y que voceros del gobierno como Cheney y Rumsfeld son unos mentirosos degenerados a los que no podría importarles menos cuántos han muerto, siempre y cuando crean poder intimidar al mundo para someterlo.

El profesor Jorge Hirsch de California mostró la perspicacia apropiada, cuando recalcó que la intención del Gobierno de Bush de usar armas atómicas contra Irán no tenía nada que ver con destruir sus instalaciones nucleares, sino que la animaba el empeño de Rumsfeld y Cheney por romper el tabú nuclear.

Pero en estos momentos los demócratas no atacarían la mentalidad de hombre–bestia ni las raíces neoimperiales de la política que destruye a EU y al mundo. El congresista Jack Murtha (por Pensilvania) es el que muestra mejor espíritu de combate, pero ni siquiera él les llamaría “fascistas” a los fascistas, incluso a estas alturas.

Bien puede ser que este proceso espantoso de desintegración y violencia en Iraq cierre con broche de oro una victoria demócrata en las elecciones de noviembre en EU, pero de ningún modo será suficiente. Tú, ciudadano, tienes que asegurarte de que un nuevo Congreso estadounidense, y el mundo, atiendan a Lyndon LaRouche, no sólo para parar esta guerra y las que están en ciernes, sino para enjuiciar a Cheney y Bush, y echar a andar una política económica rooseveltiana.

De lo contrario, el pandemónium que hoy impera en Iraq no será sino la antesala de lo que pronto arrasará con el mundo, incluyéndote a ti, a tu familia y a tu posteridad.