Economía






Resumen electrónico de EIR, Vol.XXIII, núm. 16

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Editorial

El crac del 2006

Para el 10 de agosto, ya era obvio que el estallido global de la situación económica, financiera y política que Lyndon LaRouche había pronosticado el 20 de abril del 2006 que sobrevendría a no más tardar para septiembre, ya estaba “andando”. Cabe esperar que cobre fuerza en el período inmediato.

El impulso hacia esta crisis de desintegración mundial es el elemento decisivo a entender para comprender por qué la élite bancaria sinarquista actualmente está forzando la demente escalada israelí hacia la Tercera Guerra Mundial.

En abril LaRouche apuntó a la explosión hiperinflacionaria en los precios de las mercancías como una señal decisiva del estallido venidero. Los banqueros saben que la burbuja global tiene que reventar, dijo LaRouche, así que están apresurándose a tomar las materias primas básicas.

La víspera de que LaRouche planteara su análisis, que se difundió por todas partes con la intención específica de espolear al Congreso estadounidense, en particular, a que actúe, no se había hecho nada fundamental para cambiar el rumbo. Una crisis de liquidez entre los fondos especulativos resultó en una depresión de los precios de algunas mercancías. Una ola de bancarrotas se propaga por el sector de los fondos especulativos, lo que resulta en un pánico silencioso por toda la comunidad bancaria y en la toma de medidas de emergencia por debajo de la mesa. Igual de desestabilizante ha sido el foco que se ha puesto en lo insustentable de la burbuja hipotecaria, en particular en EU.

Informes de Europa el 10 de agosto indicaban que el desplome cobraba fuerza.

• En Alemania, empresas importantes empezaron a sufrir bajas impresionantes en su valor bursátil, de entre 9 y 20%. Según informes de algunos periódicos financieros alemanes, estas bajas las encabezaron inversionistas extranjeros y, por tanto, cunde la sospecha de que la gran cantidad de fondos especulativos que se habían mudado al mercado alemán en los últimos años, estaban deshaciéndose de sus acciones para cubrir pérdidas.

• En Gran Bretaña, el Financial Times publicó el 10 de agosto el artículo “El mundo debe prepararse para la recesión de EU”. de Nouriel Roubini, presidente de Roubini Global Economics y profesor de economía de la Universidad de Nueva York. En su informe sobre el hecho de que la Reserva Federal no elevó las tasas de interés por primera vez en más de un año y medio para tratar de manejar la crisis, Roubini sentenció:

“Pero es demasiado tarde. La Reserva Federal quizás esperaba un aterrizaje suave de la economía, pero en cambio encara la recesión. Las implicaciones se harán sentir a escala global. El resto del mundo no se desacoplará del tren económico estadounidense, como algunos analistas predicen. Cuando EU estornuda, el resto del mundo sigue pescando el resfriado.

“La recesión estadounidense la activarán tres fuerzas imparables: la desaceleración en la vivienda, los altos precios del petróleo y las altas tasas de interés. El consumidor estadounidense, que ya carga con una gran deuda y salarios reales en picada, recibirá un duro golpe por estas sacudidas”.

Roubini escribe en jerga bancaria, por supuesto. Lo que llama “recesión”, es en realidad una crisis de desintegración mundial en los dominios tanto económico como financiero.

Esto nos lleva de regreso a lo que planteó LaRouche, tanto en su pronóstico del 20 de abril como al indicarle a sus colaboradores el 10 de agosto que se había llegado a un punto de ruptura. El hecho es que las consecuencias devastadoras de las políticas económicas que han imperado en la economía en los últimos 40 años, no tienen por qué tolerarse. Hay medidas a mano en los principios que estableció Franklin Roosevelt, y que LaRouche detalla explícitamente en sus escritos, para restablecer una política económica fundada en el bienestar general. Al ponerse en vigor, esta orientación puede garantizar el funcionamiento de los bancos y mantener los medios de subsistencia, al tiempo que se protegen las capacidades productivas de las naciones.

¿Lo haremos? Eso depende del coraje de quienes entienden que LaRouche tiene razón, para salir y pelear por esa solución bajo su conducción. Sin duda el tiempo se agota.