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Resumen electrónico de EIR, Vol. XXII, núm. 24

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Lo que América le debe a Haití

por Carlos Wesley

El día de Año Nuevo del 2004 se cumplió el bicentenario de la fundación de la República de Haití. Ese hecho, el 1 de enero de 1804, estableció en la ex colonia francesa de Saint Domingue (la isla de La Española, que en la actualidad abarca a Haití y a la República Dominicana), la segunda república independiente de América, luego de Estados Unidos, y la primera nación moderna gobernada por negros, y marcó la consolidación de la única insurrección de esclavos exitosa conocida de la historia.

Aquellos logros se debieron a la acción de un hombre, Toussaint L’Ouverture, quien, con su don de mando, logró lo que Espartaco de Roma no pudo: la autoliberación de una población esclava.

También logró evitar que los británicos, y con posterioridad Napoleón, reconquistaran la colonia y restablecieran la esclavitud; y formó una alianza con los padres fundadores de Estados Unidos, en especial con Alexander Hamilton, que causó el florecimiento de Haití.

Los haitianos también hicieron un aporte decisivo a las guerras de independencia de Iberoamérica con su ejemplo, y con la ayuda material que le dieron a Simón Bolívar, como veremos más adelante, y a la de Estados Unidos. En el caso de éste último país, soldados haitianos participaron en las batallas de Savannah y en la de Yorktown, que marcó el triunfo definitivo de la Revolución Americana. Además, con su lucha, obligaron a Napoleón a renunciar al territorio de Luisiana, y así ayudaron a que Estados Unidos doblara su territorio y evitaron que la recién nacida república estadounidense cayera nuevamente bajo el dominio de los británicos, resultado que era seguro, tal como Thomas Jefferson advirtió, si Nueva Orleáns permanecía en manos de Napoleón.

El levantamiento de los esclavos

La historia que culminó con la Declaración de Independencia de Haití en el año 1804 comenzó más de 12 años antes: la noche del 21 de agosto de 1791, cuando los esclavos de Le Cap se sublevaron, asesinaron a sus amos e incendiaron las plantaciones. Los colonos blancos huyeron de la isla, principalmente hacia Estados Unidos.


Toussaint L’Ouverture encabezó la pelea que liberó a los esclavos en Haití.
Saint Domingue [o la isla de La Española] tuvo un papel importante en la Guerra de Independencia estadounidense. Gran parte de las armas, municiones y hombres que Francia contribuyó a la causa estadounidense pasó por ahí. El propio marqués de Lafayette viajó a Estados Unidos vía Saint Domingue. Y muchos haitianos de todas las razas lucharon a favor de los patriotas estadounidenses en el transcurso de la Revolución Americana.Francia, el principal rival de Gran Bretaña, dependía en gran medida del trabajo esclavo. Dos tercios del comercio de ultramar francés era con sus colonias caribeñas, y en especial con Saint Domingue. Según algunos cálculos, tanto como un quinto del producto interno bruto de Francia provenía del azúcar, café, índigo y otras materias primas cultivadas por los esclavos en las plantaciones.


Sin embargo, la sublevación no fue espontánea; en gran medida fue instigada por Gran Bretaña: “No se trató del impulso fuerte e irresistible de la naturaleza humana que gime bajo la opresión lo que excitó a estas clases a hundir sus dagas en los estómagos de mujeres inofensivas y niños indefensos”, escribió Brian Edwards, un agente de inteligencia británico, en un libro editado en 1801. Según Edwards, cuya principal lealtad era para con los colonos dueños de esclavos de la Jamaica británica, los negros haitianos, “pese a su renuencia, fueron empujados a esos excesos por las manipulaciones de hombres que se hacían llamar filósofos (los proselitistas e imitadores en Francia de la Sociedad de la Vieja Judería de Londres)”. La referencia era a los “Amis de Noir” [los “Amigos del Negro”], la contraparte francesa de la Sociedad Abolicionista de Inglaterra, que tomaba su apodo por tener su sede en el antiguo gueto judío de Londres, y que fuera fundada por William Wilberforce y Thomas Clarkson por órdenes de William Pitt. Éstos habían tomado el poder de la organización antiesclavista francesa fundada por el marqués de Lafayette y sus amigos.

Gouverneur Morris, enviado de EU a Francia, confirma las acusaciones de Edwards en un informe que le envió al presidente George Washington en marzo de 1792, en el que dice que Pitt estaba conspirando para obtener la independencia de Saint Domingue, y que Clarkson, el abolicionista, había viajado a París para avanzar el plan.

También tenemos el caso Ogé. En 1790 Vincent Ogé desembarcó en Saint Domingue para encabezar un levantamiento. A su llegada encontró que las autoridades coloniales francesas lo estaban esperando, con una descripción detallada y un retrato suyo. Se determinó que había sido reclutado en París por los Amis de Noir, quienes para entonces habían sido infiltrados por el agente británico Robespierre y otros jacobinos. Los Amis enviaron a Ogé a Londres, donde recibió instrucciones y dinero de Clarkson, quien luego lo despachó a EU a comprar armas para el levantamiento fallido.

Gran Bretaña no tenía ningún interés en liberar a los esclavos haitianos ni en acabar con la esclavitud como tal; los británicos contaban con sus propias plantaciones de esclavos en sus colonias de las Antillas, incluso en Jamaica, vecina de Haití. La intención de Pitt era que Clarkson y sus abolicionistas pusieran fin al tráfico de esclavos, no a la esclavitud.

Francia, el principal rival de Gran Bretaña, dependía en gran medida del trabajo esclavo. Dos tercios del comercio de ultramar francés era con sus colonias caribeñas, y en especial con Saint Domingue. Según algunos cálculos, tanto como un quinto del producto interno bruto de Francia provenía del azúcar, café, índigo y otras materias primas cultivadas por los esclavos en las plantaciones.

“Acábese con la trata de esclavos y quedará en la ruina la economía de Francia”, era el razonamiento de Pitt, cuyo plan consistía en fomentar la insurrección y luego ofrecerle a los afligidos colonos franceses la protección británica a cambio de su rompimiento con su madre patria, y entonces volver a esclavizar a los negros.

“La deplorable situación de las Antillas francesas pareciera clamar a viva voz por la protección de Gran Bretaña”, decía el teniente coronel John Chalmers, en un memorando enviado al primer ministro Pitt en diciembre de 1794. “Para Gran Bretaña, las ventajas que ofrece Saint Domingue son innumerables, y le proporcionaría un monopolio de azúcar, índigo, algodón y café”. Aun más importante, “esta isla por años proporcionaría tal fuerza y respaldo a la industria como para felizmente hacerse sentir en todas partes del imperio. Impediría toda inmigración de los tres reinos a Estados Unidos” (énfasis añadido). Chalmers le propuso a Pitt que Inglaterra se aliara con España para mantener a Francia y Estados Unidos fuera de las Antillas.

Los haitianos luchan por la independencia de EU

Tal vez hubiera resultado, de no haber sido por Toussaint. Por supuesto, las llamas de la libertad habían estado ardiendo en Haití desde mucho antes que los británicos comenzaran sus manipulaciones.

Saint Domingue tuvo un papel importante en la Guerra de Independencia estadounidense. Gran parte de las armas, municiones y hombres que Francia contribuyó a la causa estadounidense pasó por Saint Domingue. El propio marqués de Lafayette viajó a Estados Unidos vía Saint Domingue. Y muchos haitianos de todas las razas lucharon a favor de los patriotas estadounidenses durante la Revolución Americana, hasta la batalla final en Yorktown.

Quizás los más celebrados de todos éstos fueron los 500 a 800 libertos negros y mulatos que pelearon bajo las órdenes del vizconde Françoise de Fontages en la batalla de Savannah, Georgia, en octubre de 1779, entre cuyas filas se supone que estaba el entonces sargento Henri Christophe, de 17 años de edad, quien más tarde sería uno de los generales de Toussaint y, con posterioridad, el rey Christophe.

Estos veteranos regresaron a Haití imbuidos con los ideales de la Revolución Americana. Luego de la Toma de la Bastilla en París en 1789, Haití estaba lleno de propietarios de plantaciones y “petit blancs” (comerciantes blancos, soldados, funcionarios de bajo rango, etc.) que abrazaban la consigna de “libertad, igualdad, fraternidad”. Estos conceptos encontraron particular eco entre los libertos negros y mulatos, muchos de los cuales eran ellos mismos amos de esclavos, pero cuyos derechos en otras esferas estaban en extremo restringidos.

Todas estas ideas tuvieron un impacto en el cochero de la plantación Bréda, Toussaint, quien por su oficio habría ido al pueblo a menudo, donde estaría expuesto a estas ideas. Débil de niño, tuvo la buena fortuna de pertenecer a amos relativamente progresistas que no lo obligaron a trabajar en los campos, y que le permitieron aprender a leer y escribir. Entre sus lecturas encontramos Los comentarios de Julio César y otros escritos militares, de los cuales aprendió las primeras nociones sobre estrategia y tácticas.

Asimismo, adquirió ciertas nociones de latín eclesiástico, vino a ser en un ávido naturalista, con un interés especial en aprender las propiedades medicinales de las plantas y, a pesar de sus enfermedades, se convirtió en tan buen jinete, que lo llamaban “el Centauro de la Sabana”.

Toussaint no participó en el levantamiento de 1791. Cuando estallaron las hostilidades, llevó a su amo a un refugio seguro. No era alguien que actuara a la ligera. Es por ello que no contrajo matrimonio sino hasta casi los 40 años de edad. “Yo mismo elegí a mi esposa”, decía. “Mis amos deseaban que contrajera matrimonio con una joven negra briosa, pero en cuestiones de esta naturaleza siempre logré resistir la presión contraria a mi propia idea de lo que constituía una unión feliz”.

Del mismo modo, no se unió a los rebeldes hasta semanas después de estallar la insurrección. Para entonces tenía 48 años de edad.

Como era de esperarse, una vez que los esclavos habían desahogado su ira, no tenían idea de qué hacer a continuación; estaban listos a entregarse y regresar a las plantaciones, a cambio de que amnistiaran a sus dirigentes. Toussaint fue escogido para llevar a cabo las negociaciones. Pero los blancos locales rehusaron la oferta de rendición de los esclavos e hicieron oídos sordos a las peticiones de los tres comisionados —Sonthonax, Polverel y Ailhaud— enviados por la Asamblea Nacional en París. Los comisionados estaban al tanto de la planeada invasión británica, y sabían que si Saint Domingue caía sería un desastre para la metrópolis.


Francia, el principal rival de Gran Bretaña, dependía en gran medida del trabajo esclavo. Dos tercios del comercio de ultramar francés era con sus colonias caribeñas, y en especial con Saint Domingue. Según algunos cálculos, tanto como un quinto del producto interno bruto de Francia provenía del azúcar, café, índigo y otras materias primas cultivadas por los esclavos en las plantaciones.


Con el fracaso de las negociaciones, Toussaint se pasó a los españoles, quienes controlaban los otros dos tercios de La Española, en la costa este de la isla, y estaban aliados con los británicos. Toussaint y los otros dirigentes rebeldes recibieron grados de general en el Ejército español, y comenzaron a luchar contra las fuerzas francesas en la costa occidental.

Pero, el 29 de agosto de 1793, “ante los primeros indicios de un ataque inglés”, escribe Edwards, los comisionados franceses “recurrieron al recurso más desesperado que pudiera concebir la imaginación para fortalecer su bando: proclamaron la abolición de la esclavitud en todas sus formas y declararon que los esclavos negros de ahí en adelante serían libres, a condición de acudir a su causa”.

Ese mismo día Toussaint emitió su propia proclama:

“Hermanos y amigos:

Soy Toussaint L’Ouverture. Quizás conozcan mi nombre. Me he comprometido a vengarlos. Deseo que reine la libertad y la igualdad en todo Saint Domingue. Lucho por ese fin. Vengan y únanse a mí, hermanos, y luchen a nuestro lado por la misma causa”.

Los invasores británicos, que también atacaron Martinica, Guadalupe y otras colonias francesas en las Antillas, toparon con muy poca oposición en Haití, excepto por las fuerzas al mando del general mulato André Rigaud, hasta que la Asamblea Nacional de Francia abolió de forma oficial la esclavitud el 4 de febrero de 1792. Al enterarse de la noticia, Toussaint rompió con España y pasó al bando francés con 4.000 soldados de primera línea.

“Los españoles me ofrecieron a mí y a todos los que lucharan por la causa de los reyes, su protección, y, habiendo luchado siempre por obtener la libertad, acepté su ofrecimiento, al verme abandonado por mis hermanos los franceses”, explicó más tarde Toussaint. “Pero una experiencia posterior me abrió los ojos a esos protectores pérfidos, y luego de comprender su vil engaño, vi con claridad que intentaban que nos matáramos los unos a los otros a fin de reducir nuestro número, cosa de aplastar a los sobrevivientes y volver a esclavizarlos”.

Para entonces se sabía que los británicos habían restablecido la esclavitud en todos los lugares de las Antillas donde habían izado su bandera.

Las cosas entre Toussaint y Rigaud comenzaron a cambiar. En 1795 el ejército español fue derrotado primero, más que nada por los esfuerzos de Toussaint. Derrotar a los británicos, que seguían trayendo refuerzos, tomó más tiempo. Pero, en mayo de 1798, también fueron derrotados en gran medida, luego de que sufrieran entre 20.000 muertos —según Edwards— y 60.000 —según otros cronistas—.

Al no lograr la victoria mediante el poderío militar, los británicos recurrieron al engaño. Mientras negociaba su rendición, el general Thomas Maitland, el comandante británico, le ofreció a Toussaint celebrar un tratado secreto, mediante el cual Gran Bretaña establecería relaciones comerciales con Haití. Toussaint, que había sido nombrado vicegobernador de la isla por Francia, sabía que Haití no podía sobrevivir por mucho tiempo sin comerciar con el exterior y, por tanto, aceptó la oferta.

Acto seguido, la prensa británica publicitó a los cuatro vientos las llamadas “Convenciones Secretas”. Con este tratado, anunció la London Gazette (“Gaceta de Londres”) del 12 de diciembre de 1798, “se reconoce de hecho la independencia de esa isla tan valiosa, y se asegura contra todos los esfuerzos que emprendan los franceses para recuperarla”. El periódico londinense calificó a Toussaint de “agente británico”, y sembró desconfianza en el Gobierno francés y entre sus aliados en Haití.

La alianza con Hamilton

Toussaint entonces volteó a Estados Unidos, y ahí encontró en Alexander Hamilton un gran aliado, al igual que en los amigos de Hamilton en el Gobierno de John Adams, en especial en Timothy Pickering, el secretario de Estado.

En esa época, Estados Unidos encaraba una actitud cada vez más hostil de parte de Francia, su antigua aliada. En la segunda mitad de 1790, Francia hizo esfuerzos por recuperar a Luisiana de manos de los españoles, para utilizarla como una base de abastecimiento para Saint Domingue, en lugar de tener que depender de Estados Unidos.

Asimismo, Francia comenzó a atacar a la marina mercante estadounidense. Estados Unidos respondió decretando un embargo contra todos los puertos franceses, incluyendo los de Haití.

En noviembre de 1798 Toussaint le escribió al presidente Adams:

“Es con gran sorpresa y dolor que veo a los barcos de vuestro país abandonar, luego de tantos años, los puertos de Saint Domingue, y renunciar de esa manera a toda relación comercial con nosotros”. Desconozco lo que ha llevado a Estados Unidos a adoptar tales medidas, escribió Toussaint. “Sólo me limitaré a llegar a un entendimiento con usted para que pueda reanudarse la navegación y que la bandera estadounidense pueda regresar a nuestros puertos. Redunda en pos de vuestro interés, al igual que al nuestro, que este comercio se expanda”.

Más tarde ese mismo mes el secretario de Estado Pickering le envió una carta a Jacob Meyer, el cónsul estadounidense en Saint Domingue, en la que le informaba que si Toussaint dejaba de reconocer la soberanía de Francia, EU reanudaría el comercio con Haití. Toussaint de una vez envió a Joseph Bunuel a negociar. Bunuel arribó a Filadelfia junto con Meyer en diciembre de 1798, y pronto el Congreso de EU aprobó una enmienda mediante la cual le otorgaba al presidente la facultad de suspender el embargo comercial a cualquier puerto francés que considerara seguro.

“Supongo que todos comprenden que el objetivo principal de esta disposición es entablar las relaciones comerciales con Saint Domingue”, le escribió Pickering, en una carta fechada el 9 de febrero de 1799, a Alexander Hamilton, el ex secretario del Tesoro. “El Presidente ve la inmensa ventaja del comercio con esa isla, y sin duda alguna hará una interpretación tan liberal como sea políticamente conveniente”, siguió Pickering. “Meyer me asegura que si Toussaint está seguro de nuestro comercio, declarará la independencia en toda la isla, confiado en su poder de defenderla, siempre que permitamos un intercambio comercial libre a través del cual los isleños puedan canjear su producción por las provisiones que nuestros barcos les lleven”.

Pickering le solicitó a Hamilton que le redactara a Toussaint “un plan eficaz y viable para administrar la isla”. Sin embargo, “no puede ser una república”, agregó. “Comparta conmigo sus ideas de los proyectos más atractivos. . . Toussaint tomará en cuenta lo que le aconsejemos”.

Ese mismo día Hamilton le escribió una carta a Pickering, en la que le decía: “Estados Unidos no debe comprometerse a la independencia de Saint Domingue —ninguna garantía, ningún tratado formal— nada que pueda condenarse. Basta con asegurarle a Toussaint verbalmente, pero de modo explícito, que apenas declare la independencia se abrirá el comercio, y continuará mientras él mantenga y brinde la debida protección a nuestras embarcaciones y a nuestros bienes. Me inclino a pensar que la Declaración de Independencia debe preceder”.

Hamilton, quien también era oriundo de las Antillas (nació en la isla de Nevis y se crió en St. Croix, en lo que hoy son las Islas Vírgenes de EU), participó en sentar la política estadounidense hacia el Caribe desde la misma fundación de la República. Contribuyó de forma decisiva en el nombramiento de casi todos los cónsules estadounidenses en Saint Domingue, comenzando con el primero, Sylvanus Bourne, designado inmediatamente después de que Estados Unidos adoptara su Constitución en 1789.

Hamilton redacta la Constitución de Haití

Hamilton, quien al igual que Benjamín Franklin aborrecía la esclavitud y en verdad creía en la igualdad del hombre, habría deseado que el experimento de Saint Domingue tuviera éxito. En 1785 cofundó la Sociedad de Nueva York para Promover la Manumisión de Esclavos, la cual desempeñó un papel clave en ayudar a esos esclavos traídos a EU por sus amos blancos luego de la rebelión de Saint Domingue de 1791, a obtener su libertad. Durante la Revolución Americana respaldó el plan de John Laurens, del estado de Carolina del Sur, quien proponía liberar a los esclavos que participaran en la lucha contra los británicos.

“Sus facultades naturales probablemente son tan buenas como las nuestras”, le escribió Hamilton en 1799 a John Jay, con quien más tarde fundaría la Sociedad para la Manumisión. “Preveo que este proyecto tendrá que combatir mucha oposición producto del prejuicio y los intereses creados. El desprecio que se nos ha enseñado a sentir hacia los negros, nos hace temer muchas cosas que no tienen fundamento ni en la razón ni en la experiencia”. Según Hamilton, una parte esencial del plan de Lauren “es concederles la libertad con sus mosquetes”, y agregó: “Esta circunstancia, confieso, no ha pesado poco en inducirme a desearle éxito al proyecto, porque los dictados de la humanidad y la política verdadera me inclinan por igual a favor de esta clase desafortunada de la raza humana”. El plan de Lauren fue rechazado.

Al mismo tiempo que Pickering se carteaba con Hamilton, también intercambiaba mensajes con Rufus King, el enviado estadounidense en Londres. King abordó al ministro de Relaciones Exteriores británico, lord Greenville, para preguntarle cuál era la intención de los británicos, luego de que se hiciera público el acuerdo entre Maitland y Toussaint.


 
Los aliados estadounidenses de Toussaint eran (arriba, de izq. a der.) el presidente John Adams, Alexander Hamilton y (abajo) Timothy Pickering. Hamilton aborrecía la esclavitud y creía en la igualdad del hombre. En 1785 cofundó la Sociedad de Nueva York para Promover la Manumisión de Esclavos, la cual desempeñó un papel clave en ayudar a esos esclavos traídos a EU por sus amos blancos luego de la rebelión de Saint Domingue de 1791, a obtener su libertad.


Greenville le extendió una invitación sin precedentes a King, quien tenía un interés personal en el comercio de Saint Domingue, para que asistiera a una reunión del gabinete británico. Los británicos propusieron la creación de una sociedad conjunta exclusiva con EU. Dicha sociedad sería contraria al sentimiento estadounidense contra los monopolios, afirmó King, y también sería violatoria de la Constitución. Pitt respondió que, aunque “sería atrevido que un extraño opinara sobre las facultades otorgadas al Congreso por nuestra Constitución”, Saint Domingue merecía la adopción de medidas extraordinarias. Pitt —según King— agregó que, “nuestros estados sureños estaban expuestos a que emisarios de Saint Domingue” vinieran a incitar rebeliones de esclavos y, segundo, a que pudiera convertirse en un “lugar de recreo y refugio de bucaneros y piratas”.

Pitt agregó que, “si el proyecto propuesto ofrece una buena probabilidad de evitar esos males, sería lamentable que fracasara por un defecto del Congreso; y quizás deberíamos considerar conveniente en ese caso enviar el plan a los respectivos estados para su confirmación”, informó King. En otras palabras, ¡el primer ministro británico proponía enmendar la Constitución de EU o violarla, al pasar por encima del Congreso y acudir directamente a los estados!

King advirtió que Gran Bretaña colaboraría con EU si apoyaba sus planes, “pero actuará sin nosotros si no estamos de acuerdo con los términos de una cooperación conjunta”.

El 12 de marzo de 1799 Pickering le respondió a King: “No nos entrometeremos con la política de la Isla. Toussaint luchará por lo que considere su interés y el de sus compatriotas”. Pickering agregó: “No le tememos a ningún rival. Toussaint respeta a los británicos, pero nos tiene apego; conoce nuestra posición, a sólo unos cuantos días de travesía de Saint Domingue, y la prontitud con la cual podemos satisfacer sus necesidades”.

Pickering también nombró al amigo de infancia y médico personal de Hamilton, el doctor Edward Stevens, como el nuevo cónsul general de EU en Saint Domingue, con facultades diplomáticas plenipotenciarias, lo que en efecto representaba extenderle el reconocimiento al Gobierno de Toussaint, tal como Thomas Jefferson comentó de forma negativa.

Luego de reiteradas súplicas de Pickering a fin de que redactara un “plan constitucional para que Stevens se lo pueda llevar a Toussaint”, Hamilton envió lo siguiente, con fecha del 21 de febrero de 1799:

“Al presente, ningún sistema de libertad acostumbrado se presta para Saint Domingue. El gobierno, si es independiente, tiene que ser militar. . . Entonces, que haya: un solo ejecutivo que ocupe su cargo de forma vitalicia. La persona que suceda cuando surja una vacancia debe ser el segundo oficial en jerarquía en la isla al momento del fallecimiento de su predecesor, o la persona que por pluralidad de votos sea designada dentro de un plazo determinado. (. . .)

“Todos los varones de una edad determinada deben formar parte de cuerpos militares y estar obligados a prestar servicio militar. (. . .)

“Que la autoridad judicial suprema radique en doce jueces designados de forma vitalicia por los generales o jefes militares.

“Que se establezca el juicio por jurado para todas las causas penales que no sean militares.

“Toda ley que imponga la pena capital o algún otro castigo corporal o que imponga un impuesto o contribución de cualquier tipo ha de proponerla el ejecutivo a una asamblea compuesta por los generales y comandantes de regimiento para su aprobación o rechazo.

“La facultad de declarar la guerra y celebrar tratados estará investida en el ejecutivo.

“El ejecutivo estará obligado a tener tres ministros: de Finanzas, de Guerra y de Relaciones Exteriores. (. . .)”

El borrador —al que Hamilton describió como “pensamientos sin pulir, pero que quizá ofrezcan algunas sugerencias”— contenía algunas otras disposiciones.

El borrador de Hamilton vino a ser la esencia de la Constitución proclamada por Toussaint en 1801, la cual establecía a Saint Domingue como nación independiente en todos los sentidos, salvo en términos formales, creándose la primera nación en la historia moderna gobernada por negros. Toussaint fue nombrado gobernador vitalicio.

Stevens viajó a Saint Domingue en marzo de 1799, con instrucciones —de Pickering y del secretario de la Armada, Benjamin Stoddert, también de los círculos de Hamilton— de no entablar ningún tipo de acuerdo con los británicos. Tales instrucciones pronto tuvieron que ser modificadas. El mismo general Maitland viajó a EU para negociar una política conjunta hacia Saint Domingue. Cuando EU puso resistencia, Maitland insinuó —y no muy sutilmente— que Gran Bretaña le impondría un bloqueo a la Isla. “Debido a que la continuación y protección” del comercio con Saint Domingue depende “principalmente de la superioridad naval de Gran Bretaña”, Pickering le escribió a Stevens, EU no tiene otra opción que “actuar de común acuerdo con los británicos”.

Sin embargo, Toussaint no quería tener nada que ver con los británicos. “No se le permitirá al coronel Grant ejercer sus funciones como agente británico en Saint Domingue, y el general Maitland. . . me ha solicitado cordialmente que supervise el comercio inglés con esta colonia, hasta que formule una solución con lord Balcarres al respecto”, le informó Stevens a Pickering el 23 de mayo de 1799.

En otro informe, con fecha del 24 de junio de 1799, Stevens advirtió que el nuevo agente de Francia, Philippe Roume, había logrado que el general mulato Rigaud iniciara hostilidades contra Toussaint. “Hace tiempo le insinué a usted mi sospecha de que Rigaud era respaldado en privado por el Gobierno francés, en aras de la cruel política de debilitar tanto a los mulatos como a los negros, fomentando y alentando una contienda entre ellos. Cada día confirmo más esta opinión, y ahora ya no tengo dudas de que el agente [Roume] es el instrumento secreto y diabólico empleado por ellos con este propósito”.

Stevens advirtió que, a pesar de las diferencias entre Rigaud y Toussaint precedían la llegada de Roume, “no creo que la explosión hubiera ocurrido tan pronto, de no haber sido por el suceso reciente: la publicación del tratado de la Môle del general Maitland, los muchos párrafos insensatos que fueron insertados en los periódicos ingleses le dieron un aire de verosimilitud a un cuento que Rigaud difundió con aplicación, al efecto de que la colonia de Saint Domingue iba a ser vendida al Gobierno británico, y una vez más viviría bajo el yugo de la esclavitud. Pero, cuando el Camilla [el barco de Maitland] apareció por el Cabo, y se vio a los oficiales británicos desembarcar vestidos con sus uniformes, hasta los amigos de Toussaint quedaron pasmados”.

Los británicos pretenden socavar a Toussaint

El 16 de enero de 1800 Stevens informó que los británicos habían capturado a un escuadrón naval que Toussaint mandó contra Rigaud. “Odio achacarle la captura del escuadrón a la política cruel de los ingleses, de continuar la contienda entre el general Toussaint y Rigaud, y de impedir que cualquiera de ellos obtenga hegemonía, para por este medio debilitar a ambos finalmente” (énfasis en el original).

Toussaint aún rehusaba tratar con los británicos. “En lo que respecta al comercio de esta Isla, el cual es bastante considerable, observo que los estadounidenses han adquirido un grado de dominio que quizá nunca fue la intención que tuvieran, y aunque no sólo milita contra las justas pretensiones e intereses de los comerciantes británicos, les da [a los estadounidenses] un grado de influencia política que no considero apropiado que posean, y pienso, mi señor, que mientras permitamos un trato comercial con la descripción peculiar de gobierno que existe en esta isla, deberíamos ser los jefes del negocio, y ellos deberían sentir que están endeudados únicamente con [la] conexión británica por los beneficios que han recibido de una cierta libertad de comercio”, le escribió Edward Cobert, agente británico en Saint Domingue, a lord Balcarres, el gobernador de Jamaica, en marzo de 1801 (énfasis añadido).

En julio de 1800 Rigaud fue derrotado, y la colaboración estadounidense con Toussaint se extendió más allá del comercio: la flamante armada estadounidense ahora desplegaba “buques de guerra”, como les llamó Stevens, para ayudar a Toussaint a consolidar su poder. Toussaint había aplicado la política fiscal diseñada por Hamilton, que modernizó en gran medida la recaudación y aumentó la cantidad de ingresos obtenidos por el Estado, además de estimular el comercio y la producción. Se les solicitó a los colonos blancos que se habían exiliado que regresaran, y se les restituyeron sus derechos de propiedad, exceptuando sus esclavos, por supuesto. Aun en la era de la esclavitud la producción agrícola de Saint Domingue necesitaba algo más que un azote; entre otras cosas, existía un sistema de irrigación considerable, lo que explica el porqué una hectárea de tierra en Saint Domingue producía dos tercios más de azúcar que la misma superficie en la Jamaica británica. Pero mantener ese sistema requería de las destrezas de los hacendados blancos, así como también de su capacidad de organizar la producción.

Para los negros la esclavitud había significado trabajo arduo en las plantaciones. La emancipación significaba, por encima de todas las cosas, no tener que seguir trabajando en las plantaciones. De haber continuado eso, se hubiera venido abajo la economía, y el país caído de nuevo en la esclavitud. Toussaint los obligó a regresar a la tierra. “Para poder asegurar nuestras libertades, que son indispensables para nuestra felicidad, cada individuo debe tener un empleo útil para contribuir al bien público y a la tranquilidad general”, explicó Toussaint. “Ustedes comprenderán con facilidad, ciudadanos, que la agricultura es el sostén del gobierno, ya que es la base del comercio y la riqueza, la fuente de artes e industrias, mantiene a todos empleados por ser el resorte de todos los oficios”.

Una cuarta parte de todos los ingresos de las plantaciones ahora iba a los trabajadores; quedaba prohibido el castigo corporal; y el día laboral constaba de nueve horas, probablemente por primera vez en la historia. Otra parte de los ingresos era para el Estado y, con este ingreso, Toussaint construyó caminos, escuelas (aunque Napoleón rehusó enviarle maestros, de los que había una gran necesidad), puentes, hasta ciudades enteras, y pagó por la defensa del país. Según ex empleados del banquero Stephen Girard de Filadelfia, éste se robó unos 6 millones de francos destinados a la adquisición de armas que Toussaint depositó con él.

El programa de Hamilton rindió frutos. Durante el Gobierno de Toussaint, en 18 meses la producción regresó a dos tercios de lo que había sido durante los tiempos de mayor prosperidad antes de la Revolución. “La colonia de Saint Domingue, de la que yo era comandante, gozaba de una gran tranquilidad, y de una cultura y comercio florecientes”, escribió Toussaint en sus Memorias. “La Isla había obtenido un grado de esplendor que aún se considera sin igual, y os digo yo, por obra mía”; esto, a pesar de los estragos de casi una década de guerras ininterrumpidas.

Sin embargo, mientras proveía el bienestar material de sus compatriotas, Toussaint no descuidaba su exaltación moral.

“En todas sus proclamas, leyes y decretos”, nos cuenta el historiador C.L.R. James, Toussaint “insistió en principios morales, en la necesidad de trabajar, en el respeto a la ley y el orden, en el orgullo por Saint Domingue, en la veneración de Francia. (. . .)

“En elevar a las personas hasta el nivel en que entendieran las obligaciones y responsabilidades de la libertad y la ciudadanía”.

Todo comenzó a cambiar una vez que los federalistas de EU se dividieron en facciones. Pickering y otros aliados de Hamilton renunciaron al gabinete de Adams. La ruptura en las filas federalistas condujo a la derrota de Adams en su intento de reelección presidencial, y el Congreso tuvo que decidir entre Jefferson y Aaron Burr en las elecciones presidenciales de 1800.

Jefferson en contra de Haití

Tan pronto como el presidente Jefferson asumió el poder el 4 de marzo de 1801, adoptó una política contra el gobierno de los antiguos esclavos.

Stevens fue remplazado por Tobias Lear, a quien, a diferencia de su predecesor, no se le concedieron facultades diplomáticas.

Jefferson sugirió que una vez que Francia y Gran Bretaña hicieran las paces, Estados Unidos debería actuar de común acuerdo con ellos, “para confinar la peste a esta isla”. Saint Domingue, afirmó, sería un “receptáculo” adecuado para confinar a los negros en el Hemisferio Occidental que ya no fueran deseados en una sociedad civilizada. Toussaint “podría estar dispuesto — afirmó Jefferson— a recibir aun a esa clase que sería exiliada por actos que nosotros consideramos criminales, pero que para él podrían ser meritorios”.

Jefferson también le informó al ministro de Relaciones Exteriores de Napoleón, Talleyrand, que Estados Unidos estaba deseoso de abastecer al Ejército y a la Armada franceses de todo lo que necesitaran, si se decidían a reconquistar Saint Domingue.

El 1 de octubre de 1801 Gran Bretaña y Francia acordaron la paz de Amiens, y los franceses le preguntaron a los británicos si tendrían alguna objeción a que ellos reconquistaran Saint Domingue. Los británicos no tenían ninguna objeción; hasta ofrecieron proporcionarles provisiones desde Jamaica. Lo que sí pidieron fue enviar una flota de observación para acompañar a los invasores.

Seguro del apoyo estadounidense y británico, Napoleón armó una flota de invasión enorme, a pesar de las objeciones de su esposa, Josefina, quien recibía giros regulares de Toussaint, por una plantación en Saint Domingue de la que ella era socia.

“Los blancos han sido entregados a la ferocidad de los negros”, afirmó Napoleón en una ocasión. “Si hubiera estado en Martinica, yo habría estado a favor de los ingleses. . . Estoy a favor de los blancos, porque soy blanco. No tengo ninguna otra razón, porque ésa es una buena razón”.

Acompañaban al comandante de la expedición, Víctor–Emmanuel Lecrec, su esposa Paulina, la hermana de Napoleón, y dos de los hijos de Toussaint que habían estado estudiando en Francia. Las fuerzas francesas, que contaban con unos 20.000 hombres, arribaron en febrero de 1802. Napoleón le dio la instrucción a Lecrec de que procediera por etapas: primero, convencer a los haitianos que él se encontraba allí sólo para restaurar la autoridad francesa; que no les quitaría nada. Segundo, desarmar a los negros y disolver sus ejércitos. Tercero, deportar a Toussaint y a sus colaboradores clave. Cuarto, restaurar la esclavitud.

En un primer momento, Lecrec topó con fiera resistencia, pero pronto se desmoronó. Los generales de Toussaint comenzaron a rendirse uno tras otro, aun su propio hermano Paul L’Ouverture, y para mayo de 1802, el mismo Toussaint se entregó a Lecrec, quien le permitió retirarse a su finca.

El desmoronamiento de la resistencia se debió a varios factores, uno de los más importantes fue el asunto Moyse, en la estimación de la inteligencia francesa, y también, posteriormente, la del rey Christophe. Unos meses antes de la invasión de Lecrec, Moyse, uno de los generales más valientes de Toussaint, había incitado a los negros a rebelarse contra los hacendados blancos y la Constitución de Toussaint de 1801. Toussaint respondió sometiendo a Moyse a una corte marcial y ejecutándolo; acción ésta que muchos dominicanos interpretaron como que Toussaint tomaba partido a favor de los blancos en contra de los negros.

Sin embargo, quizá aun más importante que lo de Moyse, fue el retiro del respaldo de EU, que se alió con los británicos y los franceses en contra de Saint Domingue.

Un mes después de su rendición, Lecrec ordenó que Toussaint fuera arrestado junto con su esposa, hijos y miembros de su estado mayor. Todos fueron embarcados para Francia. En Brest, su esposa y sus hijos fueron separados de Toussaint, a quien encerraron en el fuerte de Joux, en los Alpes, en la frontera suiza.

“Si dejara constancia de los varios servicios que le presté al Gobierno, necesitaría muchos volúmenes, y aun así no alcanzaran; y, como recompensa por todos estos servicios, he sido arrestado de forma arbitraria en Saint Domingue, atado, embarcado como un delincuente, sin respeto a mi jerarquía, sin la mínima consideración. ¿Es ésta la recompensa por mis servicios?”

Añade Toussaint en sus Memorias: “Me quitan la libertad, me separan de todo lo que considero querido en el mundo, me separan de un padre venerable de 105 años de edad que necesita mi asistencia, de mi muy amada esposa, quien temo que, separada de mí, no podrá soportar las congojas que la abruman, y de mi preciada familia, que representó la felicidad de mi vida.

“Al arribar a Francia le escribí al primer cónsul y al ministro de la Marina; les informé de mi situación, y les solicité ayuda para mi familia y yo. . . En lugar de ello, recibí la vestimenta semirraída de un soldado, y calzado en la misma condición. ¿Necesitaba esta humillación, encima de mis desgracias?”

Sin visitas permitidas, en aislamiento riguroso, con provisiones cuidadosamente limitadas, y con sólo vestimentas gastadas para enfrentar el invierno crudo en los Alpes, luego de haber pasado su vida en el trópico, Toussaint murió de neumonía el 7 de abril de 1803.


Nota sobre las fuentes

Se consultaron muchas fuentes en la elaboración de este artículo, entre las cuales está el libro de C.L.R. James, The Black Jacobins: Toussaint L’Ouverture and the San Domingo Revolution (Los jacobinos negros: Toussaint L’Ouverture y la Revolución de Santo Domingo. Segunda edición; Vintage–Random House, Nueva York, 1963), el cual, a pesar de su título poco acertado, sigue siendo la mejor relación en inglés de cómo los esclavos haitianos lograron su libertad y establecieron la segunda república independiente de América.

Otra fuente importante, debido a que el autor fue un participante activo en los sucesos desde un principio, aunque desde el lado británico, es The History, Civil and Commercial, of the British Colonies in the West Indies. Vol. III: An Historical Survey of the French Colony of San Domingue: Comprehending and account of the Revolt of the Negroes in the year 1791, and a Detail of the Military Transactions of the British Army in that Island in the years 1793 & 1794 (La historia civil y comercial de las colonias británicas en las Antillas. Vol. III: Un estudio histórico de la colonia francesa de Santo Domingo, que comprende una relación del levantamiento de los negros en el año 1791, y un informe detallado de las operaciones militares del Ejército británico en esa isla en los años 1793 y 1794) de Brian Edwards. (John Stockdale, Picadilly, Londres, 1801).

Otra relación de primera mano aparece en Memoir of General Toussaint L’Ouverture written by himself, en Toussaint L’Ouverture: Biography and Autobiography (Las memorias del general Toussaint L’Ouverture escritas por él mismo, en Toussaint L’Ouverture: Biografía y autobiografía) de J.R. Beard. (James Redpath, publisher, Boston, 1863; reimpresión, Ayer Company, Salem, Nueva Hampshire, 1991).

Toussaint L’Ouverture: Great Lives Observed, (Toussaint L’Ouverture: Grandes vidas observadas) de George F. Tyson, Jr. (Prentice Hall, Inc. Englewood Cliffs, Nueva Jersey, 1973), probó ser una rica fuente de documentación histórica.

También se consultaron: The Papers of Alexander Hamilton. Vol. III (Los papeles de Alexander Hamilton), preparados para publicación por Harold C. Syrett. (Columbia University Press, Nueva York, Londres, 1969).

“Letters of Toussaint L’Ouverture and Edward Stevens” (Cartas de Toussaint L’Ouverture y Edward Stevens) American Historical Review, Vol. XVI, October 1910 (traducción del autor).

The Diplomatic Relations of the U.S. with Haiti 1776-1891 (Las relaciones diplomáticas de Estados Unidos Üntcon Haití 1776–1891) de Rayford W. Logan. (University of North Carolina Press, 1941; reimpresión de Kraus Reprint Co., Nueva York, 1969).

The Life and Times of Stephen Girard, (Vida y época de Stephen Girard) de John Bach McMasters. (J.B. Lippincot, Filadelfia, 1918).

The Life and Times of Rufus King (Vida y época de Rufus King), preparado para publicación por Charles King (Nueva York, 1896); Haiti and the United States; 1774–1938 (Haití y los Estados Unidos; 1774–1938) de Ludwell Lee Montague (Russell y Russell, Nueva York, 1996).

A History of the British Army, Vol. IV, Part 2 (Una historia del Ejército británico, segunda parte) de J.W. Fortescue (Londres, 1909)

“The Treason of Thomas Jefferson” (La traición de Thomas Jefferson) por Donald Phau. The Campaigner, Vol. 13, No. 2, marzo de 1980.

Otras fuentes incluyen: Citizen Toussaint (Ciudadano Toussaint) por Ralph Korngold (Hill and Wang, Nueva York, 1965); el libro que publicó Mary Hasssal en 1802, Secret History of the Haiti Revolution (La historia secreta de la revolución de Haití), describe la personalidad de algunos de los ocupantes franceses, pero más interesante es que esta colección de sus cartas a Aaron Burr pareciera indicar que el plan de Burr de establecer su Imperio Occidental no sólo incluía a México y a Cuba, sino también a la isla de La Española.



Triunfa la resistencia en Haití

En Haití, el general Charles Belair organizaba la resistencia nuevamente, pero el general de Toussaint, Jean–Jacques Dessalines, quien se había pasado a las filas de Lecrec, capturó a Belair y lo ejecutó. Ese verano Napoleón restauró la esclavitud en Martinica y Guadalupe, y los ex generales de Toussaint supieron con claridad que sólo era cuestión de tiempo antes que la esclavitud fuera reinstaurada en Saint Domingue. El 10 de octubre de 1802 el general mulato Clairvaux se unió a los rebeldes negros en la llanura, y días más tarde lo siguieron el general mulato Alexandre Petión (quien más tarde sería Presidente de Haití), Christophe y Dessalines.

Lecrec falleció a causa de la fiebre amarilla poco después. Fue sucedido por el vizconde de Rochambeau, hijo del general al mando de las fuerzas francesas en Yorktown. A diferencia de su padre, quien fue encarcelado y exiliado por su oposición a los excesos sangrientos del Terror jacobino, el vizconde era un carnicero sádico. “No se permitirá ninguna ración o concesión para el mantenimiento de estos perros”, instruyó a uno de sus oficiales en una ocasión. “Les darán de comer negros”.

Pero su brutalidad no pudo impedir su derrota a manos de los antiguos esclavos, y Rochambeau se rindió a los británicos —con quienes Francia había reanudado las hostilidades— en noviembre de 1803, para no tener que entregarse a los negros dominicanos.

En total, unos 60.000 franceses murieron en el intento de reconquista.

“Debí haberme sentido satisfecho gobernando a través de Toussaint”, diría Napoleón años más tarde en la prisión de Santa Helena. Explicó que había atacado a Saint Domingue porque lo habían inducido a creer que Toussaint era un agente británico, y había cedido a sus ministros, en especial a Talleyrand, “apurado por los clamores de los colonos, quienes formaban un partido importante en París, y eran además. . . casi todos realistas o agentes pagos de la facción inglesa”.

En un manifiesto emitido en 1814, diez años después de la Declaración de Independencia de Haití, el rey Christophe afirmó que los colonos blancos, “tuvieron el descaro de reclamar como sus esclavos a hombres que habían ganado eminencia por prestarle los servicios más brillantes a su país, tanto en el ámbito civil como en el militar”. Esta “facción de los colonos odiosos de la libertad, estos traficantes de carne humana. . . no cesaron de impregnar a los sucesivos Gobiernos de Francia con sus proyectos”, decía el manifiesto.

“A favor de la independencia con la Asamblea Constitucional, terroristas con los jacobinos, y finalmente bonapartistas acérrimos, ellos sabían cómo adoptar la máscara de cualquier partido con el fin de obtener puestos y favores. Fue así, por sus consejos insidiosos, que alentaron a Bonaparte a emprender esta inicua expedición a Haití”.

Aun antes de la rendición de Rochambeau, Napoleón se había dado cuenta que la causa estaba perdida, y que ya no necesitaba a Luisiana, cuya soberanía España había acordado devolverle a Francia. Nueva Orleáns es “un lugar singular, cuyo poseedor es nuestro enemigo natural y habitual”, le escribió Jefferson en 1802 a su embajador en Francia, a quien le expresó su temor por la presencia francesa en el continente americano: “El día que Francia tome posesión de Nueva Orleáns, fija la sentencia que la va a confinar para siempre dentro de la marca de nuestra marea baja”, dijo. “Desde ese momento tendremos que casarnos con la nación y la flota británicas”.

Pero, con los dominicanos a punto lo lograr la victoria, y la reanudación de las hostilidades con Inglaterra, Napoleón decidió venderle Luisiana a Estados Unidos, que con la adquisición duplicó su territorio de un solo golpe.


Seguro del apoyo estadounidense y británico, Napoleón armó una flota de invasión enorme. “Los blancos han sido entregados a la ferocidad de los negros”, afirmó Napoleón en una ocasión. “Estoy a favor de los blancos, porque soy blanco. No tengo ninguna otra razón, porque ésa es una buena razón”. (Foto: www.arttoday.com).


“Al clima fatal de Saint Domingue y al coraje y resistencia obstinada de sus habitantes negros, les debemos los obstáculos que retardaron la colonización de Luisiana hasta el momento favorable cuando una ruptura entre Inglaterra y Francia le dio un nuevo giro a los proyectos de esta última”, escribió Alexander Hamilton en un editorial publicado el 5 de julio de 1803 en el New York Evening Post.

Jefferson les dio las gracias a los haitianos suspendiendo todo comercio con ellos en 1804, tal y como lo demandó Talleyrand, lo que le dio un monopolio a los británicos.

El historiador C.L.R. James cuenta que a principios de 1805 Dessalines, quien se coronó a sí mismo emperador de Haití poco después de la independencia, ordenó la masacre de todos los blancos, excepto de los británicos y estadounidenses. El acto ha sido calificado como “un ejemplo típico de salvajismo negro”. La verdad, afirma James, es que cuando el Congreso que proclamó la independencia de Haití se reunió en Gonaives, hubo tres ingleses presentes, uno de los cuales era Cathcart, un agente del Gobierno británico. Estos agentes le dijeron a Dessalines que Inglaterra entablaría relaciones comerciales con Haití, sólo “cuando el último de los blancos haya caído bajo el hacha”, escribe James.

“Esos caníbales civilizados querían abrir una brecha entre Haití y Francia para quebrantar cualquier posibilidad de unión. . . Se trata de uno de los crímenes más infames e injustificables de esta historia miserable”.


En un manifiesto emitido en 1814, diez años después de la Declaración de Independencia de Haití, el rey Henri Christophe afirmó que los colonos blancos, “tuvieron el descaro de reclamar como sus esclavos a hombres que habían ganado eminencia por prestarle los servicios más brillantes a su país, tanto en el ámbito civil como en el militar”.



La deuda de EU con Haití . . .

No fue sino hasta 1862 que el senador Charles Sumner, un discípulo de John Quincy Adams, logró que el Senado de EU aprobara una resolución mediante la cual se le extendía el reconocimiento diplomático a Haití. La misma fue promulgada por el presidente Abraham Lincoln el 5 de junio de ese año.

Ese acto, y el nombramiento, algunos años más tarde, de Frederick Douglass como enviado estadounidense, marcan los puntos salientes de las relaciones entre Estados Unidos y Haití desde el Gobierno de John Adams.

Desde entonces, ha venido cuesta abajo. Hubo la invasión ordenada por el racista Woodrow Wilson a principios del siglo pasado, y la posterior ocupación, durante la cual llegaron hordas de antropólogos a lavarles el cerebro a los haitianos para que creyeran que el vudú era su verdadera religión. Fueron esos mismos antropólogos y etnógrafos los que reclutaron a un médico poco conocido, llamado François Duvallier, a capacitarse a Estados Unidos, y lo regresaron a Haití como el gran sacerdote de esa religión.

Las indignidades no cesan. USAID gasta millones para promover el criollo haitiano, un idioma que no se habla en ninguna otra parte del mundo, lo cual asegura el aislamiento de Haití; pero casi nada se invierte en erradicar el analfabetismo que aflige a la abrumadora mayoría de los haitianos. Las bayonetas estadounidenses reimpusieron el desgobierno del jacobino Jean Bertrand Aristide sobre el pueblo haitiano, que ahora sufre uno de los niveles de vida más precarios del mundo; padece uno de los índices más elevados de vih–sida; y cuyo su país está bloqueado por buques de guerra de EU, que “confinan la peste a la isla”, como deseaba Jefferson.

Al reparar estas injusticias hoy, los estadounidenses tienen la oportunidad de saldar la deuda con Haití por el territorio de Luisiana, y por la sangre que los haitianos derramaron por la libertad de Estados Unidos en Savannah y Yorktown.

. . . Y la de Iberoamérica

Pero no sólo Estados Unidos. Cuando Simón Bolívar escapó de un atentado contra su vida en 1815 durante su exilio en Jamaica, buscó refugio en Haití, donde el presidente Petión le brindó apoyo para que reanudara su lucha contra los españoles, a cambio de una promesa de liberar a los esclavos. Apertrechado por Petión, Bolívar desembarca en Margarita, pero no logra triunfar y se refugia nuevamente en Haití, donde el presidente Petión vuelve a darle dinero, armas, municiones y hombres para que regrese a la lucha a fines de 1816. Esta vez sí logra triunfar, así que los países de la Gran Colombia, al menos, le deben su independencia al ejemplo de Haití, a la sangre derramada por los haitianos en Sudamérica, y al apoyo material que el presidente haitiano Petión le brindó a Bolívar. Pero esas naciones probaron ser tan ingratas como Estados Unidos.

Si bien es cierto que Bolívar declaró la abolición de la esclavitud a la par que la independencia, los esclavos no lograron su plena libertad por muchos años. No fue sino hasta 1851 que la esclavitud fue abolida del todo en Colombia, y hasta 1854 que lo fue en Venezuela.

El Libertador tampoco invitó a los haitianos a participar en el Congreso Anfictiónico que convocó en Panamá en 1826, y uno de sus ministros dijo que el Gobierno de Colombia veía con gran repugnancia la idea de tratar a Haití con la etiqueta que por lo general mantienen entre sí las naciones civilizadas. De hecho, Bolívar ni siquiera le extendió el reconocimiento diplomático a Haití, y no es sino hasta 1894 —casi tres décadas después que lo hace Estados Unidos— que Venezuela, la patria del Libertador, finalmente decide reconocer a Haití.


—Traducción de María Pía Cassettari.