Evaluación estrtégica
Resumen electrónico de EIR, Vol. XXII, núm. 22

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Ya empezó

Sí, ya empezó a darse la transformación revolucionaria precipitada por el huracán Katrina que Lyndon H. LaRouche pronosticó en el discurso que pronunció en Washington, y que fue transmitido al mundo por internet el 16 de septiembre (ver Katrina precipita una transformación revolucionaria).

Una de las señales más claras de esta revolución es el nuevo brío que le ha imprimido a la larga lista de investigaciones penales que desde hace algún tiempo venían llevándose a cabo contra altos funcionarios de la Casa Blanca y sus aliados en el Congreso. De repente, la maquinaria de corrupción política y dinero sucio de la derecha republicana, que antes parecía invulnerable, va camino al deshuesadero.

Ahí tenemos el caso del congresista Tom DeLay de Texas, hasta hace poco jefe de la mayoría republicana en la Cámara de Representantes, y quien tuvo que renunciar cuando fue encausado por cargos relacionados con el lavado de 190.000 dólares en contribuciones de empresas para candidatos republicanos a la legislatura estatal de Texas. Delay no sólo podría perder su escaño en el Congreso, sino que muy bien podría acabar en la cárcel.

También está el caso de Lewis Libby, el jefe de gabinete del vicepresidente Dick Cheney, a quien (¡por fin!) le puso el dedo el 29 de septiembre la reportera del New York Times Judith Miller, como quien delató que Valerie Plame era agente de la CIA, en represalia contra el marido de ésta, el embajador Joseph Wilson, por atreverse a revelar que era mentira que el Gobierno de Níger le había vendido óxido de uranio a Saddam Hussein, como alegó el Gobierno de Cheney y Bush para justificar su guerra contra Iraq. Además de ser jefe del gabinete de Cheney y su asesor principal en materia de seguridad nacional, Libby no sólo es uno de los principales “gallinazis” partidarios de la guerra perpetua en el Gobierno de Cheney y Bush (ver Resumen ejecutivo de la 1a quincena de abril de 2003, vol. 20, núm 7), sino que es uno de los agentes de interés de la “mafia” rusa vinculada con su socio, el financiero Mark Rich, por años prófugo de la justicia estadounidense en Suiza.

Y está el caso de Larry Franklin, el funcionario encargado de vigilar a Irán en la oficina del gallinazi subsecretario de Defensa Douglas Feith en el Pentágono, quien el 5 de abril se declaró culpable de pasarle secretos militares de Estados Unidos a funcionarios del Comité Americano–Israelí de Asuntos Públicos (AIPAC) y directamente a la embajada de Israel en Washington.

Al día siguiente de que Franklin admitió su culpabilidad, David H. Safavian, jefe de adquisiciones del Gobierno de Bush, fue arrestado y acusado formalmente de complicidad con el cabildero republicano y mecenas de Tom Delay, Jack Abramoff, quien también enfrenta cargos de la justicia.

Hay republicanos en Washington que dicen que la situación en la Casa Blanca empieza a recordarles la del vicepresidente Spiro Agnew y el presidente Richard Nixon, cuando empezaron el rápido descenso que culminó en sus respectivas renuncias a los dos cargos más altos del Gobierno de Estados Unidos.

“Este Gobierno no sirve para nada”, dijo LaRouche. “La Cámara de Representantes no funciona porque la dirigencia republicana en torno a Tom Delay está demasiado ocupada robando a manos llenas. Los ladrones nos estaban robando a mansalva, y la gente simplemente dijo: ‘Ya basta’, y actuó.

“Ésta no es una conspiración contra Bush y Cheney”, añadió. “Ésta es una reacción legítima al caos y el desgobierno que hemos visto con la pandilla de Cheney y Delay”.

“Con el sistema financiero mundial en estado de desintegración terminal, ni EU ni el resto del mundo podrán sobrevivir por mucho tiempo el fiasco de Bush y Cheney”, dijo LaRouche. “Ha llegado el momento de decirle al Presidente y al Vicepresidente que se vayan por las buenas, por el bien de la nación, y también, al igual que Nixon, para evitar las consecuencias legales de seguirse amachando”.

“Estamos sufriendo bajo el gobierno más incompetente y más corrupto de que se tenga memoria, a la vez que enfrentamos la crisis de desintegración monetario–financiera mundial más grave de la historia moderna desde el siglo 14 en Europa”, dijo. “La enorme magnitud de ese reto específico rebasa cualquier otro asunto”.