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Resumen electrónico de EIR, Vol. XXII, núm. 13
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Sun Yat–sen: en defensa del nacionalismo,
la república y el Sistema Americano
de economía política

“No entiendo. Esta canción no tiene sentido. ¿Por qué había de aprenderla?”
“¡Qué! ¿Te rebelas contra los clásicos?”
“No, no me rebelo contra los clásicos. Pero, ¿por qué he de cantar esto día tras día, cuando no sé lo que significa?”
“¡Esto es una afrenta contra el aprendizaje y la sabiduría de los antiguos!”
“Pero me enseñaron a leer, y no entiendo lo que aprendí a leer. Maestro, ¿serías tan amable de ayudarme a conocer la razón de lo que estoy aprendiendo?”
—Sun Yat–sen: El hombre y sus ideas, por John Wu.

Un maestro de Sun Yat–sen continuaría para decirle al padre de este niño que, “cuando este jovencito crezca, de seguro podrá lograr grandes cosas. Las cosas pequeñas no le interesarán ni se beneficiará con ellas”.

“Un jun [que a menudo se traduce como ‘caballero’, pero también como ‘monarca’] vive con los modernos pero estudia a los antiguos. Lo que haga hoy será un ejemplo para los de las próximas generaciones. Cuando vive en tiempos de caos político, ni busca el favor de los que detentan la autoridad ni lo ensalzan los de abajo, y cuando los políticos mezquinos unen sus manos para difamarlo o injuriarlo, su vida puede verse amenazada, pero el curso de su conducta no ha de cambiar. Aunque viva en peligro, su alma sigue siendo suya, y aun así no olvida los sufrimientos del pueblo. Tal es su sentido de responsabilidad”.
—Sabiduría de Confucio.

por Neil Martin, miembro del Movimiento de Juventudes Larouchistas

El doctor Sun Yat–sen, el padre fundador de China, un confuciano, un cristiano, un nacionalista, un revolucionario, un jun para todos los países, un lit che (“valiente presto a morir”, alquien dispuesto a dar su vida por el bienestar de otros), es un ejemplo brillante de lo que es un estadista, quien mostró características extraordinarias de liderato, perseverancia, optimismo y un sentido de misión. Sun no sólo tenía un plan para China, sino también para el mundo. Cuando China lograra su propio desarrollo mediante la instrumentación del Sistema Americano de economía política, entonces China liberaría a otros países de Asia. Esto tendría lugar bajo la guía de los conceptos confucianos de la coexistencia pacífica, los cuales Sun consideraba eran congruentes con el concepto de John Quincy Adams de la “comunidad de principio entre Estados nacionales perfectamente soberanos”.

En esencia, Sun Yat–sen (también conocido como Sunwen) enarboló una misión universal para China: ser un líder en la reconstrucción mundial. Las ideas de Sun estaban basadas en Confucio y Mencio, así como en los promotores del Sistema Americano de economía política, en especial en Alexander Hamilton y Abraham Lincoln, en contraposición al sistema británico, caracterizado por las obras de John Stuart Mill, Charles Darwin, Thomas Huxley, Adam Smith y Karl Marx.

A todo lo largo de la segunda mitad del siglo 19 China, bajo el dominio de la decadente dinastía Qing, casi acabó dividida del todo a manos de potencias extranjeras. Varias provincias chinas estaban bajo el control directo de potencias coloniales, enter ellas Francia, Portugal, Japón, Rusia e Inglaterra.

En 1879 a Sun lo mandaron, a la edad de 13 años, de su hogar en Hsiang Shan a Hawái, para unirse con su hermano, quien había establecido un negocio allí. La Escuela de Caridad de Oahu, que estaba a cargo de promotores del Sistema Americano dirigidos por el reverendo Samuel Damon, ejerció una gran influencia sobre las ideas de gobierno de Sun. Ahí estudió las ideas de Alexander Hamilton y sus aliados federalistas, y las del gran Abraham Lincoln, quien dejó la huella más indeleble en su pensamiento.

Los profesores de la escuela estadounidense de Hawái formaban parte de las amplias redes de la “American Board of Commissioners of Foreign Missions (ABCFM)”, organismo dedicado a las misiones religiosas. Así como había dos escuelas de economía —el Sistema Americano de economía política y el británico de libre cambio—, así también había dos diferentes clases de misioneros. La ABCFM tenía una acta constitutiva que ponía el acento en liberar a la humanidad del Imperio Británico, incluyendo su extensión conocida como la Confederación. La ABCFM creía que para liberar a un país era necesario que las naciones avanzadas ricas en ciencia exportaran su tecnología avanzada a las naciones pobres, en tanto que los británicos trataban de mantenerlos en un estado primitivo. La educación de Sun y su amistad con la familia Damon no difieren de educarte en la universidad sobre ruedas de Lyndon LaRouche, en vez de asistir a la típica universidad actual, que entrena a los chicos a “lo que hace la mano hace la tras”, y a creer y nunca saber.

Cuando Sun Yat–sen regresó de Hawái en 1883, hubo un cambio notable en su carácter en cuanto a su enfoque al tema del gobierno despótico. A Sun pronto lo conocieron como “el loco” al que Occidente influenció demasiado. Muchos pobladores no querían que los vieran junto a este joven polémico reformista “rompeaxiomas”. Pero lo único que hacía Sun era cuestionar la forma de actuar del gobierno, y por qué el Hijo del Cielo (el emperador) era considerado alguien tan grande. Estaba muy sorprendido de escuchar cómo la gente defendía al gobierno y al Hijo del Cielo. Sun cuestionaba por qué China tenía tan pocos caminos, y por qué el gobierno y el Hijo del Cielo recababan impuestos, pero las condiciones de vida del pueblo nunca mejoraban. Sun cuestionaba abiertamente el papel del gobierno, insistiendo que éste tiene que satisfacer de forma incondicional las necesidades del pueblo. En el pueblo de Sun, señalaba, los impuestos eran para el Hijo del Cielo, y para asegurarse de mantener la buena apariencia de los tres dioses del templo por encima de todo. Para Sun, esta sumisión a la tiranía y la superstición tenía que erradicarse, si es que el pueblo de China había de liberarse de un gobierno despótico y ser capaz de conocer la función de la humanidad en el universo.

A los 18, Sun fue desterrado de su tierra natal por mutilar dioses de madera pintada. Él llamó a estos dioses sonrientes de madera, el supersticioso “símbolo del infortunio de China”.

Sun y el Sistema Americano

Había revolucionarios veteranos en China en aquella época. Uno era Cheng Kuan Ying, quien escribió un folleto titulado “Palabras de advertencia en una gran era”, en el que proponía reformar a China a través de establecer un sistema parlamentario, escuelas modernas, el desarrollo del comercio y las industrias, la construcción de ferrovías y carreteras, el mejoramiento de la agricultura y la sericicultura, la abolición de la costumbre de liar los pies de las mujeres para evitar su crecimiento como señal de rango aristocrático, y la prohibición del consumo de opio.

Cheng Kuan Ying ayudó a Sun a escribirle una carta a Li Hung Chang, un alto funcionario gubernamental. Esta carta circuló ampliamente en publicaciones mensuales como Wan Kuo Pao, sentando el extenso conocimiento que Sun tenía del Sistema Americano de economía política. Sun le escribió a Li: “Sé muy bien que la riqueza y el poder de las naciones europeas son resultado, no sólo de que tienen buques y cañones poderosos, sólidas fortalezas y tropas formidables, sino también porque su población puede usar sus talentos a cabalidad, sus tierras pueden aprovecharse al máximo, sus recursos naturales pueden explotarse de lleno y sus mercancías pueden circular con libertad. Estos cuatro elementos son la base de la riqueza y fortaleza de una nación, y las raíz del buen gobierno” (de la carta de Sun a Li Hung Chang, en Prescripciones para salvar a China).

El libro de Leonard Hsu, Los ideales políticos y sociales de Sun Yat–sen, ofrece más pruebas de la dedicación de Sun al Sistema Americano de economía política y, en particular, al informe de Alexander Hamilton Sobre el asunto de las manufacturas. Sun habló de los cuatro factores de los que depende la riqueza de una nación: “Para desarrollar un talento superior, el doctor Sun propuso una educación gratuita universal, la guía vocacional, el servicio civil y el empleo científico. El segundo factor es el desarrollo de la ciencia agrícola, la introducción de utensilios agrícolas modernos, y un sistema moderno de administración gubernamental de la agricultura. El tercer factor, el aprovechamiento cabal de los materiales, incluye el avance de la ciencia moderna y de la civilización mecanizada, la preservación de los recursos naturales y la regulación de la propiedad privada. El cuarto factor, el transporte abundante de mercancías, incluye la abolición de impuestos viales locales, la institución del libre comercio (entre provincias), la protección debida a los comerciantes, y el desarrollo del transporte y el comercio”.

No obstante, Li Hung Chang no atendió la recomendación de Sun para salvar a China. Entonces Sun decidió tomar las medidas necesarias para que a China ya no la afligiera más la plaga de un gobierno despótico e incompetente. Sun escribió lo que puede considerarse la declaración de independencia de China: “El derecho divino no es eterno”. Y luego le añadió: “Ya no reverenciaremos el trono. El Hijo del Cielo es incompetente. Su cargo está corrompido. Su dominio es una abominación. Él le abrirá paso a la voluntad del pueblo. Ya no reverenciaremos el trono”.

Sun Yat–sen pronto abandonó la práctica de la medicina para dedicar su vida de forma incondicional a la revolución.

La campaña de Sun por la Revolución

De 1894 a 1911 Sun viajó alrededor del mundo, entre otros lugares, a Hawái; Hong Kong; Vietnam; Japón; Macao; Taipei, Taiwan; Los Ángeles, Nueva Orleáns, Pittsburgh, Baltimore, y las ciudades de Washington y Nueva York, en los Estados Unidos; Inglaterra; Singapur; Malasia; Vancouver, Canadá; Bruselas, Bélgica; Berlín, Alemania; y París, Francia. En cada parada, recababa de los comerciantes y compatriotas chinos que simpatizaban con la revolución, y de simpatizantes extranjeros, provisiones para emprender la revolución. Estableció nuevas sociedades y reorganizó las existentes, y también se reunió con estudiantes chinos. En general, Sun creó su propia universidad sobre ruedas. Los estudiantes fundaron periódicos en las universidades a las que asistían, donde denunciaban al gobierno despótico de China, y empezaron a educar a sus condiscípulos en las ideas de Sun Yat–sen.

Los estudiantes mostraban un respeto considerable por Sun. Muchos fueron parte de una conspiración previa de elementos progresistas del gobierno chino, para educar a los estudiantes chinos en el extranjero en varios campos, y que luego tomaran puestos en los ministerios gubernamentales. En varias fotografías aparece Sun sentado en una silla en el centro, con estudiantes chinos de pie a su alrededor.

Durante estos viajes Sun estuvo desterrado de China, y le habían puesto precio a su cabeza por su participación en el intento infructuoso de tomar Cantón, una provincia del sur de China, en 1885. Cuando estuvo en Inglaterra, Sun casi corrió la misma suerte de muchos de los primeros revolucionarios, quienes murieron en sus esfuerzos apoderarse de ciudades en el sur de China. La embajada de China en Londres secuestró a Sun, y por poco lo despachan a China para su probable ejecución. Sin embargo, un querido amigo británico suyo, el doctor James Cantlie, quien le enseñó medicina en Hong Kong, intervino para salvarlo.

Sun pasó la mayor parte de su exilio en Japón. Japón era un paraíso seguro para los revolucionarios de China, Filipinas y Vietnam. Durante su estancia en Japón, Sun conoció a revolucionarios de toda Asia, así como a otros nacionalistas chinos, entre ellos a Huang Hsing, el futuro cofundador del Partido Nacional del Pueblo, el Kuomintang, con una misión: restaurar China para los chinos y establecer una república.

Huang Hsing era famoso por imprimir folletos revolucionarios, como El ejército revolucionario de Tsou Jung, y por organizar a los estudiantes para la causa de la revolución. Torazo Miyasaki, un amigo japonés de Sun, fue quien puso a éste en contacto con Huang. Y a través de Huang, Sun conoció a Sung Chiao Jen, otro cofundador del Kuomintang.

Sun también conoció a influyentes políticos japoneses del período Meiji, entre otros, al conde Shigenobu Okuma, un miembro del Partido Progresista que le presentó a Phan Boi Chau, un nacionalista vietnamita; al vizconde Inauaki, presidente del Partido Progresista; y a Katsura Taro. Estos tres hombres presidieron el Gobierno japonés en algún momento de su vida.

Otro objetivo de la labor de Sun en el extranjero fue contrarrestar las ideas y esfuerzos organizativos de los “reformistas”, encabezados por Kung Yu Wei y Liang Chi Chao. Sun sabía que el dilema de China era sistémico, que las reformas que este grupo proponía dentro de los confines del sistema monárquico no eran ningún remedio para lo que tenía que lograrse. Entretanto, Sun distribuyó El ejército revolucionario de Tsou Jung entre las comunidades chinas en el exterior, y escribió un folleto titulado: “La verdadera solución al problema chino”. La última oración rezaba: “China está ahora al borde de un gran movimiento nacional, pues una chispa sola de verdad incendiaría a todo el bosque político, para echar a los [de la dinastía] Qing de nuestra tierra; nuestra tarea es grande, pero no será una imposible”. Sun quería una forma de gobierno en la que el pueblo sería el amo del Estado.

Durante su estadía en los EU, Sun conoció al jefe de una misión sinocristiana en Nueva York, conocido como el pastor Huei. A través suyo Sun conoció a muchos cristianos y estudiantes chinos. El Pastor Huei le presentó a Hu Han Min y Wang Ching Wei, quienes mas tarde se convertirían en editores de el Min Pao, el Diario del Pueblo. Hu Han Min también devendría en parte de la dirigencia del Kuomintang.

En el extranjero Sun emprendió investigaciones serias en muchas áreas, como la política, la minería, la ganadería, la agricultura, la ingeniería, la economía y los conceptos sociales, preparándose así para diseñar un plan que revolucionara y reconstruyera a China.

Los mártires de la Revolución China

Muchos de los nacionalistas y revolucionarios que trabajaron con Sun y Huang Hsing, y que vivieron una verdadera vida de revolucionarios sacrificando todo por la república, no vivieron para verla concretada.

Sun hablaba muy bien de estos mártires. El 10 de diciembre de 1912, en la tumba de uno de estos mártires (que hoy es un sitio histórico), Sun dijo: “Debemos alabar a la Liga Revolucionaria China, y apreciar profundamente a esa gran guerrera del lago Jian”, en referencia a Chiu Chin (1875–1907), una poetisa que fundó un periódico para mujeres, y una maestra reconocida como la primera mujer mártir en la lucha por establecer a China como un Estado nacional. Tras la fallida guerra de los bóxers en 1900, Chiu dejó a su esposo e hijos para estudiar en Japón. En 1905 se unió al Tung Meng, el cual Sun y Huang Hsing habían organizado. En Yokohama, Japón, fue de los primeros estudiantes que trabajaron en una célula secreta en la fabricación de bombas. Más tarde, en China, proveía de armas a los revolucionarios reclutados a la célula secreta, y estaba a cargo de dirigir revueltas en la provincia de Zhejiang. Hoy existe un pabellón en su honor en Zhejiang.

Otro mártir reconocido es Tsou Jung, autor del citado documento El ejército revolucionario, que circuló ampliamente. Su tema principal era un ataque a la idea de la lealtad al emperador. Tsou Jung también afirmó que sus políticas para sacar a China de su esclavitud venían de la Declaración de Independencia y la Constitución de los EU. Otro mártir, Lin Chueh Min, un “valiente presto a morir”, participó en la batalla de Huanghuakang (el montículo de flores amarillas), lugar hoy considerado como la tierra santa para la República de China, donde ahora está la Tumba de los 72 Héroes.

La visión que Sun tenía para China luego de la revolución y la reconstrucción, era que China encabezara la liberación y reconstrucción mundial de los países que estaban bajo el dominio colonial. Sun y el nacionalista vietnamita Phan Boi Chau tenían planes de hacer una Alianza de Pueblos Asiáticos del Lejano Oriente, para expulsar el imperialismo y el feudalismo. Esto le permitiría entonces a países como Birmania, Vietnam, Corea e India alcanzar la independencia económica.

Sun formuló su filosofía básica como “los tres principios del pueblo”, que representaban el medio por el cual el Estado podía lograr su independencia y construir un Estado nacional soberano: el nacionalismo (al que Sun llamó “esa preciosa posesión mediante la cual un Estado perpetúa su existencia y armonía entre su pueblo”), la soberanía del pueblo, y el sustento del pueblo. Sun derivó la estructura de estos tres principios del pueblo del discurso de Abraham Lincoln en Gettysburg: Gobierno del Pueblo (nacionalismo), por el pueblo (soberanía) y para el pueblo (el sustento del pueblo o “bienestar general”).

Sun sabía que la sociedad sólo progresaba a través del mejoramiento continuo del nivel de vida. Esto significa que el hombre siempre tiene que ser creativo y vigoroso al hacer descubrimientos en la ciencia para asegurar la supervivencia de la civilización. En la biografía de Sun Yat–sen que escribió, John Wu lo cita: “La mente es el principio de todo lo que sucede en el universo”. Así, la cognición sirve como el medio por el cual la humanidad altera y mejora su entorno. Ésta es una forma de pensar que coincide con la idea de que el hombre y el cielo son del mismo parecer, y comparten el mismo principio.

El triunfo temporal de la Revolución

La Revolución China logró echar a las fuerzas de los Qing de las provincias sureñas en 1911 (hubo diez intentos fallidos antes). La Revolución del 10 de octubre tuvo lugar cuando Sun estaba afuera, en los EU.

El gran aliado de Sun, Huang Hsing, tomó el mando a las fuerzas revolucionarias 18 días después de iniciada la Revolución. En su libro Huang Hsing y la Revolución China, Hsueh Chun Tu dice que los soldados lo recibieron como “un general del Cielo”. Con Huang Hsing, otras provincias también declararon su independencia del imperio durante la defensa de Hankou.

El 14 de diciembre de 1911 hubo una elección en Nankín, la capital de la nueva República de China. A Huang lo elegieron generalísimo, y a Lin Yuan Hung como vicegeneralísimo. Sin embargo, Huang rehusó aceptar el cargo, cediéndole el honor a su querido amigo Sun Yat–sen.

Semanas después, Sun recibió un telegrama pidiéndole que regresara como el primer Presidente de la República de China. Antes de regresar a China, Sun fue a Inglaterra y logró convencer a Londres de permitirle que viajara con libertad por los territorios coloniales británicos para regresar a China a salvo. También le pidió a los británicos que le retiraran toda ayuda financiera a lo que quedaba del Gobierno Qing, y que evitara que recibieran apoyo de Japón. Esta diplomacia significó a China enfrentaría menos peligros inmediatos en el establecimiento de su república.

Como presidente de la joven república, Sun Yat–sen asumió responsabilidades extraordinarias: instruyó a las provincias a alentar la agricultura protegiendo y ayudando a los agricultores, ordenó al Ministerio de Relaciones Exteriores que cesara y desistiera de explotar la mano de obra barata, le prohibió a las provincias que se vengaran de los Qing, y proscribió el opio.

Pero, para unificar a China, sur y norte hubieran tenido que convertirse en uno. En 1912 Sun renunció como presidente para que Yuan Shikai, quien estaba al mando del Ejército chino bajo el (entonces ya depuesto) emperador Qing, asumiera la Presidencia. Éste fue un compromiso del que Sun creyó no poder salir sin que hubiera una guerra continua y desgastante. Pero esperaba que Yuan Shikai se adaptaría al sistema republicano de gobierno. Con una constitución provisional intacta, un parlamento fuerte encabezado por Sung Chia Jen del Koumintang, la influencia de Huang Sing tras bambalinas, y Sun ahora como director de planificación ferroviaria, la joven república aún contaba con una base sólida para prosperar.

Por desgracia, Yuan resultó ser un tirano y un instrumento de los intereses coloniales extranjeros. El fuerte financiamiento que recibía de los intereses británicos y de los Morgan en los EU, fue lo que le permitió suprimir a los republicanos. Cuando Sun organizó la resistencia a la creciente tiranía de Yuan, el papel que tenían los Morgan y otros intereses relacionados quedó claro, como lo demuestra un editorial del New York Times de 6 de agosto de 1913:

“La presente y así llamada rebelión no es tanto un levantamiento del pueblo contra el gobierno de Pekín, como un esfuerzo de políticos desleales y cazadores de puestos para imponerse en el poder. El final de la guerra civil, que ya no puede postergarse mucho más, establecerá a Yuan Shikai con más fuerza que nunca como gobernante de China; acontecimiento que no dejará de ser causa de alegría para el resto del mundo”.

El 19 de Julio de 1913 un editorial del Times de Londres comentaba: “Es la rebelión de políticos envidiosos y rapaces. A Huang Hsing lo han considerado, de un modo más bien exagerado, como el hombre del destino de China y como un posible sucesor de Yuan Shikai, por quien ha sufrido muchos desaires últimamente. . . Sin duda, los cabecillas rebeldes no son ningunos patriotas asestándole un golpe diligente a la tiranía. Puede que el presidente Yuan haya sido dura a últimas fechas en el manejo de los Gobiernos provisionales, quizás trató al sur con mucho desdén, pero a los observadores aún les parece que él es, al presente, el único hombre que puede evitar que la República de China se caiga a pedazos”.

Como presidente, Yuan fue responsable del asesinato del dirigente parlamentario Sung Chia Jen; ordenó el asesinato de otro líder del Kuomintang, Chen Chi Mei, quien era ex gobernador de Shangai; encarceló a otros colaboradores de Sun; y, por último, desterró a éste de China, ¡e incluso trató de desterrarlo de Japón! A partir de entonces, Yuan ya no engañó a nadie. Recibió un préstamo del llamado consorcio de las cinco potencias, encabezado por el Banco de Inglaterra y los intereses de J.P. Morgan, que le sirvió para fortalecer su poder. Al hacer esto, Yuan contravino la separación de poderes, pues el poder legislativo, el único con autoridad para negociar y aceptar créditos, lo había desaprobado.

Yuan también tomó control del poder Judicial, e impuso otras medidas encaminadas a convertir de nuevo a China en una monarquía.

Sun recurrió otra vez al paraíso de los revolucionarios en Japón, donde reorganizó el Kuomintang para que regresara a China a movilizar a la población contra el plan de Yuan de restaurar la monarquía.

Esto fue cuando la Primera Guerra Mundial, una guerra entre potencias imperialistas. Inglaterra le prometió a Yuan Shikai que si China entraba hacía bando con los Aliados en la guerra, apoyaría sus deseos de restaurar la monarquía.

Los EU no pudieron salir al rescate de la joven república. Ésta no sería la última vez que Inglaterra o los EU subvertirían los intentos de Sun Yat–sen por salvar a la República de China.

A la larga, en 1916, Yuan logró restaurar la monarquía, pero el sentir de la población no respondió con mucha amabilidad a este acto de traición, y pronto lo obligó a abdicar. Yuan murió ese mismo año, lo que le permitió a Sun regresar a China.

Sin embargo, Li Yuan Hung, quien devino en el segundo Presidente de la República de China, no siguió los pasos que eran vitales para la novel república. En vez de permanecer neutral durante la Primera Guerra Mundial, lo cual Sun afirmó —en su libro El problema de China— era necesario para la supervivencia de China, Li se unió a los británicos para declararle la guerra a Alemania.

Pero Cantón, en el Sur, que en gran medida estaba bajo la dirección de Sun, rehusó declarar la guerra del lado de los británicos. En 1917 el cónsul general británico en Cantón trató de engatusar a Sun para que se uniera a Inglaterra en la lucha contra Alemania. “Combata a Alemania”, dijo el cónsul general, “porque les robó Qingdao y deben recuperarlo”.

“Qingdao”, respondió Sun, “está muy lejos de Cantón. ¿Qué hay de Hong Kong, Birmania, Nepal y Bután, que fueron alguna vez territorio nuestro o Estados tributarios, y que están mucho más cerca de Cantón que Qingdao? Al presente ustedes [el Imperio Británico] le tienen puesto el ojo al Tibet. La lógica ordinaria sugiere que si China es lo bastante fuerte como para recuperar sus territorios perdidos, primero debiera proceder a recuperar los más cercanos y más grandes. Qingdao no es sino un lugar pequeño, y Birmania es más grande que Qingdao, y Tibet es aun más grande”.

Tras la primera Guerra Mundial, China no ganó nada en lo absoluto por estar del lado vencedor, tal como Sun lo había advertido en El Problema de China. China ni siquiera recuperó el territorio que estaba en manos de Alemania, ¡sino que se lo dieron a Japón!

Las ideas de Sun para desarrollar a China

Las ideas de Sun sobre banca, economía, política, fuerzas armadas y gobierno ilustran que fundamentó sus políticas en la noción que el hombre nace para hacer el bien; esto tiene su base en el concepto confuciano de ren, que es similar al ágape o a la “caridad” del cristianismo en la llamada versión del rey Jacobo de la Biblia en inglés.

Para transformar a China en una gran potencia económica, Sun destacaba la necesidad de industrializarla, basado explícitamente explícitamente en el sistema hamiltoniano de banca que él estudio en Hawái. En Los fundamentos de la reconstrucción nacional, Sun plantea que la clave para el desarrollo de China es el establecimiento de un banco nacional. En su “Declaración sobre el establecimiento del Banco Central de China”, de hecho describe un banco nacional, no un banco central privado: “Caballeros: La apertura hoy del Banco Central de China marca la apertura del primer banco establecido por el Gobierno revolucionario. Con el establecimiento de este banco, el Gobierno desea financiar empresas comerciales. Por tanto, hoy también marca el comienzo de la participación del Gobierno en empresas de negocios”.

En la tradición de Alexander Hamilton, el primer secretario del Tesoro de los EU, Sun creía que el Banco Nacional sería el instrumento por el cual el bienestar general, “el sustento del pueblo”, sería logrado, mediante el financiamiento de proyectos de obras públicas.

Hoy día China construye proyectos de infraestructura a gran escala, como la presa de las Tres Gargantas, ¡que Sun propuso en 1919!. Éste y otros proyectos son financiados hoy a través de los bancos nacionales establecidos por China.

El plan de Sun para industrializar a China iba a incluir proyectos de infraestructura a gran escala, entre ellos: “De 100.000 a 200.000 millas de ferrocarriles, 1.000.000 milas de carreteras; mejoras a los canales existentes; la construcción de nuevos canales; controles fluviales; hacer más navegables los ríos; la construcción de líneas telegráficas a lo largo del país; el desarrollo de puertos comerciales; la construcción de ciudades modernas; la construcción de servicios públicos en todos los centros ferroviarios; el desarrollo hidroenergético; la construcción de plantas de hierro y acero, y de plantas de cemento a gran escala; el desarrollo de minerales, complementario de la actividad minera; el desarrollo de la agricultura; la construcción de obras de irrigación a gran escala en Mongolia y Sinkiang; la reforestación del centro y el norte de China; y la integración de Manchuria, Mongolia, Sinkiang Kokonor, y Tibet”.[

Esto dice el libro de Sun de 1919, El desarrollo internacional de China, que incluía planes detallados para la construcción de corredores de desarrollo a lo largo de China. El tema del libro era que, los seres humanos, como la encarnación de Dios, desean incrementar, crecer.

Otro requesito para hacer de China una potencia económica fuerte, era el fomento de la industrialización, por medio de la protección del comercio interno, a través de aranceles proteccionistas. Sun relacionaba directamente el florecimiento del comercio interno con el sustento del pueblo. Uno de los síntomas de la opresión de China bajo el imperialismo eran los “tratados desiguales”, que fueron un factor decisivo en sofocar el crecimiento económico. Sun comparaba la opresión económica con un ejército de 100.000 hombres. Para combatir la opresión económica, Sun proponía usar los aranceles para limitar el flujo de importaciones baratas. En sus tres principios del pueblo Sun comparó los aranceles a las fortalezas que defienden a una nación de una invasión.

Sun desafió de forma directa la concepción marxista de los fundamentos de la economía. La teoría del valor del trabajo de Marx decía que el valor viene sólo del trabajador en el lugar de producción. Sun, un economista físico, mostró lo absurdo de eso, con una descripción detallada de lo que realmente genera la plusvalía: “Cuando pensamos en las materias primas del hilado y del paño, volvemos nuestras mentes al algodón; cuando pensamos en la fuente del algodón, volvemos nuestras mentes a las cuestiones de la agricultura. Si deseamos hablar en detalle del cultivo del algodón, tendremos que recurrir a los agricultores científicos que estudian la selección de buenas semillas de algodón y los mejores métodos de plantar y de cosechar algodón. Hay que emplear muchos aperos y máquinas para arar el suelo antes de plantar de la semilla, y para escardar el suelo después de plantar; hay que aplicar fertilizantes para alimentar las plantas. Al considerar las máquinas y los fertilizantes, tenemos que darle crédito a los descubridores y a los fabricantes de estas cosas. Después de cosechar el algodón, hay que transportarlo a las hilanderías para hilarlo y tejerlo; después de fabricadas la tela y las prendas de vestir, hay que transportarlas al mercado para venderlas. Esto lleva nuestro pensamiento de forma natural a los vapores y a los trenes, y si pensamos en por qué pueden transportar mercancías, tendremos que darle crédito a los mineros y a los fabricantes de metales y a los silvicultores y madereros”,

Así que Sun entendía los principios que hacen prospera a una economía próspera, mientras que el pobre Marx llegó a muchas conclusiones falsas basadas en su negación intencional del más profundo recurso natural: la mente humana.

En política, para Sun Yat–sen el propósito de un partido político era infundirle optimismo a la población, y la única meta del partido era dar conducción hacia el sendero del progreso continuo. En sus Prescripciones para salvar a China, Sun dijo en una ocasión: “Cuando un pueblo débil tiene un dirigente sabio, la estabilidad de la nación puede mantenerse de forma temporal; el problema es que, en última instancia, la capacidad de sostener a la nación se perderá. En Occidente, el pueblo estima el concepto de un reino celestial habitado por un pueblo divino, grave y elegante, ya que la creación de una nación sagrada y digna requiere de gente superior y mentes elevadas. Sin gente ejemplar no puede haber políticas ejemplares, y sin tales políticas no puede haber naciones ejemplares”.

Como es el caso con el Sistema Americano de economía política, Sun creía que las grandes actividades, tales como los bancos, los ferrocarriles y los servicios públicos, participan directamente en el sustento del pueblo; por tanto, estas industrias e instituciones deben regularse para evitar obstaculizar la vida económica del pueblo.

Sun también decía que los medios impresos eran el equivalente de un ejército de 100.000 hombres. El Min Pao, uno de los periódicos revolucionarios fundados por Sun, apareció por primera vez el 26 de noviembre de 1905, y continuó su publicación hasta el 1 de febrero de 1910. Dedicó su primer número a los tres principios del pueblo. El movimiento de juventudes de Sun tuvo un papel destacado escribiendo ensayos polémicos para Min Pao en contra las políticas de los “reformistas”, Liang Chih Chao y Kang Yu Wei.

Otro aspecto que era imprescindible para la prosperidad de la nación era la educación de los militares. En 1924, ante la necesidad de unificar el país, Sun Yat–sen fundó la academia militar de Whampoa cerca de Cantón, con Chiang Kai–chek (quién después de la muerte de Sun asumió la dirección del Kuomintang) como instructor personal de los cadetes. Sun no sólo quería que los cadetes fueran soldados formidables sino que también estuvieran capacitados para promover el bienestar del pueblo. Por tanto, la guía de sus acciones sería la prosperidad de la civilización, y no “el poder hace la fuerza”. Tenían clases de filosofía ética, economía y ciencia. Además, los estudiantes aprendían la importancia de los tres principios del pueblo. Sun se dirigió a los cadetes y estudiantes de Whampoa numerosas veces. Su último discurso, el 3 de noviembre de 1924, fue sobre el porqué la revolución había fallado hasta el momento, y cómo podía salvarse.

Después de la decisión que tomó en mayo de 1919 la conferencia de Versalles, de mantener a China bajo el yugo semicolonial, hubo manifestaciones estudiantiles en la plaza Tiananmen. Sun apoyó a los estudiantes, pero expresó su desencanto y los reprochó por lo que él consideraba una expresión excesiva de libertad, que trajo desorden y caos. Sun dijo más tarde que los estudiantes no sabían nada de revolución ni de historia; que lo único que podían hacer era actuar, pero nunca saber.

Sun atacó la idea entonces popular, de que “es fácil saber, difícil actuar”. En su libro Programa para la reconstrucción psicológica de China, y en sus Memorias de un revolucionario chino, insistió que el conocimiento es difícil, y es primario, y solamente entonces la acción puede ser correcta.

El último factor, y el más decisivo del plan de Sun para desarrollar a China era su movimiento de juventudes. Éste, para Sun, era el arsenal del estadista para la democracia. El movimiento estudiantil de Sun, al cual él le prestó mucha atención, en 1924 tenía como misión educar al núcleo de la población china, el campesinado, sobre la función del gobierno y los tres principios del pueblo. Los estudiantes debían ser la punta de lanza, la fuerza motriz para completar la revolución.

Sun estableció una escuela para su movimiento estudiantil. Los estudiantes debían asegurar que la revolución se completara, despertando el sentido de nacionalismo en las generaciones más viejas de la población, y en especial en los campesinos.

Sun recalcaba que gobierno, economía y movimientos históricos todos giran alrededor de cómo se abordaba el “sustento del pueblo” , el tercero de sus tres principios. Para Sun, cuando el sustento del pueblo no es el meollo de la actividad del gobierno, la sociedad no crece, sino que se deteriora y degenera.

Para Sun la meta de la República de China no era un gobierno moldeado por una persona, por poder político o por el dominio de la mayoría, como en las frágiles democracias de Europa. Más bien, el programa del gobierno debía guiarse por la virtud.

Al tiempo que Sun enfocaba en su movimiento estudiantil, también planeaba su campaña militar para unificar China, a través de emprender una “expedición norteña” desde su base en el Sur. En su manifiesto sobre la expedición norteña a Pekín, Sun dijo que los caudillos contrarrevolucionarios que regían en partes de China, usaban el gobierno no para el progreso de la nación, sino como medio para lograr sus intereses personales. Uno trató de restaurar al “emperador niño” (el último emperador de la dinastía Qing) al trono, mientras que otro (Yuan Shikai) se proclamó emperador y reprimió la revolución.

Sun estaba al tanto desde hacía mucho de que las potencias extranjeras deseaban mantener a China dividida y débil. En 1912, poco después de la revolución republicana de 1911, Sun había comparado los peligros de la jóven república con los que los EU habían encarado 50 años antes, gracias a los británicos: “A los amigos de China en los EU de América”, escribió Sun. “Sabemos muy bien que hay ciertos hombres poderosos que verían con mayor o menor satisfacción una ruptura interna en la nueva república; que verían con beneplacito, como un paso hacia la realización de sus propios fines, una guerra civil entre las provincias del norte y del sur; igual a como hace 50 años hubo aplauso en secreto (en ciertos círculos) por la terrible contienda civil en los EU. Los estaounidenses de hoy que vivieron por esos días oscuros de la gran república, recordarán los sentimientos en los corazones de la gente, los pensamientos amargos y dolorosos que surgieron de saber que había extranjeros que esperaban y rogaban por la destrucción de la Unión Americana. De haber el Sur triunfado en esa guerra, y de haberse establecido dos repúblicas separadas, ¿no es probable que quizás media docena o más naciones débiles surgieran a la larga? Creo que tal habría sido el resultado; y es más, creo que con una gran nación dividida en político y lo comercial, los extranjeros habrían intervenido tarde o temprano para hacerse de los Estados Unidos. No creo exagerar. Si fuera así, no he leído historia ni he estudiado a los hombres y a las naciones de forma inteligente. Creo que tenemos precisamente tales enemigos en el exterior como la república americana los tuvo, y que en ciertas capitales, lo que más gusto le daría sería oir la noticia que ha estallado una rebelión en China contra las autoridades establecidas [es decir, contra la nueva república]. Es duro decir esto, pero creo en decir la verdad para que todo el mundo la sepa y la reconozca”.

Conclusión

Sun Yat–sen murió el 12 de marzo de 1825, antes de emprenderse la expedición norteña en 1926. Se erige como ejemplo brillante de la dirigencia necesaria en tiempos de crisis. Los que alcanzan las pautas más elevadas del confucianismo viven una vida dedicada a ese principio precioso que el hombre nace para hacer el bien. Sun dijo en sus tres principios del pueblo: “prometamos hoy, antes que el desarrollo de China comience, que elevaremos al caído y ayudaremos al débil; entonces, cuando seamos fuertes y remontemos la mirada a nuestros sufrimientos bajo la dominación política y económica de las potencias, y veamos a gente más débil y pequeña sufriendo un trato parecido, nos levantaremos y aniquilaremos a ese imperialismo. Entonces, de veras estaremos gobernando el Estado y pacificando el mundo”.

Sun dijo: “Adoro a Jesucristo, y entre los hombres, admiro al rey T’ang de Shang, al rey Wu de la dinastía Chou, y a George Washington de los EU de América”. Además, Sun admiraba profundamente a Abraham Lincoln. En su casa en Shangai la única pintura que había en la pared era un retrato de Lincoln. No es coincidencia que en el monumento en su honor en China, Sun Yat–sen aparezca precisamente en la misma posición que Abraham Lincoln en el monumento dedicado a él en en la capital de los EU.

También en Hawái, dos de los nacionalistas más grandes de Asia, del doctor Sun Yat–sen y del doctor José Rizal, el dirigente nacionalista filipino, están conmemorados en estatuas que se miran directamente la una a la otra a la distancia.

Para Confucio al hombre superior le angustia el saber que sus hechos no han sobrepasado sus palabras. Sun expresó lo mismo cerca de su muerte. En Sun Yat Sen, a Portrait (Sun Yat–sen, un retrato), por Stephen Chen y Robert Payne, se cita a Sun: “Realmente, vivir y morir para mí en lo personal no hace diferencia alguna, pero irme sin realizar los principios por los que luché por muchos años, me aflige profundamente”.

El revolucionario vietnamita Phan Boi Chau dijo lo siguiente a la muerte de Sun: “Los tres derechos del pueblo fueron tu norma. Los tres derechos del pueblo fueron tu camino. Para mí, en el Shiwado de Yokohama, dos veces tu pincel habló en verdad para un día futuro; toda la gente bajo cielo que te regocijó; toda la gente bajo cielo que quisistes. Por ti, largos años oprimido por los lacayos del imperio, por ti vierto una última y dolorosa lágrima”.

Ki Inukai, uno de los amigos más cercanos de Sun en Japón, también dijo palabras conmovedoras al morir Sun: “Por más de 10 años en la última parte del reinado Meiji, Sun yo fuimos amigos muy íntimos. En aquella época, sólo pocas personas creían en las doctrinas que él predicaba. El partido realista de Kang Yu–wei y Liang Ch’I–ch’ao era un enemigo suyo declarado. Con todo, él nunca perdió el ánimo sino perseveró hasta que finalmente logró derrocar a la dinastía Qing. El doctor Sun nació para la revolución china, y murió por la revolución china. Sin el doctor Sun no existiría la China de hoy. Al ver su vida en su totalidad, realmente puedo afirmar que él era el primer hombre en la historia política del mundo entero. Su muerte es una gran pérdida, no sólo para su partido y su país, sino también para todos los pueblos de los hemisferios oriental y occidental de la tierra”.

Un compañero igual dispuesto a morir llamado Chen Tien Hua dijo: “Hay héroes que tienen éxito. Hay los que fallan. Los que tienen éxito atraen elogios fulgurantes; los que fallan atraen lágrimas de simpatía. ¿Pero, qué de un héroe que ha fallado de modo repetido, pero que sin embargo tiene un futuro lleno de esperanzas? Semejante individuo está llamado a atraer la atención del mundo entero. Aunque él haya fallado repetidamente, él es un hombre de gran fortuna. Aunque él brote de nuestra propia nación, él no es héroe de sólo una nación sino que es un gran hombre que le pertenece al mundo entero, porque sus ideales y visión que no se limitan a nuestra propia nación, sino que tienden a establecer una nueva era para la humanidad, e irradiar con fuerzas sobre todo el globo. No sé de la posteridad, no sé de otras naciones, pero en lo que a la China de hoy se refiere, puedo afirmar positivamente que Sun Yat–sen es el representante de nuestros 400 millones de compatriotas, y que él es el héroe de héroes entre nosotros los chinos”.