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Resumen electrónico de EIR, Vol.XXII, núm. 12
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El Congreso de los EU encara un nuevo momento decisivo

Sobre el asunto de la quiebra estratégica

por Lyndon H. LaRouche

14 de mayo de 2005

Una serie creciente de terremotos políticos estremece ahora al mundo.

El desplome financiero de las empresas de transporte aéreo de pasajeros que ahora golpea a la Pension Benefit Guaranty Corporation (PBGC), el ente que garantiza los planes de pensiones de los Estados Unidos, con United Airlines hoy, y tal vez mañana con Delta y American Airlines, interseca con los intentos de General Motors (GM) y su brazo de financiamiento GMAC de echar por la borda las pensiones de los trabajadores automotrices, y con el posible derrumbe de GM, Ford y otras, lo que amenaza con desatar un pánico mundial en los fondos especulativos. Al mismo tiempo, en los últimos días el planeta entero ha caído presa de una crisis de los fondos especulativos impulsada por el pánico, crisis que es varios órdenes de magnitud peor que la de agosto–octubre de 1998.

Ahora, lo que pasará muy pronto te hará tambalear.

El mundo que tú creías conocer hasta anteayer, hoy ya no es el mismo. Las cosas que creías que funcionarían, ya no funcionan.

Ésa es ya la forma en que tienes que ver cómo el mundo está cambiando. Ahora mismo eres testigo, por un lado, del impacto de la convergencia de las pensiones golpeadas por la multiplicación de las quiebras de las principales aerolíneas de pasajeros, y por el otro, de las amenazas que embisten por el derrumbe financiero de la industria automotriz. Estos sucesos y otros relacionados crean el fantasma de una epidemia de quiebras que ya es mundial, y que las prácticas existentes del Gobierno de los EU son en esencia incapaces de afrontar. Esta situación requiere la institución inmediata de nuevos mecanismos gubernamentales, para manejar lo que con justicia tiene que describirse como una condición de quiebras estratégicas, quiebras que los mecanismos que actualmente existen son en esencia incapaces de afrontar.

En el mundillo de las finanzas, es como si de pronto alguien hubiera encendido la luz de la cocina y las cucarachas de los fondos especulativos salieran corriendo a montones en todas direcciones. ¡El sistema financiero mundial existente no puede hacer nada por contener este pánico! Sólo puede bufar, gritar y romper cosas, todo lo cual lo único que lograría sería empeorar las cosas.

El mundo necesita la voz de la serenidad que diga: “¡No es más que dinero!” Sería muy bueno si esa voz fuera la del Senado de los EU.

1.  ¿Qué es la ‘quiebra estratégica’?

Una serie de quiebras que virtualmente arrasara con varias categorías esenciales de la industria de la república, tendría que clasificarse con un término de no menos impacto que “un estado de quiebra estratégica”. El derrumbe que amenaza con acabar con la mayor parte de la capacidad de producción nacional de los grandes fabricantes Ford y General Motors, no sólo significaría la pérdida de la producción de automóviles sino la pérdida de una porción crucial, grande de la capacidad esencial de máquinas–herramienta de la que depende la viabilidad de la economía de los EU como un todo, y no sólo la fabricación de automóviles. Esto representaría de modo implícito una derrota más severa a largo plazo para la economía estadounidense, que la que de hecho sufrió la capacidad industrial de Alemania al cierre de la Segunda Guerra Mundial.

Los apuros por los que ahora pasan las aerolíneas de pasajeros también son una cuestión estratégica. El caso de las aerolíneas tiene dos implicaciones estratégicas que hay que recalcar aquí. La primera de estas implicaciones es el efecto de las desregulaciones de las aerolíneas, lo que fue uno de los puntos clave de la práctica del programa de gobierno de Carter en 1977–1981, en su sometimiento al programa desastroso y multifacético de desregulación de la Comisión Trilateral. La segunda es el efecto de rebote de este programa de desregulación sobre la capacidad de máquinas–herramienta asociada con las aeronaves y sectores industriales relacionados.

El efecto combinado del desplome financiero en cadena de los sectores nacionales de la fabricación de autos y el transporte aéreo, es lo que ahora amenaza a un ritmo creciente con echarle encima, de súbito, las obligaciones de las pensiones de las aerolíneas y de la industria automotriz a la PBGC. Sin la intervención del gobierno con medidas novedosas, este suceso que amenaza significaría la destrucción de la parte no privada del sistema privado de pensiones, lo que prácticamente dejaría al sistema del todo federal del Seguro Social como el único sistema de pensiones para el 80% o más de toda la población con los ingresos más bajos. Las implicaciones de semejante conjunto de sucesos combinados y relacionados también habría que clasificarlas como un caso de “quiebra estratégica”.

Como está constituido al presente, al sector privado no le queda fácil absorber las quiebras u otros desplomes comparables del tipo general que representan estos casos. El gobierno federal tiene que crear la institución, el mecanismo de rerregulación y las fórmulas aplicables para afrontar problemas estratégicos de esta magnitud e importancia general.

2.  ‘¡No es más que dinero!’

Es esencial tener una discusión de este tipo para definir las medidas adecuadas que hay que tomar en esta clase de casos.

Lo que en esencia distingue y hace que el sistema constitucional federal original de los EU sea superior a los sistemas monetario–financieros de Europa, es el monopolio constitucional que tiene el gobierno federal en lo que toca a la emisión de moneda y formas de crédito relacionadas. En contraste, los sistemas económicos de Europa en general están basados en la subordinación de la autoridad del gobierno a los denominados “sistemas independientes de banca central”. En la medida que los EU han estado sujetos a la influencia intrusa y extralimitada de los sistemas monetario–financieros de Europa en los asuntos políticos y económicos internos de los EU, la toma de decisiones sobre política económica ha sido un campo de batalla para la contienda entre nuestro sistema constitucional nacional y sistemas monetario–financieros extranjeros.

La única interpretación de este asunto que podría derivarse de nuestra Constitución federal, es el renombrado concepto de banca nacional asociado con el secretario del Tesoro Alexander Hamilton y con los grandes economistas nacionalistas de nuestra república en el siglo 19, Henry C. Carey y el germanoamericano Federico List. Representativos de los adversarios de esta corriente de banca nacional han sido, entre otros, Aaron Burr del Banco de Manhattan, estafador de los bancos agrarios y patrocinador de Andrew Jackson, el presidente Martin van Buren y August Belmont. Durante buena parte de este período, las políticas de los EU estuvieron sometidas a la influencia imperial extralimitada del Banco de Inglaterra, dada su posición dominante en el sistema de préstamos internacionales del mundo. Esta influencia imperial británica dominó los mercados mundiales y penetró hondamente en los asuntos internos de nuestra nación y su gobierno.