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Los próximos cincuenta años de la Tierra

Resumen electrónico de EIR, Vol. III, núm. 8
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Introducción

La situación actual
La paradoja crucial
Una solución del pasado para el futuro
La situación estratégica hoy

La situación estratégica hoy

Abramos paso ahora, para abordar el grueso principal de este informe, a la siguiente recapitulación de los aspectos hasta ahora desarrollados.

En lo principal son las instituciones internacionales de los asuntos monetarios y financieros, y en segundo término las nacionales, las que controlan las decisiones principales de esas naciones y pueblos que aceptan la “autoridad” del FMI y del Banco Mundial del período 1971–2004, en todos los respectos. El Banco Central Europeo a la fecha se cuenta entre las más infames de estas instituciones internacionales. Pueblos y gobiernos necios por igual, por lo general no consideran importante este arreglo; el supuesto generalizado entre los principales círculos de opinión es que no hay alternativa previsible alguna al sistema asociado con esas instituciones que existen en la actualidad, al menos no de forma implícita, en tanto no estalle una crisis sistémica de importancia. Por esa razón, la opinión ignorante que predomina en los niveles más altos de gobierno hoy, rehúsa reconocer que al presente la voluntad de los gobiernos en general la controla, no el poder de las naciones, sino un sistema de intereses oligárquico–financieros supranacionales que son más poderosos que cualquier nación que siga sometiéndose a las reglas del juego asociadas con ese sistema liberal: ése es el elefante que defeca donde los enamorados duermen indefensos.

El sistema liberal actual es sólo una expresión típica de una clase de influencia sobre la voluntad de las naciones y los pueblos que podría llamarse “ideología”. Una persona que ha aceptado a ciegas cualquier creencia con implicaciones de corte axiomático para la toma de decisiones, en esa medida, ya no cuenta con ningún grado relativamente mayor de control voluntario de su propia mente o de su conducta, que el de un animal controlado por el condicionamiento de las características instintivas de su comportamiento en tanto miembro de una especie o variedad. El poder esencial de las instituciones hoy, como los gobiernos o conciertos de gobiernos, rara vez es una voluntad de veras libre e informada por la razón, sino que las más de las veces es el yugo de buey que ciertas formas de ideología representan.

Mira al estadista que se agita dentro de esa virtual “doncella de hierro”. Amenaza con actuar de forma racional, pero, al sentir la presión de su situación, prefiere evitar el dolor y, en consecuencia, limita sus movimientos de conformidad. Técnicamente es capaz de razonar pero, el probable héroe trágico aún no puede liberarse de las convenciones pertinentes. Lo controla el sistema.

En publicaciones y discursos públicos previos he identificado la naturaleza funcional de este problema con el término de ideologías “de pecera”. Una población acepta ciertos supuestos escogidos a los que está acostumbrada, algunos medio ciertos y otros completamente falsos, como su ideología. Así que la acción colectiva de cualquier sociedad hasta ahora conocida, es una respuesta a una geometría física imaginaria implícita que difiere de manera más o menos radical del universo real. Así, cuando en el curso de los acontecimientos las matrices culturales preestablecidas dejan de corresponder con la realidad, aun con un margen de error razonable, las víctimas de la ideología tienden a reaccionar, no al mundo real, sino más bien a su creencia en el universo imaginario que implica su ideología acostumbrada. Ese problema es lo que he identificado como una “mentalidad de pecera”: la de seguir nadando dentro de la pecera acostumbrada, aun después de rota, y de que el agua y el pobre pececito saltarín condenado a morir caen sobre el mueble.

Tal ha sido a últimas fechas, hasta ahora, el estado mental patético de una gran parte del electorado estadounidense que, al tiempo que experimentaba el mayor derrumbe en medio siglo, un derrumbe marcado de la economía física de su región, votó por la reelección de George W. Bush, confiando en el éxito de una recuperación económica continua ¡que no existía! El sistema liberal es una ideología dominante —una mentalidad “de pecera”— que por lo general gobierna las meras naciones de la actualidad.

Es el intento de las partes por definir un sistema de acomodo cultural, como se hace mediante un diálogo de culturas que produce así una fusión pretendida de conjuntos de supuestos axiomáticos apriorísticos en conflicto de modo inherente y axiomático, lo que nos lleva de una catástrofe actual o pasada a una serie más de clases de conflictos que conducen a nuevas variedades de procesos de autodestrucción mutua, tales como la de la guerra generalizada sin estrategias de salida eficaces, como la actual guerra de los EU en Iraq.

De ahí que, un hecho pertinente sea ya bastante claro. Está garantizado que los intentos entre las naciones por efectuar reformas hoy, tales como acuerdos culturales, fracasarán del todo, sin importar qué tan noble y apasionado sea el sentir que apoye dichas reformas propuestas, hasta que el factor patológico del sistema dominante, el sistema del liberalismo oligárquico–financiero imperial angloholandés —la “mentalidad de pecera” ahora imperante—, sea eliminado de las instituciones de poder mundial.

Estos mecanismos imperantes actuales son, en términos “genéticos”, los descendientes de los que orquestaron lo que se conoció como la Primera Guerra Mundial, los cuales, a su vez, crearon entonces el régimen fascista continental europeo entre 1922 y 1945, y son hoy las fuerzas gobernantes que juegan en el mundo de la Condoleeza Rice, el Dick Cheney, el Arnold Schwarzenegger y el veterano depredador Pinochet del veterano oligarca de los EU George Shultz. Ningún acuerdo cultural entre los ratones de diferentes colores prosperará, mientras la gata oligárquico–financiera angloholandesa ande suelta. No sólo tenemos que ponerle el cascabel a la gran gata come hombres; primero tenemos que enjaularla.

Librar al planeta de la tradición liberal angloholandesa que también creó los regímenes de Benito Mussolini, Adolfo Hitler y Francisco Franco antes, es una condición absoluta para preservar la civilización en la actualidad; pero, aún hay mucho por hacer. Deshacerse de Hitler y Mussolini fue necesario, pero deshacernos de las inmundicias nocivas no es, en sí, lo mismo que preparar un buen platillo. Tenemos que construir un edificio nuevo que remplace al actual mundo enfermo. Por tanto, pregunta: ¿cuáles deben ser, en consecuencia, los principios de diseño de un sistema ecuménico de cooperación entre naciones respectivamente soberanas, que bregue de forma apropiada con todas las fases del diseño y construcción a concretar en este planeta en las dos próximas generaciones inmediatas?

El bien nunca es la mera negación del mal; el bien es lo Sublime, que construye, por su propia naturaleza positiva y obrando por fuera de los límites de las convenciones de comportamiento existentes, donde lo convencional destruye por su propia corrupción inherente. Una buena representación dramática de un sujeto como Adolfo Hitler, no pinta a la gente como buena sólo porque muestra qué tan malo fue Hitler. Revolcarse en los detalles obscenos de un crimen horrendo, del modo que la intención del pro existencialista CFLC de Allen Dulles es típico de una gran criminalidad, no ennoblece al espectador del drama, sino que lo más probable es que, como una obra de Bertolt Brecht, tendrá un efecto degradante en el público y en los actores por igual. La maldad de Hitler tiene que abordarse con un amor por ese bien que Hitler destruyó, no sólo el bien que residía en las víctimas de Hitler, sino por el menoscabo del bien en esos alemanes y otros, por ejemplo, a quienes Hitler y el sistema de sus amos sinarquistas usaron para sus empresas.

El mundo necesita con urgencia una imagen que cumpla la misión que los proponentes de un diálogo de culturas buscan fomentar; pero debemos hacerlo bien, de modo que el deseo de algo mejor no nos seduzca a caer en esas suertes de fantasías románticas ilusas que tan a menudo producen efectos precisamente contrarios a lo que debiéramos haber aspirado.

El concepto de Vernadsky de la noosfera define un punto de referencia empírico–conceptual sublime, un marco de referencia en el que todos los asuntos válidos a considerar están incluidos como por axioma, entre ellos las diferencias entre culturas. ¿Cómo será la noosfera dentro de dos generaciones? ¿Cómo habrá de suceder eso? ¿Cómo es que ese enfoque brinda la forma óptima, tanto para satisfacer los requisitos de las soberanías nacionales y personales, como para también producir mejoras de un carácter y calidad urgentes en la noosfera en las próximas dos generaciones o más?