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Resumen electrónico de EIR, Vol.XXII, núm. 7

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La caída del dólar divide al mundillo financiero


El presidente de la Reserva Federal de Estados Unidos Alan Greenspan
(der.) alegó que no había nada de qué preocuparse en cuanto a los
enormes déficit estadounidenses, pero el ex secretario del Tesoro Robert Rubin (izq.) lo contradijo en su propia cara el 4 de febrero.

por L. Wolfe

En estos días, cuando el sistema monetario mundial dolarizado está en sus últimas, muchos en el mundillo financiero de Estados Unidos aceptan a regañadientes la apreciación de Lyndon H. LaRouche, el principal economista del mundo, de que nos encontramos al borde del desastre. Aunque ni los mejores de estos banqueros proponen alternativas competentes para remplazar al sistema quebrado, la división en sus filas ofrece la oportunidad de poner sobre el tapete una solución humana a la crisis: la propuesta de LaRouche para un nuevo sistema monetario de Bretton Woods, que permita las inversiones de largo plazo necesarias para una recuperación mundial.

Recientemente se ha hecho a todas luces evidente que el mundillo de las finanzas está dividido sobre la naturaleza de la crisis y cómo encararla. En un seminario auspiciado por el ministro de Hacienda de Inglaterra, Gordon Brown, que tuvo lugar en Londres el 4 de febrero, en vísperas de la reunión del G–7, el grupo de las siete principales potencias industriales del mundo, Alan Greenspan, presidente de la Reserva Federal de Estados Unidos, dijo que tenía fe en que el Gobierno de George W. Bush contendría sus crecientes déficit presupuestales y reduciría el también hinchado déficit de la balanza de pagos. De inmediato lo contradijo Robert Rubin, secretario del Tesoro en el Gobierno de Bill Clinton y ahora presidente del comité ejecutivo de Citigroup, quien dijo que ambos déficit aumentarán, y que hay el potencial de que el dólar caerá de modo marcado.

Aunque Rubin y Greenspan han discrepado en el pasado, contradecir al presidente de la Reserva Federal de forma tan pública, e inmediatamente después que éste hablara, como lo hizo Rubin, no tiene precedentes. Pese a que los órganos financieros rápido dijeron que los mercados “estuvieron de acuerdo” con Greenspan y le habían hecho “caso omiso” a Rubin, dado que el dólar subió en los mercados de cambio, otros informaron que el resorte del alza del dólar fue principalmente una intervención “encubierta” de la Reserva Federal a través de terceros. Sea como fuere, pocos creen que pueda sostenerse un repunte del dólar, aun a corto plazo.

¿Cree Greenspan en lo que dice?

Es improbable que el propio Greenspan se crea las galimatías que viene propalando en aras del Gobierno de Bush. Como él bien debe saber —y como sí saben muy bien Rubin y los que piensan como él—, no hay posibilidad alguna de que Bush “contenga” los déficit estadounidenses mientras siga intentando asaltar al fondo del Seguro Social, y convertirlo a “cuentas de inversión privada”. Esa medida lunática, que el matón monetarista George Shultz quiere que tome su Gobierno títere de Bush para rescatar a los especuladores de las bolsas y a los administradores de fondos de inversión, le añadiría billones de dólares a la enorme carga de deuda de Estados Unidos, hundiría al dólar y, con él, al sistema financiero mundial.

La mayor porción de esta deuda estadounidense la absorben Japón y China, que tienen en reserva vastas cantidades de valores denominados en dólares, incluyendo bonos del Tesoro. No hay duda de que Greenspan está preocupado de que el Presidente, al promover su timo de cuentas privadas de inversión, esté “ninguneando” los bonos del Tesoro como una “inversión pobre”. Y debe ser más alarmante aun oír a miembros del equipo de Bush y hasta al propio Presidente (ver pág. 2), hablar de la posibilidad de que el Gobierno de Estados Unidos no honre esos bonos, que le dieron al Seguro Social como garantía de los dineros que Bush ha tomado prestados para financiar su guerra en Iraq y otros reglones del presupuesto; aparte de que debe inquietar mucho a los chinos, los japoneses y otros extranjeros tenedores de bonos de Estados Unidos.

“A mi juicio, al menos, Estados Unidos ahora está en una coyuntura crítica”, dijo Rubin en el seminario de Londres del 4 de febrero, con Greenspan sentado a su lado; también estaba el gobernador del Banco de Inglaterra Mervyn King. Para Rubin, los déficit fiscales y de cuenta corriente de Estados Unidos aumentarán, y “los desequilibrios de Estados Unidos podrían tener efectos serios en los mercados de bonos y hacer surgir interrogantes complejas sobre nuestra moneda”.

No puede sostenerse

Apenas una semana antes, en el Foro Económico Mundial de Davos, C. Fred Bergsten, aliado de Rubin y ex funcionario del Tesoro de Estados Unidos, quien a todas luces no es amigo de LaRouche, dijo que Estados Unidos vive gracias a una transfusión diaria de 5 mil millones de dólares de capital extranjero. Esto, dijo, no es sostenible ni a corto plazo. Lo que más asusta a estos banqueros privados y centrales sobre este monto, ¡es que es el doble de los 2,1–2,5 mil millones de dólares necesarios hace apenas 6 meses! De continuar esta tendencia, como Rubin, Bergsten y otros advierten, Estados Unidos se chupará el flujo de capital mundial, impidiendo el funcionamiento del sistema financiero. Y esto sin tomar en cuenta la posibilidad de otras probables calamidades financieras, tales como la implosión de una o más de las burbujas financieras, como la de los bienes raíces o la de los derivados.

Al comentar sobre la importancia del choque entre Rubin y Greenspan en el seminario de Londres, LaRouche dijo que representaba una división entre los especuladores en acciones y los administradores de fondos de inversión, y los inversionistas de largo plazo en el mercado de bono. Los que comercian bonos son más poderosos, y al parecer están dispuestos a hundir a los especuladores de acciones.

En privado, si duda, los del G–7 continuaron la fuerte censura que emprendieron contra el Gobierno de Bush la semana anterior en Davos, Suiza. La gente de Bush, tal vez temiendo el potencial de que los banqueros le hicieran una censura pública, optaron por no mandar a su secretario del Tesoro John Snow a Davos, por lo que mejor lo “resfriaron”.

Una solución LaRouche

A final de cuentas nada de esto resuelve nada, ya que los que comercian bonos en realidad no tienen un plan viable para reorganizar el sistema financiero, que es lo que hace falta. Ni las demandas de mayor austeridad de Rubin y otros —algo en lo que coinciden de modo enfático con Greenspan— lograrán otra cosa que aumentar el sufrimiento de la mayoría de la población mundial.

Es aquí donde entra en juego LaRouche. Primero, antes de que pueda imponerse cualquier orientación cuerda en Estados Unidos, habrá que debilitar seriamente al Gobierno de Bush, si no es que correrlo del poder; la lucha para debilitar a Bush ahora tiene como centro la campaña demócrata y bipartidista encabezada por LaRouche para descarrilar el plan de Bush de privatizar el Seguro Social. De lograrse esto, LaRouche y sus aliados podrán poner sobre la mesa de discusión su propuesta para un Nuevo Bretton Woods. Como indica lo que ocurrió en Davos y en Londres, no falta mucho para el estallido pleno del derrumbe financiero, lo cual requeriría la solución LaRouche.