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Resumen electrónico de EIR, Vol.XXII, núm. 6

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Rumsfeld prepara uno, dos o, por qué no, muchos Pinochets para las Américas

por Gretchen Small

Con la defensa que hace el Gobierno de Bush del uso de la detención indefinida sin juicio, la tortura, y el empleo de escuadrones de la muerta para cazar y matar a terroristas dondequiera, ¿debería entonces sorprendernos que ese mismo Gobierno haya comenzado a preparar el terreno para el regreso de las dictaduras militares en las Américas, o que pretenda transformar los ejércitos de sus vecinos, de instituciones nacionales en divisiones regionales de su versión moderna de las legiones extranjeras de la SS Waffen de Hitler?

El impulso de esta política representa el marco para evaluar la batalla que estalló en el VI Congreso de Ministros de Defensa de las Américas en Quito, Ecuador, el 17 y 18 de noviembre de 2004. Desde que el primero de estos congresos tuvo lugar en 1995 en Williamsburg, Virginia, en los Estados Unidos, estas reuniones bianuales de los ministros de Defensa de la región se han usado para armar un programa hemisférico de seguridad y defensa.

Un profesor de una academia militar estadounidense bien informado le advirtió a EIR en diciembre, que lo que escuchó sobre las discusiones del congreso ministerial de Quito le indicó que el Gobierno de Bush pretendía apoyar una serie de Golpes militares derechistas en la región. Al consultársele acerca de este análisis, un oficial militar sudamericano que radica en Washington, D.C., pero que tuvo acceso a las discusiones de Quito, respondió con firmeza: “Así es”.

Otros, temerosos de enfrentar la naturaleza fascista del Gobierno de Bush, insisten que esto no es posible. Pero apegarse a interpretaciones menos aterradoras de la simple realidad, inducirá a los líderes de las Américas a caer en las trampas que les han tendido.

Rumsfeld encabeza la ofensiva

La discusión en la reunión de Quito en su mayor parte fue a puerta cerrada, pero el breve y cuidadoso discurso público del secretario de Defensa estadounidense Donald Rumsfeld revela precisamente dicha intención.

Bajo la bandera del “combate al terrorismo”, Rumsfeld fue a la reunión con dos demandas.

1. Que los ejércitos de la región tienen que tomar parte en las funciones policiales internas, y las fuerzas policíacas tienen que militarizarse para unirse a “la batalla contra el terrorismo”. Varios países sudamericanos prohibieron cualquier participación de las fuerzas militares en estas funciones tras superar la era de los gobiernos militares de los 1970. El equipo de Bush argumenta que ha llegado la hora de darle marcha atrás a esto. Ni siquiera los Estados Unidos se salvan de este impulso dictatorial: Rumsfeld citó en su discurso la propia “reevaluación de las relaciones entre nuestras responsabilidades militares y las policiales” luego del 11 de septiembre del 2001, como un ejemplo de lo que se necesita.

2. Que tiene que crearse una fuerza militar interamericana permanente para vigilar la región. Rumsfeld citó los ejercicios militares previos PANAMAX 2004, en los que 9 naciones realizaron ejercicios navales “antiterroristas” alrededor del Canal de Panamá, y el que algunas naciones iberoamericanas se unieron para formar la fuerza de paz de las Naciones Unidas que hoy funciona en Haití, como precedentes importantes de lo que debe seguir a continuación.

Que la política consiste en crear una fuerza de chacales para nivelarle el terreno a los “sicarios económicos”, fue lo que en esencia aceptó un alto funcionario de Defensa de los Estados Unidos que viajaba con Rumsfeld, quien declaró a los reporteros el 17 de noviembre: “Esto bien presagia un acuerdo de libre comercio. . . La seguridad es lo que crea las condiciones para la inversión”.

Tal como lo hizo en la reunión previa de ministros de Defensa en Santiago de Chile, en el 2002, Rumsfeld los asustó con el fantasma de los terroristas que se ocultan en las “zonas ingobernables” de los países, como el pretexto para crear una fuerza militar regional supranacional. “Las nuevas amenazas del siglo 21 no reconocen fronteras”, reiteró en Quito. “Los terroristas, los narcotraficantes, los secuestradores y las pandillas criminales forman una combinación antisocial que cada vez más busca desestabilizar las sociedades civiles. Estos enemigos a menudo encuentran refugio en regiones fronterizas u zonas que están más allá del alcance efectivo del gobierno. Vigilan y tantean en busca de zonas de vulnerabilidad, de debilidades y de grietas en nuestros planes colectivos de seguridad, que puedan tratar de explotar”. Así, las “grietas en nuestros planes colectivos de seguridad” deben sellarse.

En Santiago, Rumsfeld hizo explícito que se necesita una “capacidad” regional que se ocupe de “las partes desocupadas de los países”. Para echar a andar esto, propuso una iniciativa para fomentar la cooperación naval regional. Dos años después, anunció felizmente que la iniciativa naval, de la cual PANAMAX fue el principio, había quedado formalizada bajo el nombre de “Amistad Duradera”.

Su llamado de Santiago a que la región “explorara” la posibilidad de crear una “capacidad” militar regional permanente, topó con pared. Hace dos años ningún país pudo darse el lujo político de apoyar su propuesta, misma que los intereses financieros extranjeros vienen tratando de embutirle a las naciones iberoamericanas desde la muerte de Franklin Delano Roosvelt. La idea fue derrotada de nuevo en Quito, pero sus adherentes están aumentando. El Gobierno colombiano —el cual enfrenta la insurgencia narcoterrorista más grave del continente, y depende de la ayuda estadounidense incluso para la gasolina que necesita para volar sus aviones— estuvo a favor de la propuesta de Rumsfeld. El ministro de Defensa colombiano Jorge Uribe dijo en una conferencia de prensa el 18 de noviembre de 2004, que “tarde o temprano, nosotros en las Américas tendremos que formar un grupo integrado de países diferentes para defendernos del narcoterrorismo y combatirlo mutuamente”. Y sugirió que la fuerza estuviera “integrada por personal militar de los diferentes países que quieran colaborar” en lo que llamó la “seguridad globalizada”.

Fuentes militares de los Estados Unidos favorables al plan de Rumsfeld, insisten que el Gobierno de Ricardo Lagos en Chile está uniéndose a la causa, seducido por la creencia de que Chile tendrá una participación más importante en la política global al entrarle al plan bélico de Bush y Cheney. Todavía tienen que apoyar en público la fuerza militar supranacional, pero el ministro de Defensa chileno Jaime Ravinet de la Fuente se adelantó a secundar a Rumsfeld en Quito, diciendo que las “nuevas amenazas” que esconden los lugares sin protección de los gobiernos requieren que la Organización de Estados Americanos cree nuevas estructuras permanentes para la seguridad colectiva.

Según una fuente militar estadounidense, el mensaje de Rumsfeld para Sudamérica en Quito fue: entren al juego o aténganse a las consecuencias. Los centroamericanos obedecieron anunciando en Quito que formaran un batallón conjunto para desplegarlo en Haití como una sola unidad. Ésta es una primicia del precedente que Rumsfeld quiere, dijo la fuente. El mensaje de Rumsfeld a los sudamericanos fue: hagan lo que los centroamericanos. ¿Ustedes, brasileños, quieren un lugar en el Consejo de Seguridad de la ONU? Pongan sus palabras en acción. Brasil encabeza las fuerzas iberoamericanas que conforman la fuerza de paz de la ONU en Haití, pero eso no es suficiente. “Necesitan hacer algo más formal, y algo más permanente que la suerte de cosa ad hoc parcial que hay ahora”.

No hay seguridad sin progreso económico

Lo que le hace el caldo gordo a la ofensiva de Cheney y Rumsfeld, es la realidad de que la quiebra económica ha llevado a secciones enteras de Iberoamérica y el Caribe al punto de la desintegración y la guerra civil. La masacre de docenas de mujeres y niños inocentes en un autobús público la Navidad pasada en Honduras, ejemplifica el derrumbe de la vida civilizada que está aterrorizando a los pueblos de las Américas, al tiempo que el crimen organizado está reclutando a cientos de miles de jóvenes abandonados como tropas de choque. En varios casos, la desintegración ha llegado al grado que la existencia misma de la nación está en veremos, como muestra de forma más dramática la batalla que Bolivia libra contra los esfuerzos de las fuerzas financieras extranjeras por desmembrarla. En medio de la desesperación, ha renacido la discusión en torno a acudir o no a los militares en un intento por restaurar la apariencia de orden.

No obstante, aunque las últimas tres décadas de dictados del Fondo Monetario Internacional han eliminado la soberanía eficaz de las naciones de Iberoamérica, el concepto de soberanía como un derecho de todas las naciones sigue defendiéndose con fiereza. La mayoría reconoce que la creación de una fuerza militar supranacional permanente en la región le daría el tiro de gracia a la soberanía nacional en las Américas. Así, Rumsfeld encontró la oposición militante de la mayoría de los países de la región en Quito.

Brasil encabezó la oposición a Rumsfeld, con el apoyo de Argentina, México, Ecuador, Bolivia y Venezuela. Al frente de la delegación brasileña venía el vicepresidente José Alencar, quien acababa de ser nombrado ministro de Defensa sólo nueve días antes de la reunión de Quito. Uno por uno, los líderes de estos países y otros se levantaron para insistir que la única forma de combatir el terrorismo es aumentando la democracia, y aliviando la miseria y el hambre que afligen a la mayoría de sus pueblos.“Así como el terrorismo es una amenaza, lo mismo es el hambre y la desigualdad social; cuando eliminemos ésta, tendremos días mejores”, resumió el ministro de Defensa panameño Héctor Alemán.

En su discurso formal en la reunión, Alencar respondió punto por punto a los que proponen convertir a las agencias policíacas y los ejércitos iberoamericanos en fuerzas nacionales y regionales de ataque contra el “terrorismo”. “Algunos están a favor del uso de la fuerza para combatir las llamadas ‘nuevas amenazas’ que representan el terrorismo internacional y la proliferación de armas de gran poder destructivo”, declaró. “Otros, como nosotros, defendemos la cooperación para combatir amenazas estructurales, reflejadas en la pobreza extrema, el hambre, el aumento de la desigualdad, las crisis humanitarias y la propagación de enfermedades infecciosas. Como lo ha señalado el presidente [Luiz Inácio] Lula [da Silva], ‘un mundo donde predominan el hambre y la pobreza, no puede ser un mundo pacífico’ ”.

Haciéndose eco de la filosofía que inspiró la ofensiva de Franklin Roosvelt para derrotar al nazismo en la Segunda Guerra Mundial, Alencar dijo que la lucha contra el terrorismo debe realizarse en el marco de la “estricta observancia del derecho internacional, en especial la ley humanitaria y las libertades básicas reconocidas universalmente. La lucha contra el terrorismo, para que sea eficaz, tiene que trascender los aspectos meramente represivos que llevan a ciertas situaciones de exclusión e injusticia, las cuales alimentan —pero de ninguna manera justifican— actitudes extremistas. No existe seguridad política sin seguridad económica, y no hay aseguridad económica sustentable sin justicia social”.

Por eso, especificó, Brasil se opone a la ampliación de los poderes de la Junta Interamericana de Defensa más allá de la función para la que fue creada: la de ser “un cuerpo de asesoría técnica militar para la Organización de Estados Americanos, sin funciones operacionales”. Hemos decidido de forma multilateral que no habrá “ningún cuerpo en el área interamericana con la autoridad de deliberar acerca de intervenciones militares o de establecer misiones pacificadoras. Estas atribuciones son prerrogativa exclusiva del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas”.