Economía Resumen electrónico de EIR, Vol.III, núm. 16

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El corazón industrial de los EU ya no late

por Richard Freeman y Paul Gallagher

Los otrora estados industriales del medio oeste y el centro de los Estados Unidos, desde Wisconsin y Misurí hasta Pensilvania, han quedado relegados a la pobreza y el abandono —de las ciudades, de los centros de trabajo y de los empleos decentes— con los que la globalización y la desindustrialización los han golpeado.

Desde que inició el Gobierno de George Bush y Dick Cheney, la pobreza galopante ha llevado a casi todas las ciudades del cinturón industrial a parecerse al este de Alemania, donde hoy pululan las manifestaciones exigiendo empleos y que haya una reconstrucción económica.

Más de tres décadas, desde 1970 —el punto de inflexión que identifica el ex candidato presidencial estadounidense Lyndon LaRouche, cuando el abandono del sistema de tipos de cambio fijos de Bretton Woods nos trajo la era de la “globalización”— han visto prácticamente estancarse el crecimiento poblacional en estos estados, vaciarse las ciudades, reducirse de forma drástica las fuerza laboral manufacturera, y hundirse los niveles de vida. Según el censo de 2003, Cleveland, Ohio, alcanzó un nivel oficial de pobreza de 31,3% de la población, y las cifras en las otras ciudades del cinturón industrial andan entre el 20 y 30%. Y esto es lo que dice el censo, pero los condados y ciudades que hacen sus propios estudios de pobreza informan que ésta es mayor de lo que dicen los informes federales.

Sólo puede aglutinarse a la gran cantidad de ciudadanos desmoralizados de estos estados en torno a un llamado rooseveltiano para movilizar al hombre olvidado, y reconstruir la hoy perdida economía productiva de la nación.

El otrora corazón industrial de los EU

El cinturón industrial de los EU nace en Búfalo, al noroeste del estado de Nueva York, y corre desde Filadelfia y Pittsburg en Pensilvania, hasta San Luis, Misurí. Está anclado en ciudades antes industriales como Cleveland, Detroit y Chicago, entre las que sobran ciudades industriales medianas y pequeñas como Scranton, Pensilvania, y Gary, Indiana.

Esta región alguna vez rebosó de capacidad industrial. Había desde fundidoras de acero hasta fábricas de máquinas–herramienta, y una fuerza laboral altamente calificada y bien remunerada. Era conocida como el corazón industrial o, también, como el medio oeste industrial de los EU.
El desarrollo intensivo de la región lo iniciaron directamente las redes de Benjamín Franklin y Alexander Hamilton. Hubo la construcción de ferrocarriles, canales, esclusas y presas, redes eléctricas. Se aprovecharon los Grandes Lagos estadounidenses y los sistemas hídricos, como el del río Monongahela, en el transporte y el abasto de agua necesarios para desarrollar las abundantes acereras de la ciudad de Pittsburg y sus alrededores.

Esto cambió cuando la oligarquía financiera impuso la sociedad posindustrial de los 1960, como nube de langostas que voló sobre la región destruyéndolo todo a su paso. Esta región ahora se llama el cinturón oxidado, pero ese calificativo no alcanza a describir el grado de destrucción sufrido.

En las gráficas, observa cómo las ciudades de estos estados, como Pittsburg, Cleveland, Detroit, Búfalo y San Luis, perdieron de una forma anormal más de un tercio de su población entre 1970 y 2000. Casi cada ciudad importante de este cinturón industrial ha perdido más de la mitad de su fuerza laboral manufacturera, y hablamos de los trabajadores manufactureros más productivos del mundo.

La proporción entre los trabajadores manufactureros y la fuerza laboral total, que en la mayoría de estas ciudades ascendía a entre el 25 y 40% de la misma en los 1960, hoy sólo llega al 15 o 20%, pues los servicios financieros y otras fruslerías y zarandajas pasan ahora por trabajos.

En el caso de las 10 ciudades principales de cada uno de los estados de Pensilvania, Ohio y Michigan —tres estados clave del corazón industrial de los EU—, en una de cada dos ciudades (por ejemplo, el centro de especulación financiera y capital de Ohio, Columbus) la población creció y la pobreza no aumentó, debido a los trabajos ofrecidos por el sector de los servicios financieros. Aparte de estas capitales políticas o financieras, el cuadro es uno de verdadera devastación económica. Aun tomando en cuenta estas pocas excepciones, la realidad es que cada uno de estos estados ha sufrido una pérdida anormal de población de 20% o más en sus otrora centros urbanos industriales.

Una consecuencia de este proceso es el aumento explosivo de la pobreza, al grado que más de un cuarto de la población de ciudades como Cleveland y Gary está por debajo del nivel “oficial” de pobreza. El actual nivel oficial federal absurdamente bajo de pobreza subestima de forma peligrosa el verdadero grado de pobreza que, en realidad, en muchas de estas ciudades rebasa el 35%.

Por si fuera poco, todas estas ciudades vienen sufriendo crisis fiscales explosivas, lo que pone —o casi pone— a muchas de ellas en la categoría de “ciudad damnificada”, que es el legalismo moderno para referirse a una municipalidad en quiebra sometida a una intervención fiscal del Estado. En la era de la mentada seguridad del territorio nacional, han “tenido” que despedir a bomberos y policías, cerrar hospitales y descuidar otra infraestructura.

Éstas son las muy arraigadas consecuencias de 40 años de una política que convirtió a los EU, de la principal sociedad productora del mundo, en una sociedad de consumo. El alma industrial de los EU se perdió. Ninguna “reforma” o curita puede deshacer el profundo daño hecho. Es sólo a través de la política del Súper TVA de LaRouche, que las destrozadas vidas de los ciudadanos de estas ciudades pueden resarcirse, la infraestructura puede ponerse a funcionar, y la necesaria capacidad industrial indispensable para los EU y el mundo puede revitalizarse y mejorarse.