Evaluación estrtégica
Resumen electrónico de EIR, Vol. III, núm. 12

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La nueva Torre de Babel se desploma


La torre de Babel

El siguiente editorial lo escribió Lyndon H. LaRouche, el precandidato a la Presidencia de los Estados Unidos por el Partido Demócrata, en una evaluación que hace de las elecciones de la Unión Europea que tuvieron lugar el 13 de junio.

La combinación de la bofetada en la cara que recibió el primer ministro Tony Blair en las elecciones locales en Gran Bretaña, y la mezcla de confusión y extendida indiferencia popular que fue la norma de los resultados electorales en las elecciones de la Unión Europea el 13 de junio, marca el comienzo de un cambio de fase en las políticas de globalización imperial de los círculos financieros angloamericanos. Ahora están poniendo en oferta a Blair y a los locos de Cheney en las ventas futuras del mercado de desperdicios, en tanto que ya se incuba una versión alternativa e igual de peligrosa de tiranía mundial angloamericana en torno a los sectores civiles de la élite de la defensa de los Estados Unidos, que son propiedad de los financieros.

La intención del nuevo modelo de producción en línea de la globalización imperial angloamericana tras la era de Blair y Cheney, hará un hazmerreír del escape de Europa al mundo de la fantasía de la Unión Europea como posible "alternativa" estilo "Miniver Cheevy" (el personaje del poema de Edwin A. Robinson que nació demasiado tarde, pues en un tiempo diferente hubiera sido un personaje glorioso—Ndr.) a la arrogancia yanqui. La actual generación política dominante, en Alemania y en todas partes en Europa, ha destruido mucho, y de forma salvaje, elementos continentales de la infraestructura, la agricultura y la mediana industria, de las capacidades económicas físicas de las hoy quebradas Europa Occidental y Europa Oriental de antes de 1989. La experiencia y los hábitos políticos de esta generación no cuentan con una idea clara de la naturaleza y la función de la intensidad del capital físico, ni de la naturaleza esencial de los modos clásicos de proteccionismo de Hamilton, Carey y List en hacer posible siquiera la creación o el reinicio de una forma próspera de economía agroindustrial moderna.

Estos gobiernos tienen que aprender que no te haces rico ganando un juego de póquer al lado de una fábrica abandonada, con la promesa sin valor de un apostador en quiebra (como los fondos de derivados financieros), de que pagará todo lo que está en juego.

Sin medidas proteccionistas de largo plazo, las cuales dependen, por su naturaleza, de un equilibrio entre el poder de la soberanía nacional y los acuerdos entre naciones como los de una unión aduanera, no hay posibilidad física de que una unión que se hunde —en la forma de una Unión Europea a tono con la "globalización"— no se convierta mañana simplemente en víctima de las potencias angloamericanas. Eso es lo que hoy representan los despojos saqueados de los mercados de mano de obra barata, antes conocidos como América Central y del Sur, para los intereses financieros depredadores combinados de España y los angloamericanos.

Esto comprueba el viejo adagio de que cualquier intento por remplazar las culturas nacionales con una Torre de Babel imperial, lo cual está implícito en la tendencia actual del cambio de orientación de la Unión Europea, siempre fue, y sigue siendo, una muy mala idea, una idea acorde sólo a aquellos que se tambalearían hacia la destrucción que ellos mismos se han acarreado. La elección no es más que un ligero temblor de advertencia del terremoto que amenaza con venir, una señal de advertencia de que es hora de que desde las almenas resuene el grito de "volvamos a la soberanía". Quizás ese necesario regreso de Europa a un sistema de repúblicas soberanas sólo pueda generarse desde unos Estados Unidos que hayan botado, no sólo lo que Cheney representa, sino también a la pandilla anternativa de imperialistas que ahora están acomodándose para remplazar a los locos de Cheney, como los zopilotes escogidos que ahora se congregan para descender sobre Europa.

Europa se merece un mejor futuro que lo que la globalización jamás le permitiría. Con este fin, alguien tiene que enseñarle a estos partidos políticos los rudimentos de una forma competente de economía política.