International Resumen electrónico de EIR, Vol. III, núm. 12
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La Cenicienta de Rossini:
'Mi venganza es perdonar'

por Cruz del Carmen Moreno de Cota

Once años después de su última representación, la Ópera Nacional de Washington montó del 3 al 22 de abril la optimista y humorística ópera de Gioacchino Antonio Rossini, Cenerentola (La Cenicienta), en el Kennedy Center, la casa de la ópera en la capital estadounidense.

Este montaje de La Cenicienta, que por su carácter jocoso y sencillo es muy didáctica, hizo un uso brillante de dicho propósito. La ejecución combinó a artistas y cantantes consumados con otros noveles, creando el equilibrio adecuado que provocó la atención, las risas y la alegría del público durante toda la representación, dándole el regalo principal del mensaje de esta obra: cuando se tiene poder, la tentación de buscar venganza debe ceder al coraje de saber perdonar. O, como dijera Cenicienta: Mi venganza es perdonar".

Llevando el bel canto a las nuevas generaciones

En esta nueva temporada de la Ópera Nacional de Washington se aprecian los primeros frutos de la labor educativa emprendida bajo la dirección de Plácido Domingo como su director general. Por un lado, es patente el esfuerzo de promover a jóvenes talentos que han salido de Operalia y otros concursos internacionales (en los que Plácido Domingo también ha desempeñado un papel importante). Pero hay algo más. Esta labor también está orientada a educar a las nuevas generaciones en el gusto por la buena música y el bel canto, con programas educativos especiales para los niños y los jóvenes, como el que tuvo lugar el sábado 17 de abril, donde jóvenes artistas también montaron "La Cenicienta" y la dedicaron a la "generación 0", una nueva generación de apreciadores de la ópera.

Aunque la representación particular a la que asistió quien esto escribe no estaba dedicada a la "generación 0", fue grato ver a tantos niños y jovenes ahí reunidos, en especial cuando al final vi la sonrisa y la felicidad con que una niña de unos 9 o 10 años de edad le aplaudía a los artistas, y con especial entusiasmo a la protagonista, Sonia Ganessi.

El Kennedy Center, luego de once meses de estar cerrado por remodelación, no sólo renovó sus instalaciones, sino que las adecuó, entre otras cosas, para brindarle mayor comodidad a personas con discapacidad, con instalaciones especiales en el primer piso. Estos cambios realmente valieron la pena; me bastó con ver la carita feliz de otra niña, también de unos 9 o 10 años de edad, que, en su silla de ruedas y acompañada de su papá, ocupó el nuevo espacio designado. Esa imagen conjuga los dos propósitos de la renovación: el de educar a las nuevas generaciones y el de ofrecer nuevas y mejores instalaciones.

Un gran elenco

Gioacchino A. Rossini

En cuanto a la obra, los cantantes-actores cumplieron a cabalidad su objetivo. Sonia Ganessi (Angelina, la Cenicienta) lució una voz plena y hermosa de mezzosoprano. Aunque el personaje no exigía en realidad grandes dotes vocales, su voz bien educada en el bel canto destacó de principio a fin.

También las actuaciones de las dos hermanastras de la Cenicienta, HooRyoung Hwang (Clorinda) y Ann MacMahon Quintero (Tisbe), fueron fabulosas. En particular, Tisbe hizo reír a carcajadas al público con su caracterización de la hermanastra alocada, superficial y malvada de la Cenicienta.

Por su parte, Don Magnífico también estuvo magnífico. El papel estuvo a cargo de Alfonso Antoniozzi (bajobarítono), quien tuvo la cualidad de mantener la característica bufa de su personaje de villano. Pero quien alegró la noche con su bella voz y comicidad fue el bajo Simone Alberghini (Dandini). El bajo Paolo Pecchioli (Alidoro, el filósofo tutor del príncipe que sustituye al hada madrina del cuento original) fue un buen soporte del elenco. Y el tenor Jesús García (don Ramiro, el príncipe) mostró su fuerte en el tercer registro de su voz.

El ejemplo de la Ópera Nacional de Washington, de educar a niños y jóvenes usando estas óperas bufas que los introducen al arte del bel canto, está generando bellas ondas de choque que esperamos lleguen también a los centros operísticos de Iberoamérica, en especial a Bellas Artes en la Ciudad de México, donde Plácido Domingo aún tiene su hogar.