Economía Resumen electrónico de EIR, Vol.III, núm. 08

Versión para imprimir



¿Quién supervisará la muerte del FMI, Stiglitz?


Al extremo izquierdo Joseph Stiglitz, al centro Mark Mallock
y al extremo derecho George Soros

por Mike Billington

Washington (EIRNS)—Se ha desatado una disputa entre la élite financiera del mundo sobre quién será el próximo director gerente del Fondo Monetario Internacional (FMI). Por desgracia, los diversos bandos en pugna olvidan que la institución que tanto les aflige está completamente en quiebra, o prefieren nublar ese hecho de suyo evidente a fin de mantener el aura de poder que rodea a la augusta institución. Aunque el FMI está en quiebra desde hace años, la realidad se hizo completamente transparente en marzo, cuando Argentina, amenazada con el ostracismo global si no aceptaba las exigencias mortales del FMI, decidió enfrentar la balandronada y el Fondo se echó para atrás. La supuestamente todopoderosa institución no pudo darse el lujo de tragarse otro incumplimiento, y enfrentar la probable explosión de los 400 billones de dólares de la burbuja especulativa de los agregados financieros. Así que reprogramaron la deuda, casi sin condiciones. Es el FMI —y el sistema financiero internacional al que representa— el que está quebrado, ¡mucho más que las naciones a las que ha llevado a la insolvencia!

Imagina un barco cuyo capitán acaba de saltar por la borda, quizás notando que el barco se dirige de forma acelerada e irreversible hacia una catarata. Mientras cae al precipicio, ¡varios miembros de la tripulación se pelean el mando del barco!

No es seguro que Horst Köhler renunció en marzo a la dirección del FMI por el cambio de fase que marcó la crisis argentina. Puede que simplemente haya querido buscar la Presidencia de Alemania, como afirma. Como sea, la disputa tiene que ver con la tradición de que al FMI siempre lo encabeza un europeo (el jefe del Banco Mundial, el segundo puesto en el FMI, siempre es de los Estados Unidos, y Japón consigue jugosas posiciones secundarias). Hasta ahora los europeos no han podido decidir entre el francés Jean Lemierre, jefe del Banco Europeo de Reconstrucción y Desarrollo, y el ministro de Hacienda saliente de España, Rodrigo Rato.

Pero la mayor ironía de este drama, es que quienes han estado atrapados en este barco condenado a la destrucción, las naciones del sector en vías de desarrollo a las que las condiciones impuestas por el FMI y las instituciones financieras internacionales que representa han saqueado y destruido, hayan elegido este momento para exigir lo que se les ha negado siempre, pero que ya no tiene sentido pedir: la capacidad de decidir sobre las medidas del FMI y una posición de iguales al timón. Los representantes ante el FMI de más de cien países, incluyendo a Rusia, emitieron una declaración en marzo solicitando que se abandone dicha tradición, y que la nacionalidad no sea el criterio de selección al próximo director gerente. Si consiguen lo que desean, puede que vivan para lamentarlo.

El chico de Soros

Pero, ¿quiénes son los candidatos del llamado Tercer Mundo? El primero en salir con una propuesta fue el ex economista del Banco Mundial, quien se autodefine como crítico del FMI, Joseph Stiglitz. Éste se ha proyectado como héroe del movimiento antiglobalización y, por desgracia, también de muchos líderes del Tercer Mundo, quienes buscan con desesperación aliados contra el FMI. Sin embargo, Stiglitz sólo pretende hacer parecer menos brutal y más justo con sus víctimas al FMI, al modo del movimiento en defensa de los animales, que exige que los maten de forma "más humanitaria". De hecho, Stiglitz es un vocero de los círculos bancarios sinarquistas fascistas, en especial los del principal especulador y narcolagalizador global George Soros, quien financia el instituto de Stiglitz, Iniciativa para el Diálogo Programático.

Stiglitz propone a Arminio Fraga como nuevo jefe del FMI. En los 1990 Fraga fue director de mercados emergentes del Soros Fund Management, uno de los fondos de apuestas especulativas creado por Soros, que llevó a la bancarrota a decenas de países en esos años especulando contra las naciones del Sudeste de Asia y otras del sector en vías de desarrollo, reduciéndolas a la condición de tener que aceptar las condiciones de austeridad del FMI, lo cual mató a decenas de miles en el caos económico subsecuente. Cuando Brasil estuvo a punto de incumplir sus pagos en 1999, Soros movió sus hilos en el Gobierno y el Banco de la Reserva Federal estadounidenses, y en el FMI, para instrumentar la demente medida del muro de dinero mediante la cual se echó a andar la maquinita de dinero para refinanciar las quiebras estatales y privadas, provocando así el derrumbe hiperinflacionario de la economía mundial.

Para aplicar su programa en Brasil, el mayor deudor del sector en vías de desarrollo, Soros consiguió en 1999 que nombrasen como presidente del Banco Central brasileño a uno de los suyos, Arminio Fraga. En los siguientes tres años Fraga llevó la deuda brasileña a la estratósfera (hoy asciende a unos 500.000 millones de dólares), las tasas de interés al 35%, derrumbó la moneda y, en general, dolarizó la deuda pública, dejando a Brasil, para cuando se fue, a principios de 2003, en una crisis perpetua.

¡Salven al FMI!

Para Stiglitz, la pericia de Fraga no debe desperdiciarse en el tratamiento de bancarrotas, sino aprevecharse a nivel internacional como jefe del FMI. Esta es también la opinión del Miami Herald, uno de los órganos de las instituciones financieras internacionales especializado en asuntos iberoamericanos. En su editorial del 12 de abril el Herald dice que los candidatos europeos a la dirigencia del FMI carecen de la experiencia, en tanto líderes nacionales, para enfrentar crisis fiscales verdaderas, y también de la legitimidad que sólo viene de haber administrado una economía bajo tensión en países emergentes. Aunque el Herald no menciona a Fraga, sí sugiere al ex presidente mexicano Ernesto Zedillo, quien desempeñó una función similar a la de Fraga en el derrumbe económico mexicano de 1994–95; a saber, garantizar el pago a las instituciones financieras internacionales mediante el empobrecimiento de la población, y dejar al país con más deuda de la que tenía al principio.

Otras dos propuestas, de los dos periódicos más destacados de Washington, el Post y el Times, redondean el cuadro de este necio certamen por la jefatura del FMI. El Times, órgano de los neoconservadores, alegaba el 12 de abril que gran parte del mundo pobre y en vías de desarrollo mo quiere a otro europeo al mando del FMI. Pero en vez de darle el puesto a un nativo, como propone Stiglitz, el Times sostiene que, dadas las grandes inversiones de los españoles en América Latina, el otorgarle el puesto a un español representa una buena palanca para el mundo en vías de desarrollo. Por supuesto, no menciona que el ala española de las redes bancarias sinarquistas se ha destacado por comprar el quebrado sistema bancario iberoamericano, privando a esas naciones de lo que les quedaba de soberanía sobre sus economías. La única palanca que representaría un nombramiento como ese para los iberoamericanos, sería la que tenían con los virreyes españoles durante la colonia.

El Washington Post, por supuesto, es más sofisticado. En vez del enfoque de la fuerza bruta del Times, o del método imperial de un empleado de Soros como Fraga, el Post vuelve la vista adonde está el dinero. Las economías del oriente de Asia están sentadas en pilas enormes de reservas en divisas, dice el Post en su editorial del 13 de abril, acumuladas en parte como protección contra una repetición de la crisis de 1997 (cuando Soros y compañía les saquearon varios millardos de dólares). Si China, Corea del Sur y otros transfieren parte de esas reservas al FMI, podrían combinar sus preparativos de defensa contra los asaltos de los fondos especulativos y, al mismo tiempo, acabar la dependencia del FMI con los estadounidenses y europeos para los fondos de rescate suplementarios, dice el Post. Entonces no habría objeción a un jefe del FMI de un país en vías de desarrollo. Las enormes reservas asiáticas y sus ahorros representan la última fuente de liquidez disponible para apuntalar al moribundo sistema financiero global del FMI. Es improbable que los líderes asiáticos negocien esas reservas por el derecho a oficiar la extremaunción del FMI.