Economía Resumen electrónico de EIR, Vol. I, núm. 20

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El narcoterrorismo a la toma del poder en Bolivia


Al nuevo presidente Carlos Meza, a pocos horas de prestar juramento,
las organizaciones que agrupan a los cocaleros, el movimiento
Pachacutec de Felipe Quispe, y el MAS de Evo Morales,
ya lo pusieron en jaque

por Luis Vásquez Medina

Lima (EIRNS)—Ahora le tocó a Bolivia; otro país del continente que arde en llamas y otro presidente al que echan del cargo de modo vergonzoso. El Gobierno de Gonzalo Sánchez de Lozada cayó luego de un mes de violentas manifestaciones. Aunque muchos han denominado a esta rebelión popular la "guerra del gas", las razones que la motivaron son mucho mas profundas, y marcan el fracaso de 18 años de reformas librecambistas que, irónicamente, el propio Sánchez de Lozada inauguró en 1985, siendo ministro de Economía del presidente Paz Estensoro.

El contrato de privatización del gas boliviano al consorcio trasnacional Pacific, la estafa del siglo para Bolivia, sólo fue la gota que derramó el vaso. Este cosorcio, conformado por British Petroleum, British Gas y la española Repsol, iba a pagar por el gas boliviano un precio de robo. Mientras Brasil, por un lado, le paga a Bolivia 1,7 dólares por millar de pies cubicos (mpc) de gas, Pacific sólo iba a pagar 0,70 centavos por el gas exportado a California vía México. Los carteles energéticos pensaban, así, menguar la crisis energética californiana, producida por las políticas de desregulación económica de los amigos del vicepresidente estadounidense Dick Cheney.

El ex presidente Sánchez de Lozada, "Goñi", como lo llaman en Bolivia, quien fue un alto ejecutivo del consorcio minero británico Rio Tinto antes de entrar a la política, ha sido el abanderado del Fondo Monetario Internacional (FMI) en ese país. Sus reformas liberales, que comenzó como Ministro de Economía, se profundizaron durante su primer período como Presidente de Bolivia (1993–1997). Él aplicó una furiosa política de ajuste fiscal, y terminó con lo poco de economía real productiva que tenía Bolivia: minas e industrias cerraron, y cientos de miles de obreros fueron lanzados al desempleo y la pobreza más extrema. Esos desempleados no tuvieron más remedio que salir a venderse como trabajadores esclavos en las haciendas cocaleras de Bolivia.

Esos cocaleros, organizados en la Confederación de Cocaleros, y azuzados por la gente del megaespeculador internacional George Soros en Bolivia, como el partido Movimiento al Socialismo (MAS) de Evo Morales, son los principales organizadores de las revueltas contra las fuerzas de seguridad, que dieron como saldo casi cien muertos.

El estallido boliviano y la caída de "Goñi", en apenas poco más de un año de su segundo mandato, es el resultado inevitable de esas políticas fondomonetaristas, mismo que ha desmentido toda la propaganda de los voceros de la banca internacional, quienes, hasta hace tan sólo unos meses, hablaban del "milagro económico boliviano". Goñi se va porque sus políticas de ajuste fracasaron y mandaron a más de dos terceras partes de la población boliviana a la "pobreza extrema", y porque la paciencia de la población se acabó.

El problema de Bolivia, como el del resto de los países del continente, es que a falta de un liderato verdaderamente nacionalista, que ofrezca una alternativa programática como la que ha venido planteando Lyndon LaRouche desde hace más de 20 años, los únicos ganadores del caos boliviano son los socios del narcolegalizador George Soros, encabezados por Evo Morales y los carteles del narcotráfico.

Revuelta sinarquista continental

La situación boliviana está lejos de estabilizarse. Al nuevo presidente Carlos Meza, a pocos horas de prestar juramento, las organizaciones que agrupan a los cocaleros, el movimiento Pachacutec de Felipe Quispe, y el MAS de Evo Morales, ya lo pusieron en jaque. Estos aliados de Soros y del narcotráfico han declarado que seguirán azuzando la revuelta si Meza no atiende sus demandas, empezando con la convocatoria a una reforma constitucional que prepare el terreno para la instauración de una narcorepubliqueta en Bolivia.

Estas fuerzas, que no constituyen más del 20% del electorado boliviano, andan crecidos por lo que consideran un triunfo suyo: la caída del presidente Sánchez de Lozada. Sin embargo, lo cierto es que en esta revuelta intervinieron directamente una serie de organizaciones narcoterroristas de toda la región andina.

Fuentes de la inteligencia castrense boliviana revelaron que en los disturbios más violentos se detectaron elementos de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC).

La inteligencia militar peruana detectó a cuadros de Sendero Luminoso que operan en la región fronteriza de Puno, desplazándose a las zonas de la Paz y el Alto en Bolivia para participar de manera activa en las revueltas.

El grupo de "camisas negras" de los Humala, el grupo fascista peruano, declaró públicamente que sus militantes en la zona sur del Perú también se desplazaron a Bolivia para sumarse a la rebelión. Este grupo de ideología racista, que se autodenomina "etnonacionalista", acaba de hacer públicos sus vínculos con el sinarquismo internacional, y anda promocionando al filósofo peruano Hernando Nieto, proclamado él mismo seguidor del profesor Leo Strauss, el maestro nazi de la cábala de neoconservadores norteamericanos encabezados por Cheney, que hoy rodean al presidente Bush y que buscan imponer a sangre y fuego su programa de fascismo mundial.

El incendio iniciado en Bolivia puede extenderse con facilidad a toda la región andina. En Venezuela, el sinarquista Hugo Chávez ha apoyado abiertamente el proyecto narcolegalizador de Evo morales. En Ecuador, los movimientos campesinos, encabezados por la Confederación de Naciones Indígenas del Ecuador (CONAIE), tienen copado al presidente Lucio Gutiérrez con su anuncio de que saldrán a las calles si éste no cambia su política económica y social. Guitiérrez acaba de abogar públicamente por la legalización de las drogas en un intento por apaciguar estas demandas.

En Perú, quizás el país que más cerca está de un "bolivianazo", con un presidente que es el más impopular de su historia y que, a pesar del repudio generalizado, sigue aferrado a los dictados del FMI, la pregunta no es si Perú seguirá los pasos de Bolivia, sino cuándo se dará ese tipo de acontecimientos en el país. En Perú la gente de Soros viene preparándose para perpetrar un estallido social parecido al que dio pie en Bolivia. Por lo pronto, la Confederación de Cocaleros de las 14 cuencas cocaleras del país, dirigidas por Nelson Palomino, el llamado "Evo Morales peruano" que cuenta con el apoyo de la Comisión Andina de Juristas, la ONG de Soros en Perú, celebró el "bolivianazo", y anunció que ya está en capacidad de sitiar la capital del país.

La única alternativa: las propuestas de LaRouche

Frente a este incendio que corre por todo el continente, hasta el momento parece no haber alternativa. Todos los presidentes se muestran incapaces de enfrentar la catástrofe venidera. Incluso los que aparentemente resisten al imperialismo globalista pecan de un pragmatismo suicida. Este es el caso del presidente brasileño Luis Inácio Lula da Silva y del argentino Néstor Kirchner, quienes acaban de hacer público un documento denominado el "Consenso de Buenos Aires", con la dizque intención de hacerle frente al "consenso de Washington". Sin embargo, no es más que una mera declaración de postura en relación a la deuda externa y a las injustas relaciones comerciales que rigen hoy al mundo —como se ve en la aplicación de las recetas del FMI en ambos países—, y lo único que de veras revela es el miedo desatado por el reciente "bolivianazo" entre todos los presidentes del continente.

Hay que decirlo sin pelos en la lengua: Iberoamérica seguirá ardiendo, a menos que nuestros dirigentes adopten las recomendaciones que desde hace más de 20 años nos hiciera LaRouche en su famoso documento "Operación Juárez". No hay otra forma de mantenerse en el cargo, sino como dijo el ex presidente mexicano José López Portillo, finalmente, dejándose de cobardías, haciendo que los líderes continentales le hagan caso a las "sabias palabras de Lyndon LaRouche".