Iberoamérica
Resumen electrónico de EIR, Vol. II, núm. 18

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A vender tacos, dice Fox


El Movimiento de Juventudes Larouchistas en Monterrey, México

por Ronald Moncayo Paz

La noche del triunfo electoral presidencial del 2 de julio del 2000 en México, los jóvenes que dizque inclinaron la balanza a favor de Vicente Fox con su voto le gritaban entusiasmados a su nuevo presidente: "¡No nos falles! ¡No nos falles! ¡No nos falles!". Oh desilusión, pues las políticas sinarquistas del Gobierno foxista son sólo una agresiva continuación de las aplicadas en los últimos tres sexenios, tal como EIR lo advirtiera desde antes de la firma del Tratado de Libre Comercio (TLC) en 1994. Por ejemplo, Resumen ejecutivo de EIR publicó en marzo de 2000 (vol. VII, núm. 6) una evaluación titulada, "El `foxismo', fase terminal del salinismo en México".

Ya en 1991 EIR explicaba que el TLC, no sólo destruiría la fuerza laboral mexicana, sino que el principio que lo gobierna reduciría año tras año el total absoluto de empleos.

Aumentan los suicidios

Ese pronóstico es hoy una realidad. La desesperanza, la frustración, el desempleo y los salarios de miseria fueron la causa de 224 suicidios en el primer semestre del 2003, por ejemplo. En la segunda semana de agosto tres jóvenes que no alcanzaron cupo en la universidad, también se suicidaron.

En julio de este año la crítica situación del desempleo se volvió aún más grave para los mexicanos, con el anuncio de que desaparecieron 2.100 puestos de trabajo cada día en los últimos cuatro meses. Ese mes las cifras oficiales del Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática (INEGI) sobre el desempleo abierto alcanzaron su nivel más alto en lo que va del sexenio, 3,2%. Es decir, el Gobierno de Fox batió su propia marca anual del 2002, al alcanzar este año la misma cifra de desempleo (más de 350.000 personas sin trabajo), ¡pero en sólo seis meses! También reconoció que, tan sólo en junio, se perdieron 200.000 empleos.

Las cifras oficiales del desempleo abierto en México son el hazmerreír de todo el mundo (ver recuadro). EIR ha documentado que el desempleo real supera ya el 50% de la población económicamente activa (la PEA, ver Resumen ejecutivo, vol. XIV, núm. 2).[FIGURE 101] Ante lo grave del desempleo en México, y negando que la causa real es el modelo económico fascista anticrecimiento que promueve, el propio presidente Fox —junto con algunos de sus secretarios— anunció con cinismo que la solución al problema consiste en aplicar una serie de medidas, que en realidad no resuelven nada, y que podemos resumir como sigue:

1. Aprobar de urgencia el saqueo de los activos nacionales y de la mano de obra nacional mediante la promoción de las llamadas "reformas estructurales", entre ellas la "reforma laboral", que consiste en eliminar todas las prestaciones, así como a los sindicatos, y en aplicar la mentada "flexibilidad laboral" para generalizar los miserables empleos de "pago por hora", y no por salario.

2. Aplicar la locura del "licenciado: pon tu changarro y sé feliz", que implica la promoción de un sector informal en el que los egresados de las universidades y los profesionales desempleados promuevan su "autoempleo". Para ello, el Banco Mundial les prestará 500 pesos (50 dólares) para que pongan su propio "changarro" (puesto ambulante) de "venta de tacos". Así, pronto tendremos licenciados y doctores con "especialidad" en quesadillas de flor de calabaza y otros antojitos mexicanos.

3. El "ve al banco, ve al matadero", que consiste en que las empresas pequeñas y medianas vayan a los bancos privados y de desarrollo para tener acceso a la bolsa de unos 36 mil millones de dólares en créditos a tasas de interés altas, para colocar sus productos en un mercado sumamente recesivo, donde lo único garantizado es que no recuperarán sus costos de producción y quedarán atrapados en la aritmética bancaria de "cuanto más pagas, más debes". De hecho, los empresarios no quieren estos créditos, y a los bancos tampoco les interesa prestar a quienes no pueden pagar, y prefieren comprar bonos del Gobierno, que son más seguros.

4. Aplicar un "copeteado laboral", es decir, un fondo gubernamental por 10 millones de dólares para "capitalización y apoyo para los desempleados", que en realidad es una asistencia limitada a quienes no tienen trabajo, por tres meses.

La Constitución mexicana establece en su artículo 123 que, "toda persona tiene derecho al trabajo digno y socialmente útil; al efecto se promoverán la creación de empleos y la organización social para el trabajo, conforme a la ley".

De conformidad, y por el crecimiento de la PEA, el Gobierno foxista debió haber creado, del 2000 a la fecha, al menos 3,6 millones de empleos nuevos para los 1,2 millones de nuevos demandantes de trabajo que se incorporan a la PEA cada año. En realidad el Gobierno no creó dichas plazas, sino que, en el mismo período, produjo más de 2 millones de nuevos desempleados. Por eso la situación es ahora explosiva. Siguiendo con mayor agresividad la política laboral de los últimos tres sexenios, el Gobierno actual (del Partido Acción Nacional) viene destruyendo de forma sistemática los empleos y los salarios.

México cuenta con 102 millones de habitantes, y su PEA actual es de 42 millones de personas; pero, de estas, sólo unas 14 millones están registradas como empleados formales. Si a esas 42 millones de personas les restamos los 14 millones registrados en el Seguro Social como trabajadores, nos quedan 28 millones de personas, que son los que encontramos en las diferentes manifestaciones de la informalidad, como la migración, el ambulantaje, el subempleo, la delincuencia y el oficialmente llamado "desempleo abierto".

Además, el cálculo oficial es que cerca de 400 mil connacionales salen anualmente como ilegales hacia los Estados Unidos (donde viven 20 millones de personas de origen mexicano a los que la economía nacional no pudo darles cabida, de los cuales, 8 millones son mexicanos de nacimiento, y el resto nació en los EU).

Pero no por estar "empleados" quiere decir que tienen condiciones dignas de vida, pues según el propio INEGI, 9% de la población empleada labora en "condiciones críticas" de miseria salarial, con menos de 4 dólares diarios, mientras que 26% trabaja sin ninguna prestación laboral desde 1997. En las maquiladoras la situación es peor, pues son prácticamente "campos de concentración" donde los salarios son la mitad de lo que paga la industria nacional, las prestaciones no existen y las condiciones de trabajo son de esclavitud.

El Gobierno actual se ha dedicado a administrar la depresión económica, pero la misma empieza a salírsele de control ante la destrucción que sufren los sectores productivos nacionales como resultado de la aplicación, desde 1994, del feudal TLC.

Por poner un ejemplo reciente, la industria hulera tenía 10.000 empleados en el 2000, y ahora sólo le quedan 2.700. En el mismo período, las industrias del juguete, el vestido y la textil sufrieron un proceso de extinción por la llegada de productos asiáticos —a precios cinco veces menores que los nacionales— y por el contrabando, eliminando 100.000 empleos. Ni que decir de la industria de la transformación, que ha perdido 169.000 plazas, y de la manufacturera, con 127.000 empleos menos. Asimismo, la pobreza y el abandono del campo expulsa a las ciudades a más de 400 mil personas al año. Así, el ejército de desempleados aumenta abruptamente en toda la moribunda actividad económica nacional.

Los jóvenes: desempleados y sin futuro

Los desilusionados jóvenes mexicanos que gritaban, "¡No nos falles!" han de estarse preguntando: "¿Qué clase de Gobierno es este, que no produce oportunidades de trabajo y elimina las aspiraciones educativas?" Elena Zúñiga, secretaria general de la Comisión Nacional de Población (CONAPO), resumiendo la situación laboral de la juventud mexicana, declaró el 5 de agosto que: "El futuro es desolador para los 21 millones de jóvenes de nuestro país y se requiere el esfuerzo de las autoridades". Precisó que en el sector de la juventud la tasa de desempleo oficial es mayor de 4,5%, y sus alternativas educativas son pocas. La migración, la marginación y la segregación racial crecen en el sector. Del total de jóvenes entre 12 y 14 años de edad, 45% está en el empleo informal y el subempleo, mientras que en el estrato de entre 25 y 44 años, es el 33%.

Por otra parte, sumemos a esto la triste realidad de que, cada año, cientos de miles de jóvenes no logran ingresar a las universidades, en tanto que los pocos que lo hacen reciben una educación deficiente y, cuando egresan, la falta de empleo los orilla a convertirse en vendedores de tamales, quesadillas, tacos y, si bien va, de tortas y jugos.

En julio se presentaron en la capital del país 233.000 aspirantes a ingresar a los tres centros universitarios más importantes: la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), el Instituto Politécnico Nacional (IPN) y la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM). De estos, sólo aceptaron a 45.000, es decir, 188.000 quedaron fuera. A estos habría que agregar otros 56.000 que no alcanzaron cupo en la educación media superior. Estas cifras reflejan el desinterés y el abandono gubernamental por el futuro de los jóvenes. Tan sólo para darle cabida a esos aspirantes, el año pasado el Gobierno hubiera tenido que duplicar —por lo menos— la infraestructura universitaria, y aumentar en 70% la infraestructura para el nivel preparatoria.

Fox prometió crear 1,2 millones de nuevos empleos anuales, pero en realidad, al igual que a los ex presidentes Carlos Salinas y Ernesto Zedillo, jamás le interesó el futuro de los jóvenes mexicanos. Esto acabó de reventar el 6 de agosto en la residencia presidencial de Los Pinos, cuando en la ceremonia de premiación a la excelencia educativa, la joven profesional del IPN María Isabel Wong Baeza denunció de forma contundente, frente al propio presidente Fox, que "cada vez que sabemos que un profesional trabaja en algo diferente a su especialidad, para lo cual ni siquiera hubiera tenido que estudiar, sentimos que todo el sistema ha fracasado; vemos como se ha roto la cadena entre la educación, la capacitación y el empleo".

Lo cierto es que desde el inicio de su Gobierno, y como parte del proyecto para subvertir las instituciones del Estado nacional, el Gobierno de Fox trazó un plan para radicalizar el proceso de desregulación (es decir, la renuncia del Estado al cumplimiento de funciones vitales para cedérselas a un grupo de piratas transnacionales). A esta operación la llamaron "reformas estructurales" que, en esencia, es la aplicación de la desregulación a los sectores de educación, energía, federalismo y finanzas, así como a las áreas fiscal, presupuestaria, judicial, laboral, la de pensiones y seguridad social, y la de telecomunicaciones.

En todas esas esferas el Gobierno federal ha generado caos y abandono con la finalidad de "demostrar" que la participación gubernamental es perjudicial e ineficiente. Así, pretende crearse el pretexto necesario para iniciar la desregulación, solicitando al Congreso la aprobación de las diez "reformas estructurales", sobre todo en el caso en los sectores educativo, laboral y energético.

Fox insiste que la solución al problema del desempleo es la reforma laboral, para impulsar "una nueva cultura laboral que favorezca la productividad y las remuneraciones". Por supuesto, el tradicional corrillo de algunas de las cúpulas empresariales no se ha dejado esperar. El banquero y presidente del Consejo Coordinador Empresarial, Héctor Rangel, ha dicho que "si cambia el modelo económico será un desastre. . . el país no está sumergido en una crisis", y que, por ello, las nuevas inversiones dependen de la aprobación de las reformas estructurales. Otros, como León Halkin, presidente de la Confederación de Cámaras Industriales de los Estados Unidos Mexicanos, Concamin, a pesar de reconocer que hay una crisis, también concluye que la solución son las reformas estructurales. Halkin dijo que "las empresas están desapareciendo, otras se están haciendo pequeñas, y las grandes se hacen mas competitivas pero con menos mano de obra directa. . . de ahí. . . que se hagan necesarias las reformas estructurales".

En este sentido, lo que en realidad tiene que hacerse es cambiar el modelo económico vigente, por uno sustentado en los principios postulados por el economista y precandidato presidencial estadounidense Lyndon H. Larouche en sus propuestas de un Nuevo Bretton Woods y del plan binacional México–EU del Gran Desierto Americano, de construcción de infraestructura, y otros proyectos nacionales, para sustituir al modelo neofeudal del TLC.