Evaluación estrtégica
Resumen electrónico de EIR, Vol. II, núm. 09

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El regreso de Gengis Kan


Desde hace años, venimos publicando las advertencias de Lyndon LaRouche de que, de no cambiar de rumbo, la humanidad descendería a una nueva Era de Tinieblas, como la del siglo 14 en Europa.

Hubo quienes dijeron que exagerábamos, para ellos no tener que hacer nada. Vinieron las pestes del dengue, el sida, el cólera y, más recientemente, la neumonía atípica. Y aun después que vieron a naciones enteras, como Botswana, en vías de extinción, con un 30% o más de su población infectada del sida, dijeron que exagerábamos, que no había por qué temer que se repitiera la experiencia de la Europa medioeval, donde la peste negra acabó con casi la mitad de la población.

Y el oscurantismo siguió ganando terreno. Mientras el precio de la educación universitaria encarecía, su calidad bajaba. Los recortes presupuestales impuestos por el FMI en Iberoamérica, y las políticas similares aplicadas en otras partes a resultas de las mismas doctrinas descabelladas, llevaron al cierre de escuelas, al despido de maestros y a la creciente privatización del sector educativo. En vez de estudiar, cada vez más niños se han visto obligados a integrarse a la fuerza de trabajo para ayudar a sostener a sus familias, en condiciones más precarias que las que tenían antes.

Ahora los bárbaros no están a las puertas de la ciudad; ya entraron, y no podemos seguir cruzados de brazos. Hay que dejar de pretender que aquí no pasa nada, y sumarnos al movimiento de LaRouche.


Saqueos sin control en Bagdad

Ahí vimos al Ejército de los Estados Unidos cruzarse de brazos en Bagdad, mientras la turba, en gran parte contratada por saqueadores extranjeros, muchos de ellos vinculados al American Council for Cultural Policy —incluyendo a Michael Steinhardt, padrino del Consejo del Liderato Demócrata de los EU— robaba o destruía obras de arte y objetos arqueológicos milenarios en Iraq. La última vez que esto pasó en Bagdad, fue hace siete siglos, cuando invadieron los mongoles en los 1200. Pero las hordas de los descendientes de Gengis Kan, al menos tenían la excusa de que eran ignorantes.

¿Cuál es la excusa de Donald Rumsfeld y sus hordas del Pentágono? Claro, algunos peces gordos aumentarán sus colecciones, o harán millones vendiéndole el botín a coleccionistas y museos. Pero, no hay duda alguna que uno de los motivos principales de este atraco fue erradicar historia y cultura.

No podemos subestimar la importancia de esto. "En épocas anteriores, había un proceso de transmisión de la cultura, una especie de tradición cultural, de una generación a la siguiente; una especie de moralidad tradicional, que pasaba de una generación a otra, y que variaba de país a país, de cultura a cultura, de región a región", le dijo LaRouche a los jóvenes del Perú y México, como informamos en el artículo que aparece en la página 28 de este número. Pero "ese nexo, se ha roto".

Lo robado y destruido no era de Saddam Hussein, sino el patrimonio de la humanidad, en lo que algunos estudiosos llaman la "cuna de la civilización". Tan es así, que en el Génesis de la Biblia se mencionan al Tigris y al Éufrates, los dos ríos que pasan por Badgad, como brazos del río que bañaba el jardín del Edén.

Como señaló el escritor nigeriano Ben Okri en un artículo publicado en el Guardian de Londres el 19 de abril, "nos encontramos ahora en el epicentro de un cambio en la historia del mundo. La guerra contra Iraq ha desatado fuerzas insospechadas". "El que los estadounidenses sintieran la necesidad de proteger campos petroleros, pero no hospitales, ni museos, ni bibliotecas, [muestra] una carencia monumental de los verdaderos valores de la civilización".

"Muy bien podríamos estar al borde de una nueva Era de Tinieblas, cuando hasta las naciones que se dicen más civilizadas, ya ni saben cuáles son las cosas más duraderas, y se cruzan de brazos, mientras la oscuridad se extiende sobre nosostros sin darnos cuenta".

"El fin del mundo no empieza cuando los bárbaros llegan a la puerta, sino cuando los bárbaros ocupan los cargos más encumbrados del Estado, de todos los Estados del mundo". Concluye Okri: "Necesitamos una nueva forma de actuar apasionada y esclarecedora en el mundo de las artes y del espíritu".