Brasil intenta esquivar la ofensiva imperial de los utopistas

por Silvia Palacios

No le queda fácil a la diplomacia brasileña construir una política externa independiente, cuyo objetivo inmediato sería erigir un bloque sudamericano capaz de preservar la independencia y soberanía de estas atribuladas naciones.

Las razones de las dificultades son varias. Primero, está el impulso imperial del grupo de "gallinazos" utopistas enquistados en el gobierno de los EU, que aprovecha la inestabilidad institucional del subcontinente, en especial en el eje andino de Venezuela a Bolivia, para imponer una política intervencionista aun peor que la de Theodore Roosevelt a principios del siglo 20. Y segundo, las inclinaciones insurreccionistas de los grupos radicales aliados al propio gobierno del presidente brasileño Luiz Inácio Lula da Silva, que desmoralizan cualquier esfuerzo serio de los grupos nacionalistas de Itamaraty, la cancillería. El efecto de esto último se refleja en las torpes intervenciones del asesor de política exterior del presidente Lula, Marco Aurelio García, en relación a la vecina Colombia. García, ante la solicitud del presidente colombiano Álvaro Uribe de que los países vecinos declaren a las FARC como los "terroristas" que son, dijo desafiante que, "los terroristas para unos, pueden ser los guerreros contra la opresión del otro".

Amenazas a la soberanía

Desde los atentados del 11 de septiembre en los Estados Unidos, ha sido clara la intención del gobierno del presidente George Bush de encontrar "terroristas islámicos" en cualquier rincón del continente para justificar sus maniobras geopolíticas. Brasil ha sufrido reiteradas amenazas de una intervención de los EU para dizque combatir elementos terroristas. Por ejemplo, el grupo de utopistas al que pertenece Constantine Menges del Instituto Hudson no se cansa de señalar la región de la "triple frontera" de Brasil, Argentina y Paraguay como un santuario de terroristas islámicos. A pesar de que nunca se han mostrado pruebas claras de ello, voceros de ese grupo incluso han llegado a calificar la zona como el frente brasileño de la guerra.

Pero no sólo ellos repiten la mentira, para que por el arte de la amenaza del terror se convierta en verdad. Lo más alarmante fueron las afirmaciones del general James T. Hill, jefe del Comando Sur del Ejército de los EU, citadas en el Miami Herald del 9 de marzo, quien afirmó que en Iberoamérica se recaban cerca de 500 mil dólares anuales para financiar grupos islámicos como Hamas, Hezbollah y Al Gamaat.

Ante esto, el gobierno brasileño intenta esquivar la ofensiva imperial de los utopistas del gobierno de Bush, coordinando acciones diplomáticas con el triángulo integrado por Francia, Alemania y Rusia, que realiza esfuerzos sin precedentes para parar la demencia bélica angloamericana que, con la guerra contra Iraq, desataría un interminable "choque de civilizaciones" por el mundo.

En respaldo a iniciativas provenientes del grupo nacionalista que entró a la cancillería tras su toma de posesión en enero de este año, y que aboga por que el país juegue un papel protagónico en el ámbito internacional, el presidente Lula se sumó a la efervescencia europea, apoyando la propuesta de Francia de tener una reunión de jefes de Estados en el Consejo de Seguridad de la ONU para dirimir el conflicto de Iraq. Al tiempo que el mundo conocía la propuesta de Francia, Lula sostuvo una conversación telefónica con el primer ministro británico Tony Blair, manifestándole su respaldo a la iniciativa francesa. Un día antes, el 5 de marzo, Lula habló con el canciller alemán Gerhard Schröder, a quien le aseguró que Brasil apoyaría el memorándum francoalemán sobre Iraq.

Prosiguiendo con la coordinación, se anunció que el secretario de Relaciones Exteriores de Francia, Renaud Muselier, número dos en la jerarquía del ministerio, viajará a Brasil el 11 de marzo para reunirse con Lula. En una entrevista con Folha de São Paulo del 11 de marzo, a la pregunta de, "¿qué coordinan Lula y Chirac?", Muselier respondió: "En nuestra opinión, el apoyo brindado por el presidente Lula es un elemento esencial. Brasil puede desempeñar un papel mayor, explicando la importancia que le da a que prosigan las inspecciones [de armas en Iraq], en particular a otros países de Iberoamérica". También se comenta que Lula realizará una visita de Estado a Francia,

La diplomacia andina


Reunión del Grupo de Amigos del Proceso de Facilitación en Venezuela
Conferencia de Prensa (24 de enero, 2003)

Iberoamérica es el ámbito natural donde Brasil puede jugar el papel de líder regional. Por eso, la diplomacia de Itamaraty intentó organizar una reunión de jefes de Estados del continente —o de América del Sur—, para analizar las implicaciones de la guerra de Iraq y lograr por primera vez en décadas una insólita posición regional conjunta sobre el tema. A todas luces, esta iniciativa se descartó, entre otras cosas, por el temor de las naciones de la región —con sus economías e instituciones ya de por sí debilitadas— a las represalias que el gobierno de Bush podría tomar. Tras los atentados terroristas del 11 de septiembre del 2001, el gobierno de George Bush ha ejercido una presión enorme en el continente para que la seguridad hemisférica se condicione a la insana política intervencionista dizque contra el terrorismo.

Sintomático de ese temor a la demencia de Washington, fue la negativa del presidente Uribe, en una visita de Estado a Brasil el 7 de marzo, a sumarse a la iniciativa brasileña contra una guerra unilateral de los EU contra Iraq, porque esto podría congelar la ayuda estadounidense para el combate al narcotráfico en Colombia.

Ante lo conturbado de la relación de nuevo imperio que los EU pretenden imponer en el continente, Brasil ha actuado para tratar de crear condiciones de estabilidad regional avanzando en un programa de integración física de América del Sur, en medio de una situación financiera y de seguridad completamente volátil. Por ejemplo, el gobierno de Lula se movió para crear el llamado Grupo de Amigos de Venezuela, en un esfuerzo por controlar al demente jacobino Hugo Chávez, Presidente de ese país, y así evitar el caos institucional en esa nación. El ministro de Relaciones Exteriores de Brasil, Celso Amorim, dijo en enero pasado, cuando se creó el Grupo de Amigos: "Estamos en una acción pro activa, porque Venezuela es un país cercano a nosotros. Es un país importante que tiene un papel simbólico para América del Sur como un todo. Además, la crisis de Venezuela afecta nuestro proyecto de integración de América del Sur".


Reunión del Grupo de Amigos del Proceso de Facilitación en Venezuela
Cesar Gaviria, Secretario General de la OEA y Celso Amorim, Ministro de Relaciones Exteriores de Brasil (Fecha: 24 de enero, 2003)

En este marco, cobró singular relevancia la visita que realizó a Brasil el presidente Uribe de Colombia el 7 de marzo, para coordinar con esa nación acciones contra el avance de la narcoguerrilla de las FARC. Uribe buscó estrechar la relación, después del atentado que realizaron las FARC contra asesores militares estadounidenses en Colombia el pasado 13 de febrero, como parte de una escalada de provocaciones que es casi una invitación a que los EU invadan Colombia.

Antes de la visita de Uribe, hubo un momento de gran expectativa porque se especuló que Brasil se negaría a calificar a las FARC como fuerza terrorista, versión que se encargó de difundir Marco Aurelio García, asesor de asuntos internacionales de Lula. García llegó a decir que si Brasil quisiera actuar como mediador del conflicto colombiano no podría hacerlo calificando de antemano a una de las partes. En realidad, esto sólo era un eufemismo para disfrazar su simpatía por las FARC, sus aliadas en el Foro de São Paulo, en cuyas reuniones García participaba como representante del Partido los Trabajadores (PT).

La tensión aumentó, porque es claro que Brasil de ninguna manera aceptará ninguna intervención extranjera en la región —que es como considera el Plan Colombia de Washington—, ni una situación que la propicie, ya que comparte con el país vecino grandes intereses en la región amazónica. Durante su visita a Brasil, el presidente colombiano fue explícito: "El terrorismo destruye la democracia, la vida y la ecología. Ya destruyó parte de la amazonia colombiana y, si no se combate, destruirá la amazonia brasileña", afirmó.

Por su parte, Luiz Inácio Lula da Silva respaldó los esfuerzos de Colombia en el combate al terrorismo. "Discutimos temas de interés para Brasil y Colombia. Primero el compromiso de Brasil en la ayuda a Colombia y nuestra solidaridad total en el combate al terrorismo y al narcotráfico".

Por último, la diplomacia brasileña propuso en un comunicado conjunto una salida para el gobierno colombiano en su lucha contra el narcoterrorismo: que ambos países le pidan al Consejo de Seguridad de la ONU que emita una resolución que condene a todos los movimientos armados clandestinos de Colombia, lo que incluye a las FARC, el ELN y a los grupos paramilitares como las AUC. El comunicado también establece que ambos gobiernos "examinen, con carácter prioritario, las modalidades de utilización, por el gobierno colombiano, del Sistema de Vigilancia de la Amazonia (SIVAM)", un moderno sistema de vigilancia de la región en base a radares, aviones y computadoras. Además, pone de relieve la importancia de la integración económica y de la infraestructura física de ambas naciones en el contexto de la integración de Sudamérica.

La iniciativa brasileña, si bien no condenó a las FARC como terroristas, lo que evidentemente es un error, sí acalla las especulaciones en torno a la legitimidad de las FARC como fuerza beligerante que promueven grupos radicales dentro del propio PT en Brasil. A este grupo pertenecen incluso miembros del gabinete presidencial, como el ministro de las Ciudades, Olivio Dutra, que, como gobernador de Río Grande do Sul, recibió a las FARC en el palacio de gobierno. Aunque nominalmente el asesor presidencial Marco Aurelio García no pertenece a los radicales, sus declaraciones en relacion a Venezuela y las FARC reflejan la lucha interna del PT.

Las FARC en Río

El problema para Brasil es que las FARC, no sólo ponen en riesgo la seguridad de la Región Amazónica, cuya frontera con Colombia es de más de 2000 km y, por tanto, de fácil penetración por incursiones narcoterroristas, sino que se extienden a las ciudades y al interior del país. El 1 de marzo, el periódico O Estado de São Paulo publicó un reportaje basado en informes de la inteligencia militar de la fuerza antiguerrilla del gobierno colombiano, que afirma que las FARC mantienen en Brasil por lo menos tres santuarios para grupos de la élite de la guerrilla: uno en el sur de Paraná, otro en Mato Grosso do Sul, y un tercero en Roraima. Los dos primeros siempre habían sido señalados por los EU como guaridas de Hamas y Hezbollah, pero nunca como santuarios de las FARC. Baste mencionar que las FARC protegían en Colombia a uno de los capos del narcotráfico más peligrosos, que controla gran parte del hampa de las favelas de Río de Janeiro, Fernandinho Beira Mar. En abril de 2001, el Ejército colombiano capturó a Beira Mar en territorio colombiano controlado por las FARC y, posteriormente, lo entregó a las autoridades brasileñas. Actualmente, está encarcelado en Río de Janeiro, pero todo indica que mantiene su relación con el tráfico de drogas y de armas.

Igual de grave es la relación de las FARC con el Movimiento de los Trabajadores Sin Tierra (MST), que ha vuelto a las andadas con agresivas tomas de tierras e invasión de edificios públicos por todo el país. He aquí el nudo gordiano para el gobierno de Lula, porque no podrá mantener una credibilidad externa de su política hacia Colombia y Venezuela, y pronto pondrá en su contra a todas las fuerzas de seguridad del Estado, incluyendo a las Fuerzas Armadas, de mantener en el gobierno a uno de los fundadores y dirigentes del MST —además de simpatizante de las FARC—, Miguel Rossetto, ministro de Desarrollo Agrario, y entregando el Instituto de Colonización y Reforma Agraria (INCRA) a otros dirigentes del MST.