Análisis de LaRouche Resumen electrónico de EIR, Vol. I, núm. 13

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El alma inmortal de Vernadsky


por Lyndon LaRouche

A continuación reproducimos extractos de un documento más amplio, titulado, A Boldly Modest U.S. Global Mission, que más adelante publicaremos en su totalidad.

Con motivo de la importancia de alcanzar compromisos de paz que no perjudiquen el sentimiento individual de integridad moral personal, un acuerdo probable hacia la paz duradera es la obra de los filósofos clásicos; esto, en el sentido de la filosofía clásica griega, no el de los abogados. Ese remedio lo proporciona únicamente un sentido rigurosamente defensible del principio de descubrimiento de la verdad cognoscible. Los casos de Platón, Cusa y Moisés Mendelssohn sirven para ejemplificar tales obras de dichos filósofos clásicos. Lo fundamental para el éxito posible de esta obra, es la cuestión de las demostraciones de la existencia soberana del alma inmortal individual, que se encuentran, como mostraré un poco más adelante, en la práctica clásica del derecho natural.

Este principio se aplica a todos los casos; esa forma del problema, común a todos los casos, sólo se expresa más francamente en los casos de los conflictos explícitamente religiosos y étnicos.

Por tanto, al menos en parte, la solución tácita tiene que venir de fuera de lo que se clasifica como "religión revelada". Con eso, me refiero al cuerpo de creencia religiosa que descansa en supuestos arbitrarios de definiciones, axiomas y postulados que, como en la geometría euclidiana académica, o en la "nueva matemática" moderna, no es verdaderamente ciencia, sino una forma de religión revelada. Por definición, cualquier supuesto arbitrario, como uno de esos que por lo general se enseñan en la geometría académica, es una creencia dominante adoptada bajo una autoridad no demostrada, puramente arbitraria. Si ese fuese el caso, entonces el hecho axiomático de la situación es que el creyente no sabe en realidad que el supuesto es verdadero. Así, la creencia, siendo arbitraria en esa medida, no se eleva a la norma de veracidad, aun cuando busca descubrirla de otro modo.

Por ejemplo, hoy dentro de los Estados Unidos, la más probable base de apoyo a una política de guerra religiosa, se encuentra, irónicamente, en una mezcla que incluye sobre todo sectas antisemitas tradicionales de "protestantes blancos" de la variedad más desaforada; tipos similares de católicos nominales pro feudalistas y pro antisemitismo que odian al Papa, como los carlistas y los de su estirpe; junto con los aliados temporales de ambos entre los cultos zionistas religiosos y seculares pro fascistas coligados al Likud. En conjunto, una acrecencia heterónoma de temas particulares, una coalición sin un principio coherente, único y unificador entre ellos. Un fenómeno semejante al retrato que el autor Peter Weiss hace del asilo mental en Charenton. El resultado no es un cuerpo religioso, sino una pestilencia, como la epidemia de hordas errantes de flagelantes, como de langostas, durante la "Nueva Era de Tinieblas" en la Europa del siglo 14. Así mezclado, esto constituye un minestrone enterno de mal gusto, cuya mera existencia es un insulto premeditado a Dios y un horror para la humanidad. Una criatura viviente de ecumenismo errado en su peor expresión.

Se trata ciertamente de un caso extremo, pero, sin embargo, innegable, de maldad desenfrenada. Indica la importancia de encontrar soluciones ecuménicas en las funciones constitucionales de las repúblicas de Estado nacional perfectamente soberanas, como la nuestra. El peligro que tal medida debe impedir, se describe de forma apropiada como la amenaza del panteísmo, como la Roma imperial ilustra la cuestión. Esta tradición del panteísmo no se originó con Roma; ha sido la forma recurrente del mismo tipo de calamidad en todas las tendencias culturales conocidas hacia el imperialismo, desde Babilonia y Delfos, hasta la coalición que se movilizó en apoyo del actual gobierno de Bush del vicepresidente Cheney.

Esto plantea de inmediato un problema crucial relacionado. Existe el engaño de algunos de los jueces federales estadounidenses actuales y otros, de que la intención de separar a la iglesia del Estado, como prescribe esa adición llamada la "Declaración de los Derechos", obliga al gobierno a ser ateo. Si, como debe hacerse, la lectura de todas las partes de la Constitución Federal de los EU, y de todas las leyes proclamadas y de los fallos judiciales, han de interpretarse siempre y únicamente desde la perspectiva de la autoridad históricamente definida del Preámbulo de la Constitución, esta exclusión de Dios en el salón de clases es precisamente el tipo de variedad atea de fanatismo religioso que debe proscribirse, porque se impone a fuerza, de hecho, de manera equívoca, y por medios injustos.

En la obligación de los EU de proscribir las leyes y prácticas de la Roma imperial, hay dos cosas prohibidas implícitamente. Primero, en el caso más simple, establecer una iglesia de Estado. Segundo, en cuanto a la materia que nos concierne, la introducción de cualquier panteón, o cualquier aproximación de un principio del póntifex máximus o culto a Delfos; y también cualquier otra clase de esfuerzo por imponer un principio panteísta de derecho a la sociedad.

La obligación del Estado es no reconocer otra autoridad legal de los cuerpos religiosos, o sobre los cuerpos religiosos, o creencias, que no sea la del principio de veracidad en las funciones propias del Estado mismo.

Por ejemplo, consideren algunas de las pruebas que muestran los motivos por los cuales dicha norma de veracidad plantea un enorme y quizás insuperable desafío mental a George Bush "43".

El caso de la matanza realizada durante la gestión de George W. Bush como gobernador de Texas, es un ejemplo relativamente simple del estado de peligro en que se encuentra actualmente la veracidad en el derecho. La irresponsabilidad desbocada del gobernador Bush con respecto a la ejecución de convictos, ilustra, de la manera más repugnante, los significados a menudo mutuamente excluyentes de una condena adoptada como cuestión de ficción judicial, por un lado, y una determinación veraz de la justicia, por el otro. El rechazo de los probables elementos de hecho para revisar una condena y sentencia de muerte, so pretexto de una doctrina de "irrevocabilidad", es típico de una práctica judicial ahora fomentada por lo peor de los fanáticos desaforados de la Corte Suprema; una práctica que mata en nombre de un supuesto ficticio, en vez de uno verdadero.

James Baker III, como representante legal de la nominación presidencial republicana del gobernador George W. Bush, invocó explícitamente la ficcion de la "irrevocabilidad" como sustituto de la verdad, en su alegato público sobre la cuestión del embrollado resultado de la elección en Florida. El procedimiento veraz y razonablemente expedito para tan debatido recuento de votos del Colegio Electoral, estaba prescrito de varias formas e implícitamente; ese procedimiento no se siguió debido a la intervención del magistrado Antonin Scalia, que diseño una ficción judicial especial de "irrevocabilidad" que impidió que el proceso veraz del derecho tomara su curso apropiado. La misma Constitución se vio dañada gravemente por el uso de una ficción administrativa pergeñada de forma apresurada.

La propensión a adoptar ficciones de derecho administrativo compuestas a la carrera y con frecuencia claramente anticonstitucionales, en nombre y abuso de la seguridad nacional, ha sido cada vez más una característica del gobierno de Bush en el transcurso del 2002 a la fecha. Al cabo, un exceso cada vez más exhuberante de ficción judicial, nos transforma así en lo que amenaza con convertirse, de verdad, en una nación sin ley.

Este problema tiende a surgir con mayor facilidad cuando el Estado aplica sus sanciones en el área de las diversas ficciones de creencia religiosa, como en el respaldo a la guerra religiosa racista de Sharon; cuando se desliza hacia una guerra con Iraq sin presentar ninguna prueba honesta, sin licencia para una acción militar bajo reglas entendidas de enfrentamiento; y lanzando de manera preventiva una guerra general, que se pretende sea de gran magnitud, contra una serie de naciones seleccionadas, sin esperar el mero tecnicismo constitucional mandatorio de la Declaración de Guerra con autorización del Congreso.

La cuestión es que hay ciertos asuntos de creencia religiosa, que sea que coinciden o no con una determinación veraz existente de principio universal. Es posible, sin embargo, cortar este Nudo Gordiano. Aquí, mi intención está enfocada en las cuestiones de la guerra y la paz; por tanto, tocó otras cuestiones sólo en la medida en que tienen ingerencia importante en estos asuntos.

Para ir lo más directamente posible al meollo del modo en que la separación de la iglesia del Estado afecta el diseño de una doctrina de seguridad nacional, resumiré ahora la definición implícita del alma humana inmortal, que constituye el centro de la definición de lo que el científico Vladimir Vernadsky definió con el nombre de la noosfera. Resumo su idea fundamental, y luego vuelvo sobre los mismos temas en el marco de mis propios descubrimientos originales en el campo de la ciencia de la economía física.

El alma humana, una visión científica

En San Petesburgo, Vladimir I. Vernadsky se contaba entre los estudiantes de Dmitri I. Mendeleyev, famoso para todo químico físico hoy día por su descubrimiento de la tabla periódica de los elementos. Vernadsky, fundador él mismo de la rama de la química física conocida como biogeoquímica, fue el primero en desarrollar un concepto riguroso de lo que denominó la biosfera. A partir de ese logro procedió a presentar su descubrimiento de lo que llamó la noosfera. Todo estudio ambiental científicamente competente en el mundo hoy, se refiere al desarrollo que hizo Vernadsky de los conceptos interrelacionados, pero también respectivamente distintos, de biosfera y noosfera. Mis propios descubrimientos originales en el campo de la economía física me llevaron a aceptar esos aspectos de la obra de Vernadsky que se cruzan con mi especialidad principal. Sin embargo, hace más de medio siglo, añadí lo que ha de reconocerse aquí como un punto pertinente de diferencia distintivo entre mi idea de la noosfera y la que presenta Vernadsky.

Desde la óptica del derecho constitucional en general, su razonamiento de la prueba del principio con base experimental de la existencia distintiva de la noosfera, le proporciona al derecho natural un sustento físico para la aplicación del principio del alma inmortal, una demostración que no necesita apelar a los supuestos axiomáticos de la mentada religión revelada. De este modo, "las piedras pueden hablar", sin violar la separación de la iglesia del Estado.

Aunque la definición de la noosfera de Vernadsky ofrece una demostración científica física específica y concluyente de la existencia del alma humana, su definición carece de la inclusión de mi demostración de la inmortalidad eficiente del alma. Esta última prueba ha contribuido con un elemento indispensable a mi historial público de éxito consistente sin paralelo por más de treinta años, como el pronosticador económico de largo plazo acumulativamente más exitoso del mundo al presente. Por tanto, estoy facultado, con referencia a las pruebas físicas pertinentes, para hablar con una confianza veraz sobre los temas de la inmortalidad eficiente del alma y del papel escencial que el conocimiento tiene que jugar como factor dominante en el liderato político de las naciones.

Aquí, resumo ahora los aspectos pertinentes del razonamiento y la demostración que he dado en anteriores apartados publicados. Hago un resumen de las cuestiones fundamentalmente pertinentes del descubrimiento de Vernadsky, y luego lo vuelvo a plantear desde la perspectiva ventajosa de mi propia obra. En primera instancia, defino el conocimiento científico físico de la existencia del alma. Y en segunda, uso la importancia económica de la ciencia física para demostrar la inmortalidad del alma en la sociedad.

La importancia política de dicho conocimiento, reside en el hecho, como indicaré, de que los líderes de la sociedad, así informados, tenderán a actuar de forma apropiada en la formulación de la política de las naciones, mientras que quienes ignoren esos principios, casi de seguro no lo harían. Cabe destacar que, quien no domine los aspectos más escenciales de la obra de Vernadsky, a la que me refiero enseguida, aún no está calificado para formular conclusiones de acción oficial que tengan que ver con la política de las naciones respecto al medio ambiente.

Para ir directo al grano, primero resumo mi propia defensa del argumento físico que presentó Vernadsky, y, luego, mi propio punto de vista pertinente en la ciencia de la econoía física. Algo del lenguaje que utilizo aquí es inevitablemente técnico, pero es necesario en cualquier razonamiento competente sobre una materia científica como esta.

La noosfera de Vernadsky

Desde mi óptica, lo que Vernadsky define como la noosfera, se puede describir en términos físico matemáticos como una multiplicidad riemanniana compuesta de tres espacios fase distintos pero multiconexos. Vernadsky, sin emplear el concepto de geometrías físicas de Riemann, lo define con el efecto siguiente.

En la historia de la física experimental, desde que se publico la obra trascendental de Johannes Kepler de 1609, Nueva Astronomía, los principios físicos universales se definen de manera competente matemáticamente sólo como efectos universales demostrados de manera experimental, efectos univesales que se descubren como solucions ante las pruebas de problemas que no pueden comprenderse en el marco de un sistema físico matemático prestablecido. De este modo, el hecho de que la órbita de Marte era, de hecho, no sólo era elíptica, sino que tampoco tenía un movimiento uniforme, presentaba esa paradoja que desacreditaba a todos los esquemas aristotélicos y empiristas. Estas pruebas llevaron a Kepler a descubrir un principio físico universal, la gravitación, al reconocer una intención implícita del universo, como si operase "desde fuera" de la comprensión de los esquemas matemáticos de la torre de marfil, de Claudio Tolomeo, Copérnico y Tycho Brahe. A partir de la definición experimental que hizo Vernadsky de la noosfera, tales efectos se dividen en tres clases generales: abiótico (no vivientes), la biosfera y la noosfera.

El descubrimiento de Vernadsky de la biosfera no fue estrictamente nuevo. Desde la antigua Grecia clásica, la ciencia física premoderna ya había reconocido que el universo físico está compuesto de dos espacios fase interactuantes, uno de procesos sistemáticamente no vivientes, y el otro de los vivos. Los fundamentos del pensamiento científico moderno los proporcionó la adopción de la herencia clásica griega en esos términos.

Ya se reconocía, incluso antes de la obra decisiva de Platón en esta área, que los procesos vivos y los no vivientes reflejaban clases de principios diferentes, pero interactuantes, de modo tal que los procesos vivientes serían dominantes, aunque sólo en el largo plazo. Esto definía al universo como hilozoico (es decir, "materia viviente"). Para la Grecia clásica, como se documenta desde la colabración entre Arquitas y Platón, la demostración matemática del principio hilozoico lo aportaron principalmente tres grandes anomalías fundamentales en la geometría física. Estas tres anomalías fueron el problema de sacar el doble del cuadrado y del cubo por construcción, y las implicaciones anómalas de la demostración de la construcción de los cinco sólidos platónicos. En otras palabras, que la mente del hombre puede cambiar el mundo con los métodos asociados a equelloa retos matemáticamente paradójicos, mostraba que la naturaleza humana expresaba un principio universal más allá de los procesos no vivientes y de los sólo vivientes.

De este modo, por un lado, los procesos no vivientes parecían ser descriptibles dentro de los límites de lo que había pasado como los primeros nueve libros de los Elementos de Euclides, pero sólo hasta que llega la crisis ejemplificada por el desafío de duplicar el cuadrado y el cubo por construcción. La construcción de los sólidos platónicos introdujo una paradoja cualitativamente nueva, que se refleja en aproximación en los tres últimos libros de los Elementos de Euclies. Esta paradoja fue un aspecto central de las contribuciones de Platón a la ciencia física, y ocuparía el lugar central en la fundación de Kepler de la primera forma aproximadamente comprensiva de física matemática moderna.

Hasta ahí, la cuestión es que se requiere un sistema axiomáticamente diferente para tratar el comportamiento de los procesos vivientes y sus efectos, que con procesos que son, a las claras, intrínsecamente no vivientes en origen. Esta distinción tiene una calificación fundamental, que, como lo ilustra el caso de duplicar el cuadrado y el cubo por construcción, la forma académica común de instrucción en aritmética y geometría de hoy no es capaz de representar el universo real, ni siquiera de los procesos en principio no vivientes. Los problemas que dejaron los logros de la Grecia clásica, se resolvieron de modo escencial en los tiempos modernos, por ciertos descubrimientos sucesivos de los más decisivos, de, sobre todo, Kepler, Leibniz, Leibniz y Bernouilli sobre el principio de acción mínima universal, Gauss, y Riemann.

La causa del principio hilozoico cobró nuevos bríos con la obra de Luis Pasteur y sus seguidores, incluyendo en ese los estudios relativamente de juventud de Vernadsky. El desarrollo de la noción del dominio complejo que hizo Gauss, resolvió muchas de las cuestiones que quedaron pendientes en la obra de Arquitas y Platón, pasando por Eratóstenes y Arquimédes. Esto incluía la noción de un principio general de Gauss de curvatura del espacio tiempo físico, y la generalización que hizo Riemann de eso. Mediante los avances en la cristalografía y la física matemática iniciadas por las corrientes clásicas de los colaboradores de Alexander von Humboldt en la ciencia francesa y alemana, se desarrolló el aparato conceptual necesario para abordar de manera experimental el lado geométrico de la física matemática de los procesos vivos y sus residuos fósiles

Mientras, la obra de Kepler sobre el orden armónico interno, casi como el de Bach, del sistema solar en su conjunto —como se refleja en la irónica breve obra maestra de Kepler sobre el tema de los copos de nieve—, aportó importantes indicios experimentales del modo general en que interactuaban dos espacios fase distintos, el de los no vivientes y el de los vivos, con ventaja en última instancia de los vivos en el universo en general.

Con su trabajo que establece la rama de la química física llamada biogeoquímica, Vernadsky pudo reunir las pruebas necesaria para demostrar el caso general de la existencia de la biosfera.

La noosfera

Así como el concepto de la biosfera dependía de mostrar efectos físicos que no podían generarse mediante procesos no vivos, el concepto de la noosfera dependía de mostrar efectos físicos en la biosfera que no pudieron haberse generado por procesos abióticos ni vivos en general. Para hacer el planteamiento lo más breve posible, estos efectos se generan todos y cada uno de ellos mediante una forma de acción humana de la cual ninguna otra forma de vida esa capaz. Esa forma de acción se ilustra del modo más sencillo con el descubrimiento de un principio físico universal demostrado de forma experimental, con la misma norma general mostrada en el descubrimiento original de Kepler de la gravitación universal, como se presenta en íntimo detalle psicológico ejemplar esa aplicación del principio de la hipótesis de Platón en su Nueva Astronomía. Este es el mismo principio de descubrimiento que exhiben Arquitas, Platón, Eratóstenes, y demás, en la solución al paradójico problema de la construcción del doble del cuadrado y el cubo, que se expresa también como el llamado problema de Cardan, y el singularmente original informe de Gauss (1799) de su descubrimiento del teorema fundamental del álgebra.

El estudio del modo en que dichas hipótesis, así generadas, transforman la biosfera, con el efecto de aumentar la densidad potencial relativa de población y la esperanza de vida de la humanidad, define un espacio fase específico, definiendo así la superación de la biosfera por la noosfera.

Esta capacidad de la mente humana individual de las facultades soberanas para generar hipótesis exitosas, ubica a la humanidad categóricamente aparte y por encima de todas las demás especies vivientes. De modo que, donde la densidad potencial relativa de población de las especies inferiores está limitada claramente por su herencia genética, las facultades cognoscitivas de la especie humana para generar hipótesis le permiten a la humanidad aumentar ese potencial mediante un tipo de acto pertinente de voluntad.

Platón, como Gauss antes de él, define esos descubrimientos físicos de principios universales comprobados de modo experimental, como potencias, como la transformación de la línea a la superficie, y de la superficie al sólido, un acto físico que refleja la potencia de la acción que esa transformación expresa. Leibniz, el fundador original de la economía científica —la ciencia de la economía física—, recalcaba esta misma noción de potencias definida por Platón, como la reproducía Gauss en su documento de 1799. Aquí reside el papel especial y central del descubrimiento de Gauss de su teorema fundamental para toda la ciencia física después de eso.

Estas facultades creativas de la mente humana individual físicamente eficientes, definen la existencia del alma individual como existencia física eficiente.

Hasta ahí, en esa dirección, nos llevará la obra de Vernadsky. Sin embargo, con respecto a la búsqueda de respuestas a los problemas del estadismo, Vernadsky no llega lo bastante lejos.