Internacional

Resumen electrónico de EIR, Vol.XXV, núm. 7
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¡Ahora vayamos por una Europa de las repúblicas!

por Helga Zepp-LaRouche

Hay muchos gruñidos y crujir de dientes en estos días entre los banqueros, quienes no logran ponerse de acuerdo sobre cuál debe ser la derrota a seguir entre la Escila de la inflación desenfrenada y la Caribdis de una economía mundial encaminada a una depresión profunda. De repente, todo el mundo pega el grito al cielo, pese a lo obvio de la corriente hiperinflacionaria desde septiembre pasado. Ya antes, el 25 de julio de 2007, Lyndon LaRouche anunciaba en una videoconferencia por internet el desplome del sistema financiero mundial, y sólo estaba por ver cómo se manifestaban los varios efectos del derrumbe en la superficie de los acontecimientos.

El precio del petróleo supera ya los 140 dólares por barril, y algunos analistas pronostican su pronto aumento a 170, 200 o hasta 300 dólares. Entre tanto, la inflación oficial en Europa, pese a la manipulación de las cifras, ya casi es de 4%, y para agosto andará por 5,5%, según los pronósticos. Cada vez hay más indicios de que el Banco Central Europeo (BCE) elevará su tasa mínima de interés de 4% a 4,25%, debido a, entre otras cosas, la convicción popular de que el euro no sólo es un “teuro”.[1] Para el grueso de la opinión, a diferencia del viejo marco alemán duro, la nueva moneda es tan blanda como algodón de azúcar. Para una caterva de economistas, entre ellos Albert Edwards, principal estratega de Société Genéralé, al tratar de combatir la inflación elevando las tasas de interés, el BCE sencillamente comete el grave error de hundir más la economía en el abismo.

Contrario al bien conocido proverbio,[2] los cuervos están sacándose los ojos los unos a los otros, y la Reserva Federal de Estados Unidos rápido deviene en el chivo expiatorio favorito de los banqueros frustrados. Barclay’s Capital le envió a sus clientes un informe advirtiendo de una tormenta financiera mundial. La inflación es culpa de la Reserva Federal, la cual ha perdido toda credibilidad, dice. David Woo, el experto en divisas del banco, acusa a la Reserva Federal de haber exportado la inflación a otros 45 países cuyas monedas están vinculadas al dólar. Y de hecho es cierto, el grueso de la culpa por la inflación recae en la decisión de la Reserva Federal y otros bancos centrales de recurrir a repetidas inyecciones de liquidez para tratar de evitar el hundimiento de bancos de inversión privados y de otras “instituciones financieras creativas” con sus multibillonarios “vehículos de inversiones estructuradas”. Porque la liquidez no se metió en cualquier alcancía; más bien sigue circulando, inflando el castillo de naipes monetario. O, como dijo el presidente del BCE, Jean–Claude Trichet, al responder a una pregunta sobre hasta qué grado era la especulación responsable por el precio del petróleo, las “carteras” se han trasladado a “las materias primas”.

La disputa sobre cuál de los dos problemas —la inflación rampante o la llamada estanflación— es el más serio a tratar, es una pérdida de tiempo y, en suma, demuestra qué tan zopencos son estos ideólogos neoliberales. Ya llevamos bastante tiempo en un proceso hiperinflacionario que explotará a muy corto plazo cuando revienten otras burbujas y tormentas financieras con la fuerza de un tsunami.

El voto por el ‘no’ de Irlanda

'No' al tratado de Lisboa en Irlanda
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Dublin durante la campaña previa al referendo del 12 de junio, en el que los irlandeses derrotaron de manera contundente el supranacional tratado de Lisboa, por una votación de 53,5% contra 46,6%. Como caso único entre los países miembro de la Unión Europea, la Constitución de Irlanda exige convocar a un referendo para cualquier tratado que pudiera abrogar su soberanía nacional. (Foto: John Morton/EIRNS).

Éste fue el telón de fondo cuando Irlanda votó “no” en su referéndum sobre el nuevo tratado de la Unión Europea (UE). La población irlandesa no estaría del todo al tanto de la dimensión cabal de la crisis sistémica, pero sí muy consciente de los efectos nocivos de las políticas neoliberales de la UE para la industria y la agricultura de su propio país. Según los defensores del tratado de Lisboa, los irlandeses son unos malagradecidos por haberse beneficiado tantos de ellos de su afiliación a la UE. Pero Irlanda no sólo tiene una burbuja de bienes raíces en proceso de reventar, también el endeudamiento familiar ha subido a 176% de su producto interno bruto (PIB), y el país es golpeado igual de duro por la contracción crediticia general y el desplome del dólar y la libra esterlina. Los granjeros irlandeses reaccionaron sobre todo a la amenaza de un libre comercio desregulado en su totalidad, como al parecer apuntan las negociaciones de la UE con la Organización Mundial del Comercio (OMC).

Contrario a la canciller alemana Ángela Merkel y el presidente francés Nicolás Sarkozy, quienes pretenden negar la realidad e insisten en continuar con el proceso de ratificación del tratado de Lisboa, para uno de los voceros más conservadores de la City de Londres, Ambrose Evans–Pritchard, el intento de imponerle un “súper Estado” a las naciones de Europa ha resultado ser un fracaso: “El intento de anular el triple voto por el ‘no’ de los pueblos de Francia, Holanda e Irlanda ha llevado a la UE a una crisis de legitimidad sistémica. Sobrepasó el límite. Cualquier ciudadano pensante puede ver que el proceso se ha desquiciado. Mientras ‘Europa’ da pasos torpes como si nada hubiera sucedido, la pregunta pendiente es si el tratado de Lisboa —antes la Constitución europea— cobrará vigencia alguna vez, si la UE llegará a tener la maquinaria de una potencia económica, diplomática y militar, y si en algún momento el euro contará con el respaldo de un Estado. En lo sucesivo, Bruselas luchará por conservar sus poderes acumulados. Las funciones revertirán a los Estados nacionales, jurisdicción apropiada para una democracia auténtica”.

Ahora bien, uno puede no ser amigo de Ambrose Evans–Pritchard, pero cuando tiene la razón, la tiene. Más adelante en su artículo cita advertencias del banco central de Alemania, el Bundesbank, en el sentido de que la unión monetaria europea a la larga se vendrá abajo a falta del cimiento de una unión política; es decir, sin un tesoro de la UE, un sistema salarial unificado y una bolsa común de deuda y pensiones. Ahora las élites habrán de enfrentar la gran tormenta del euro del 2008 y 2009 con las herramientas limitadas a mano. Nos recuerda el principio de Íbico planteado por Federico Schiller en el famoso poema Las grullas de Íbico: existe un poder superior que nos observa y juzga en secreto, con formas milagrosas de castigar la injusticia como se debe; y a los malvados, justo cuando creen estar a salvo, los alcanzan las Erinias.

La Némesis de Thatcher

Recordemos las circunstancias en las cuales Alemania fue forzada a aceptar la unión monetaria europea. El muro de Berlín cayó en noviembre de 1989 y el entonces canciller Helmut Kohl emitió su programa de diez puntos, en el cual instaba a una cooperación estrecha entre los dos Estados confederados de Alemania, culminando con una federación. Fue entonces cuando la primera ministra británica Margaret Thatcher emprendió su campaña contra Alemania con la calumnia del “Cuarto Reich”, mientras el presidente francés François Mitterrand amenazaba que Francia sólo se avendría a la reunificación si Alemania renunciaba al marco y aceptaba la unión monetaria anticipada. El asesor de Mitterrand , Jacques Attali, escribió después, en una biografía de su jefe, cómo Mitterrand llegó incluso a amenazar a Kohl con la guerra y el restablecimiento de la Triple Entente si Alemania no cedía. Dos días después, uno de los asesores más cercanos de Kohl, Alfred Herrhausen, fue asesinado. Kohl describió después cómo la reunión cumbre de la UE en Estrasburgo a principios de diciembre, donde lo presionaron para abandonar el marco, fue la hora más negra de su vida.

Esa unión monetaria, era claro a la sazón para cualquiera con un sentido de la economía, no podía funcionar sin el respaldo de una unidad política europea. Porque, como medida aparte y forzada, no serviría para catalizar la unidad de Europa, sino más bien alentaría la erupción de los intereses encontrados de los diversos Estados de la forma más severa. Y eso precisamente se manifestará de la manera más clara ahora con “la gran tormenta del euro” venidera, en el contexto de una explosión hiperinflacionaria mundial.

Por tanto, ahora les ha salido el tiro por la culata a los jefes de Estado de Europa, en su intento de llevar a cabo una operación semiclandestina para engatuzar a las naciones de Europa a aceptar una Constitución europea disfrazada de tratado de Lisboa, incluso después de su rechazo por Francia y los Países Bajos. Aunque el ex Presidente de Alemania, Roman Herzog, dijera que el tratado de la UE daría al traste con la democracia parlamentaria, ninguno de los medios informativos alemanes publicó un sólo informe sobre el esfuerzo por imponerlo. Pero, con el voto por el “no” irlandés, el tratado de la UE, según sus propias estipulaciones, no es más que papel sanitario, como con tanta perspicacia lo describió el presidente checo Vaclav Klaus.

El BüSo organiza en Dresde
El Movimiento de Derechos Civiles Solidaridad (BüSo), que es el partido que encabeza la señora Helga Zepp–LaRouche en Alemania, organiza en Dresde; el candidato del BüSo a alcalde, Marcus Kührt, habla por el megáfono. La manta reza: “Tras el ‘no’ de Irlanda, ¡cancelemos ahora todos los tratados de la UE!” (Foto: James Rea/EIRNS).

De regreso a la Europa anterior a Maastricht

En un discurso reciente, Vaclav Klaus también instó a Europa a regresar a las formas de cooperación empleadas antes de la adopción del tratado de Maastricht. Ésta es una idea a lo sumo razonable, el BCE no debe considerarse a sí mismo como prestamista de último recurso y, por tanto, los gobiernos nacionales, si se les priva de la soberanía sobre sus propias monedas, no cuentan con instrumento alguno para proteger a sus poblaciones de los efectos de las tormentas financieras que ya azotan, y que prometen arreciar. Por la misma razón, las disposiciones del Pacto de Estabilidad y Crecimiento de la UE forman una camisa de fuerza que les prohíbe a los gobiernos hacer las intervenciones del Estado necesarias para vencer la hiperinflación y depresión en erupción.

El tan socorrido argumento de que Europa necesita el tratado de la UE y, por tanto, debe transformarse en una dictadura oligárquica para conservar “su lugar en el mundo”, es total majadería. Un súper Estado neoliberal y militarizado que pretenda capear la depresión mediante una reducción general del nivel de vida de sus ciudadanos, suena muy parecido a las extrañas enseñazas del profesor Unsinn.[3] ¡Hola, Hjalmar Schacht!

Entre más pronto varios Estados europeos repudien los tratados de la UE —como absolutamente les permite hacer el Derecho internacional, por contravenir sus intereses existenciales—, más rápido podrán actuar en la tradición del Nuevo Trato de Franklin Delano Roosevelt, del doctor Wilhelm Lautenbach y del plan Woytinsky–Tarnow–Baade de 1931 de la Confederación Sindical de Alemania (ADGB). Así, podrán poner en marcha los programas de estímulo necesarios para activar de nuevo la economía productiva y lograr el pleno empleo. No hay nada que les impida a las naciones de Europa actuar en conjunto como Estados soberanos, como una Europa de patrias que aborde tareas internacionales tales como cooperar en la construcción del Puente Terrestre Eurasiático y su extensión al África. Uno no necesita una burocracia en Bruselas para eso; necesitamos economistas, ingenieros y especialistas, para quienes saber de vehículos de inversión estructurada resulta innecesario, pero no así sobre la economía física.

En la reunión cumbre del Grupo de los Ocho en Japón, el presidente ruso Dimitri Medvedev plantearía la intención de establecer una zona del rublo en la Comunidad de Estados Independientes, el antiguo bloque soviético. Los países en vías de desarrollo le exigirían a los del G8 tomar medidas eficaces para detener la catástrofe del hambre. Todos los participantes de la reunión cumbre serán medidos por las soluciones propuestas. Y ya están sobre la mesa las de LaRouche para el sistema de un Nuevo Bretton Woods, la verdadera salida a la crisis.


[1]. Juego de palabras con teuer, que quiere decir caro en alemán.

[2]. Proverbio alemán: “Los cuervos no se sacan los ojos los unos a los otros”.

[3]. Retruécano con el nombre de Hans–Werner Sinn, director del Instituto de Investigaciones Económicas de Alemania (IFO), Universidad de Múnich. Unsinn significa “tontería” en alemán. Ver “Lie–Masters Invent New Fairy–Tale” (Maestros de la mentira inventan un nuevo cuento de hadas), por Helga Zepp–LaRouche, en la edición del 1 de febrero de 2008 de la revista EIR (www.larouchepub.com/hzl/2008/3505rogue_trader_tale.html).