Crisis mundial de alimentos

Resumen electrónico de EIR, Vol.XXV, núm. 5
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Crisis mundial de alimentos

¡La movilización para doblar la producción de alimentos marcha a todo vapor!

por Helga Zepp-LaRouche

La señora Zepp–LaRouche es la fundadora del Instituto Schiller y presidenta del partido Movimiento de Derechos Civiles Solidaridad (BüSo) de Alemania. Se añadieron los subtítulos.

En una movilización mundial, que literalmente tiene repercusiones de vida o muerte, cada vez más gobiernos están tomando sus propias medidas de emergencia para aumentar la producción agrícola, de modo que puedan recuperar lo antes posible la seguridad alimentaria que los policías del librecambismo les han negado por tantos años. Porque, cuando cientos de millones o hasta dos mil millones de seres humanos batallan sólo para mantenerse con vida, y cuando las revueltas, las guerras de hambre y las revoluciones asoman, a ningún gobierno que quiera conservar el poder le queda otro remedio que velar por el bienestar general de sus ciudadanos.

Entre tanto, la bancarrota cada vez más obvia del sistema globalizado y de la economía desregulada del libre mercado no le ha impedido a sus propagandistas seguir pregonando su veneno como la cura para la desfalleciente economía mundial. Así, por ejemplo, en estos momentos el director general de la Organización Mundial del Comercio (OMC), Pascal Lamy, y Peter Mendelson, el comisario británico de Comercio de la Unión Europea que está a cargo de las negociaciones con la OMC, tratan de que la ronda de Doha concluya a fines de mayo o principios de junio, con la intención de eliminar lo que queda de la Política Agrícola Común (PAC) de Europa. De lograrlo, esto les acarreará pérdidas impresionantes a los agricultores europeos, de hasta 20%.

Los beneficiarios de esta política —que es aun más repugnante a la luz de la hambruna que azota a tantos alrededor del mundo— serían los grandes carteles de los alimentos, así como los fondos de cobertura y otros especuladores, todos interesados en reducir la producción. Ante el desplome de la burbuja de la “nueva economía” y del mercado hipotecario estadounidense, se han apresurado a especular con la comida o se han convencido de haber encontrado en el mercado de los biocombustibles una nueva fuente mágica de medro extremo. Detrás de ellos se ciernen, antes que nada, la oligarquía británica y sus correligionarios internacionales, quienes quieren ampliar el poder de burocracias supranacionales tales como la de la OMC, el Fondo Monetario Internacional, la Unión Europea, etc., para regir al planeta entero como su imperio. Los perdedores en este juego son las miles de millones de personas de los países en vías de desarrollo que encaran la inanición, junto con los agricultores europeos a los que cada vez más se les priva de los medios para sobrevivir, y el resto de nosotros, los consumidores que tenemos que pagar siempre más por la comida.

A mediados de mayo, en Ginebra, se esperaba que Crawford Falconer, quien preside las negociaciones agrícolas de la OMC, presentara un documento proponiendo que ningún asunto agrícola se trate por separado, sino más bien dentro del mismo costal junto con todas las demás mercancías; o sea, que la comida debe ser objeto de especulación, igual que cualquier otro producto. Este librecambista neoliberal está empeñado en imponer un acuerdo en la ronda de Doha para fines de mayo, de modo que dentro de seis meses —antes de que salga el Gobierno de Bush— todos los gobiernos lo hayan firmado.

Aumenta la resistencia contra la OMC


El director general de la Organización Mundial del Comercio, Pascal Lamy, quiere sellar de inmediato el acuerdo de libre comercio de la ronda de Doha, pero las fuerzas de resistencia harán hasta lo imposible por echarle a perder sus planes. (Foto: OMC).

Lo bueno es que la resistencia a esto aumenta en Francia, Alemania e Italia. El ministro de Agricultura francés Michael Barnier dio a conocer su propio documento, en el cual no sólo defiende la PAC europea, sino que la recomienda como modelo para África, Latinoamérica y otras regiones. Barnier critica acremente la costumbre de la OMC de obligar a los países en vías de desarrollo a dejar la producción agrícola para el consumo nacional por los llamados “cultivos comerciales”; es decir, cosechar para exportar, a fin de pagar la deuda acumulada gracias a las condiciones del FMI. En cambio, pide aumentar la producción en todas partes, no sólo donde sea rentable. En esto lo apoya Horst Seehofer, el ministro de Alimentación, Agricultura y Protección al Consumidor de Alemania, y el ministro de Agricultura de Italia. Lo más probable es que esto termine en un enfrentamiento directo entre estos tres, de un lado, y los de la posición contraria, los británicos y la ministra de Agricultura y Desarrollo Rural de la Unión Europea, Mariann Fisher Boel, momento en el cual quedará claro una vez más que la orientación de la Unión Europea es diametralmente opuesta a los intereses de las naciones del Viejo Continente.

Entre tanto, la movilización internacional del Instituto Schiller y el Movimiento de Juventudes Larouchistas en los cinco continentes con el llamado para doblar la producción de alimentos, ha coincidido con el esfuerzo de muchos países por abastecer a sus pueblos de alimentos adecuados, aumentar la producción nacional y, así, liberarse de las garras mortales del imperio de la OMC. El objetivo de la movilización es poner la necesidad de doblar la producción de alimentos sobre el tapete en la conferencia de la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO), que tendrá lugar en Roma del 3 al 6 de junio.

Tomemos sólo dos, de docenas de ejemplos:

• En Argentina, el presidente de la Comisión de Agricultura y Ganadería de la Cámara de Diputados, Alberto Cantero, convocó a una audiencia en la que habló a favor de doblar la producción nacional de alimentos y de crear una entidad estatal que vigile la comercialización de los productos alimenticios, y, en una entrevista exclusiva con Resumen ejecutivo de EIR, manifestó su apoyo al llamado del Instituto Schiller para poner el asunto de doblar la producción mundial de alimentos sobre el tapete en la conferencia de la FAO (ver pág. 36).

• En Estados Unidos, la precandidata presidencial demócrata Hillary Clinton, en un mitin electoral en Dakota del Sur, recibió aplausos de entusiasmo al responder a la pregunta de un representante de Lyndon LaRouche y su iniciativa de “Comida para la Paz”, afirmando que, por supuesto, hay que aumentar la producción de alimentos a gran escala, y permitirle a los granjeros estadounidenses ayudar a vencer el hambre y dar su apoyo a otros países, como Haití, para que se vuelvan autosuficientes.

Ante la gran magnitud de la crisis de la hambruna mundial —crisis que acabó de empeorar con los cataclismos de Myanmar y China—, cada vez más gente se hace de valor para hablar y nombrar a los verdaderos culpables. En una audiencia que celebró la Comisión de Servicios Financieros de la Cámara de Representantes de EU, los expertos se pronunciaron a favor de una revolución agrícola, y subrayaron la necesidad de impedir que el FMI y el Banco Mundial le impongan “condiciones” a los países en vías de desarrollo, con consecuencias destructivas de las que nunca se responsabiliza a estas instituciones. Varios expertos, entre ellos el doctor Raj Pates de la Universidad de California en Berkeley, refrendó el análisis que presentó el relator especial de las Naciones Unidas Olivier de Schutter, de que el mundo ahora tiene que pagar 20 años de errores, y que el Banco Mundial y el Fondo son los principales culpables. El doctor Patel también atacó al ex secretario estadounidense de Agricultura John Block, quien, en un discurso infame que dio en una reunión del GATT en 1986, alegó que la idea de que los países en vías de desarrollo pudieran alcanzar la autosuficiencia era un anacronismo. Y, aunque hasta ahora éstas sólo han sido palabras y el Congreso aún no aprueba ninguna ley efectiva al respecto, esta deliberación sobre la causa de la catástrofe no deja de ser útil.

No se necesita ningún ‘triaje’

También se debaten más formas de resolver la crisis. En un seminario que organizó en Ottawa el Centro Internacional de Investigaciones para el Desarrollo, muchos de los oradores, entre ellos Robert Zeigler, director general del Instituto Internacional de Investigación sobre el Arroz (IRRI), hicieron hincapié en que abastecer al mundo de comida económica y suficiente no sería problema; todo lo que se necesitaría sería equipar a los agricultores con las mejores tecnologías y técnicas de cultivo ahora disponibles. Un pronóstico del Instituto Internacional de Investigación sobre Políticas Alimentarias (IFPRI) señala que un alto al fraude de los subsidios a la producción de biocombustibles significaría una reducción inmediata de 20% en el precio del maíz, de 14% en el de la mandioca, y de 11% en el del trigo.


Miembros del Movimiento de Juventudes Larouchistas o LYM organizan el 3 de mayo en Berlín. En el cartel aparece el presidente Franklin Delano Roosevelt, acompañado de la leyenda: “La solución a la crisis es la tradición estadounidense”. El LYM lucha por doblar la producción mundial de alimentos, instaurar el sistema del Nuevo Bretton Woods y crear un Nuevo Trato para el mundo entero. (Foto: James Rea/LYM).

Pero, en una conferencia que hubo en Lima, Perú, ligada a la reunión cumbre de la Unión Europea y Latinoamérica, el comisario Mandelson respondió a la pregunta de un representante del Instituto Schiller alegando que no existe tal nexo entre el precio de los alimentos y los biocombustibles. ¡Alguien debió haber sacado una cinta métrica para medir cuánto le creció la nariz al señor Mandelson con esa mentira! Porque el hecho es que una persona podría vivir seis meses con la comida que demanda producir un solo tanque de etanol para un automóvil mediano. Y los misántropos que llenan sus tanques de etanol para apaciguar su conciencia ecológica, pueden usar eso para contar cuántas vidas destruyen al año.

Por su parte, el Programa Mundial de Alimentos de la ONU practica cada vez más el triaje contra 82 naciones de bajos ingresos con un déficit de alimentos, un programa en el que algunos reciben ayuda y otros no, y donde las naciones más pobres sencillamente no tienen ninguna oportunidad, pues no pueden pagar los altos precios. Algunos países, sin embargo, atacan el problema de raíz.

Por ejemplo, el Presidente de Senegal, Abdoulaye Wade, ha iniciado un programa que no sólo comprende el consumo total de cereales, arroz, mandioca, leche, carne, etc., sino que también está dirigido a mantener llenos los silos de maíz. Del mismo modo, el Presidente de Malawi, Bingu wa Mutharika, brincándose las “leyes del libre mercado”, ha emitido cupones para la adquisición de semillas y subsidios para la de fertilizantes, a fin de lograr un aumento de 283% en la producción de cereales. En las Filipinas, que otrora fuera autosuficiente en arroz, pero que se ha convertido en uno de los principales importadores mundiales de este grano con el régimen del FMI y la OMC, está por dar un gran salto en la producción. Malasia también está decidida a alcanzar la autosuficiencia alimentaria. Y muchos otros países están por concluir lo mismo por el desplome del libre comercio neoliberal.

El gobernador del Banco Central de Luxemburgo y miembro de la junta de gobierno del Banco Central Europeo, Yves Mersch, confirmó una vez más la incompetencia de los librecambistas, al expresar su gran preocupación por la rápida devaluación de los títulos estructurados de varios bancos españoles, holandeses y británicos que el Banco Central Europeo ha venido aceptado como garantía a cambio de crédito. El escándalo es que desde el principio era claro que la dizque garantía consistía, de hecho, en “desechos tóxicos” financieros que no pueden venderse, y que hasta instituciones no bancarias como Lehmann Brothers y Acquire Leasing, una firma australiana especializada en préstamos automotrices, han entrado en la polla. La gran interrogante es si estas prácticas cumplen siquiera con los estatutos del propio Banco Central Europeo.

Sea como fuere, una cosa es cierta: la mayoría de la humanidad no está preparada para irse abajo junto con lo que hasta el presidente alemán Horst Köhler ha admitido es un derrumbe del sistema financiero globalizado, y las voces que piden doblar la producción de alimentos van en crescendo, hacia un clamor que es imposible dejar de escuchar.

Es más, los ministros de Relaciones Exteriores de Rusia, China e India se reunieron en Yekaterinburg y acordaron estrechar la colaboración a nivel internacional y regional. Un aspecto de esto es la exigencia de que India se convierta de inmediato en miembro permanente del Consejo de Seguridad de la ONU; otro, que esta nación se rehusará a apoyar la independencia de Kosovo. La intensificación de la asociación estratégica de estas tres naciones —que también será el tema de la próxima visita del presidente ruso Dimitri Medvedev a India— no sólo es la respuesta predecible al unilateralismo del Gobierno de Bush, y a los planes imperiales de la OTAN y la Unión Europea para la expansión hacia el este; también apunta a un nuevo centro de gravedad que ya está convirtiéndose con rapidez en un foco de unión para muchos países en vías de desarrollo.

En Europa tenemos una alternativa: o nos aferramos, por ideología, al modelo fallido de la globalización de la OMC, el FMI y el Banco Mundial, a la tratado de Lisboa, convirtiéndonos así en enemigos de la asociación estratégica de las naciones aliadas Rusia, China e India, y de las naciones en vías de desarrollo; o los Estados europeos se vuelven un verdadero socio y amigo de dichas naciones. No obstante, esta última opción exige que promulguemos leyes eficaces contra la especulación y para fomentar la producción física en la agricultura y la industria, y que aquí, a lo interno, el ser humano sea de nuevo el centro de nuestra política económica.

Y no importa lo que suceda, el movimiento larouchista está definiendo ahora el programa para el futuro: ¡doblar la producción de alimentos, un Nuevo Bretton Woods y un Nuevo Trato para el mundo entero!