Editorial

Resumen electrónico de EIR, Vol.XXIV, núm. 12
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Un faro de esperanza

El 15 de septiembre tuvo lugar una conferencia internacional en Alemania que representa un potencial faro de esperanza para miles de millones en este planeta. Cientos de personas de Europa, Eurasia, Estados Unidos, Iberoamérica y África se reunieron para hablar del crac en marcha del sistema monetario–financiero internacional y, al mismo tiempo, de las medidas para emprender la recuperación.

Una de tales medidas, en la que por décadas ha centrado su atención el movimiento larouchista internacional, es la ampliación del Puente Terrestre Eurasiático por el estrecho de Bering, desde Siberia hasta Alaska, que uniría a tres continentes: Eurasia, América y Europa. Fácilmente podríamos tender corredores de desarrollo, de preferencia con conexiones ferroviarias de levitación magnética, por el Sudoeste de Asia y también hacia África.

Como ha explicado Lyndon LaRouche, semejante acontecimiento implicaría un cambio geopolítico profundo en este planeta. Significaría que las naciones ya no tendrían que depender de un transporte lento, o de uno caro e ineficiente en lo económico como el aéreo. No sólo podríamos transportar con eficiencia pasajeros, sino carga, con sistemas modernos, hasta a 450 kilómetros por hora a cualquier parte del mundo. Regiones enteras del orbe, en particular el interior de los continentes menos desarrollados, pero que tienen recursos naturales valiosos, serían ahora accesibles. Esto significaría una revolución de la economía mundial.

Sin embargo, ese futuro brillante lo nubla la crisis monetario–financiera más grande de la historia moderna. Para aprovechar la oportunidad más grande de desarrollo físico de la economía mundial en siglos, tenemos que tomar medidas de emergencia de inmediato, para evitar que reviente la economía estadounidense. La primera y más importante de esas medidas es la ley de Protección a los Bancos y Propietarios de Vivienda de 2007, como la esbozó conceptualmente LaRouche a fines de agosto.

Esta ley, como LaRouche ha subrayado, no es un mero esfuerzo para que a la gente con hipotecas no leembarguen su vivienda. Es el cortafuego elemental para impedir que la crisis financiera arrase con la economía física, y para proteger a las instituciones bancarias locales necesarias para la estabilidad social y la reconstrucción económica, en tanto que cientos de billones de dólares en papeles especulativos sencillamente desaparecen.

La ley de LaRouche garantizará que nadie sea desalojado por la ejecución de su hipoteca. También protegerá a los bancos autorizados, conforme a la ley federal, y a los registrados como estatales, de conformidad con la estatal. Esto no resolverá la crisis, pero evitará la desintegración de EU y, en potencia, de Europa, que ahora resiente los efectos de la burbuja hipotecaria. E impedir una desintegración tal, nos dará la oportunidad de emprender un programa de recuperación, en el mismo espíritu con el que Franklin Delano Roosevelt sacó a EU de la Depresión de 1929–1933.

Es este mismo enfoque rooseveltiano el que le permitirá a EU unirse a otras potencias importantes, como Rusia, China e India, en la creación de un nuevo sistema monetario, y embarcarse en una colaboración conjunta para construir grandes obras de infraestructura con crédito a largo plazo y a bajas tasas de interés. Lo cual nos lleva de regreso al tema de la conferencia en Alemania.

¿Podemos efectuar el viraje político a tiempo para evitar un desastre de otro modo seguro? Al presente los fondos especulativos globales, que se han chupado la liquidez del sistema bancario e hipotecario, que es el origen del problema, cuentan con controlar al Congreso estadounidense con las contribuciones a sus campañas y por otros medios, pero sólo hay una cosa que los políticos temen más que a sus mecenas, y es a su base electoral, de la que dependen para conseguir votos, pero que también puede ponerlos de patitas en la calle.

Tras décadas de pesimismo y desastres, el pueblo estadounidense y el mundo están sedientos de esperanza, pero de una esperanza fundada en el crecimiento económico y la prosperidad. Adoptemos la ley de Protección a los Bancos y Propietarios de Vivienda, y podremos hacer realidad ese futuro.