Economía

Resumen electrónico de EIR, Vol.XXIV, núm. 6

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Iberoamérica

 

Bush inflama a Colombia en etanol

por Javier Almario

Con motivo de la visita del presidente George Bush a Colombia el 11 de marzo, el presidente Álvaro Uribe le ofreció a Estados Unidos dedicar 6 millones de hectáreas —60 mil kilómetros cuadrados— de la Orinoquia colombiana al cultivo de caña de azúcar para la producción de etanol, dizque para remplazar el consumo de gasolina automotriz. Según Uribe, este territorio podría utilizarse “sin afectar la selva amazónica”.

La cifra es realmente extraordinaria, si se considera que la tierra cultivada en Colombia (sin incluir pastizales para el ganado) fue de apenas 4,06 millones de hectáreas en 2005, incluyendo el cultivo de café, según informa la Sociedad de Agricultores de Colombia. La máxima superficie cultivada que ha tenido el país en los últimos 17 años fue de sólo 4,6 millones, y eso fue en 1990, antes de que se diera la apertura y la tan cacareada globalización.

Bush consigue en Colombia el traje de cacique apropiado para dirigir a toda Iberoamérica como a una gran plantación de aguardiente de etanol. (Foto: César Carrión Ayala/SNE).

Colombia es ya el segundo productor más grande de etanol del Continente, después de Brasil. El presidente Uribe propuso que el país dé este salto gigantesco en el cultivo para biocombustibles con la apertura de la Orinoquia, una región escasamente poblada del este del país, que es una mezcla de llanuras y selva.

Hoy la economía de esta región se reduce más que nada al petróleo, algunos ranchos ganaderos y las drogas. Sin embargo, por décadas el movimiento de LaRouche en Colombia ha insistido que la Orinoquia, con sus fértiles planicies de fácil labranza, a las que sólo les hace falta infraestructura y sistemas hidráulicos, debería transformarse en un nuevo granero para Colombia y para toda Sudamérica.

Aumentar 250% la superficie cultivada en Colombia sí que sería una proeza, que implicaría inversiones tremendas en infraestructura (carreteras, ferrocarriles, túneles, puentes, energía, traslado de población, servicios de salud, etc.). Sólo que hacerlo para producir etanol, para quemarlo como combustible, llevaría al país a la bancarrota total, y a una indiscutible escasez de alimentos y la hambruna.

La pregunta sigue siendo: ¿quién aportará el dinero para las plantaciones y los ingenios azucareros? ¿Acaso está esto relacionado con los informes que ha recibido EIRNS en Wahington, de que el hermano del Presidente de Estados Unidos, Jeb Bush, está invirtiendo en grande en el etanol en Perú y Colombia?

Hasta ahora. . . ¡todo va mal!

Desde noviembre de 2005, el 57% de la gasolina que se distribuye en Colombia viene mezclada con 10% de alcohol etílico. Lo que jamás se ha dicho es que el Gobierno colombiano organizó las cosas de modo tal, que la población está subsidiando la producción de etanol con más de un dólar por galón, un sobreprecio que termina pagando tanto el consumidor de gasolina como el resto de los colombianos.

En efecto, Ecopetrol, la empresa estatal petrolera que controla la distribución general de los combustibles líquidos en Colombia, le paga a los productores de gasolina 1,42 dólares por galón. En cambio, por cada galón de “alcohol carburante”, como se le llama en Colombia, Ecopetrol le paga al productor 2,35 dólares. En pocas palabras, Ecopetrol compra etanol casi 60% más caro que la gasolina.

¿Y quiénes reciben ese subsidio para que la tierra que podría cultivar alimentos se use en la producción de etanol? Se trata, por ahora, de cinco ingenios azucareros: Mayaguez, Manuelita, Providencia, Incauca y Risaralda, todos ubicados en uno de los valles más fértiles de Colombia, el del río Cauca, que abarca los departamentos de Cauca, Valle y Risaralda. Esta región altamente mecanizable se ha dedicado a la producción de caña de azúcar, cultivo que desplazó a la soya, el algodón, el maíz, el frijol y otros. Los ingenios decidieron invertir en destilerías de alcohol después de que el gobierno les garantizó un precio ligado al del azúcar en el mercado internacional.

Por otra parte, en los últimos dos años estos ingenios azucareros han enfrentado serios problemas laborales, al intentar, por varios medios, reducir los salarios y prestaciones laborales de los corteros de caña, a quienes quieren contratar en cooperativas, en vez de hacerlo directamente, para negarles los beneficios que exige la contratación colectiva con los sindicatos.

La primera consecuencia de usar alcohol como combustible es que el precio del azúcar y la panela (una especie de bloque de azúcar morena a medio procesar), productos que aportan más de 30% del consumo calórico en la dieta de los colombianos, aumentó 75%. La euforia del etanol, el cual ya está demostrado que tiene un saldo energético negativo, es decir, que es más la energía que se invierte en producirlo que la que genera, afectará la producción alimenticia en Colombia. En el 2005 había 431.781 hectáreas sembradas con caña de azúcar, cifra que muy probablemente se disparó en el 2006 y que afectará los precios de los productos agrícolas de consumo humano y animal.

Por otra parte, la inclusión del alcohol en la gasolina ha afectado el funcionamiento del parque automotor. Según un estudio de la Facultad de Ingeniería de la Universidad Nacional, el etanol aumentó 3% la contaminacion, al elevar la temperatura interna de los motores. El estudio también mostró que la eficiencia del combustible también disminuía con el etanol, porque el alcohol se evapora más rápido que la gasolina y, por tanto, se consume incluso mientras el motor está apagado.

La mayor parte del parque automotor en Colombia todavía usa carburadores, los cuales se ven seriamente afectados por el etanol, en especial porque es muy difícil eliminar las pequeñas cantidades de agua que conserva luego de pasar por el proceso de destilación. Lo único que el gobierno podría alegar es que mejoró el ingreso de los talleres de mecánica, que aumentaron de manera inesperada sus ingresos desvarando automóviles, lavando tanques de gasolina, y organizando y calibrando carburadores.