En honor al general Harold Bedoya
y a su misión

Descargar volante en formato PDF

Por Gretchen y Dennis Small
10 de mayo de 2017

T20 2016 ChinaEl general retirado Harold Bedoya se dirige a una conferencia de prensa en el Club Nacional de Prensa en Washington, D.C. el 7 de septiembre de 1999.

El general Harold Bedoya Pizarro, patriota colombiano, falleció el 2 de mayo a la edad de 78 años, tras una batalla contra el cáncer. En su distinguida carrera, sirvió como comandante del Ejército y de las Fuerzas Militares de Colombia, como ministro de Defensa, se presentó dos veces como candidato a la presidencia, y luchó por movilizar a sus conciudadanos para expulsar al narcotráfico y a todos sus instrumentos de su amada Colombia hasta el final de su vida. Bedoya siempre se vio a sí mismo, como decía, “en servicio activo a la nación”. Y lo hizo sabiendo que actuaba en nombre de la humanidad en su conjunto.

Al informarle del fallecimiento del general Bedoya, el estadista estadounidense Lyndon LaRouche pidió que se agregase su nombre a todos aquéllos que recuerdan al general Bedoya con respeto y aprecio, "por mi lealtad a esa misión que él representó".

En febrero de 2003, LaRouche y el general Bedoya celebraron un seminario conjunto en Washington D.C. sobre el asunto de “La guerra contra las drogas y la defensa del Estado nacional soberano”. En sus observaciones, ambos abordaron la cualidad de liderazgo necesaria para sacar al mundo de la crisis. “El caso aquí presente, y que el general Bedoya representa de lo más activamente, es de la mayor importancia para todos nosotros”, LaRouche dijo a la reunión. “El negocio del narcotráfico es enemigo de la humanidad. No es ilegal matar a Satanás. Matémoslo, y salvemos a la humanidad. Matémoslo, y salvemos a las naciones. Y cuandoquiera que hallemos en una nación a alguien capaz y dispuesto a erguirse en defensa de estos principios, debemos trabajar con ellos. Debemos identificarlos como representantes de lo que esperamos construir en este planeta, una comunidad de principio entre Estados nacionales soberanos, y futuro garante permanente, esperamos, de condiciones de paz en nuestro planeta, a partir de las cuales la humanidad pueda avanzar hacia adelante, para convertirnos, por fin, en aquello que aún no hemos alcanzado; ser de veras los seres humanos que se propuso El que nos hizo”.[1]

Bedoya, por su parte, declaró que “las crisis que hoy en día vivimos en todo el mundo, pero especialmente acá en territorio americano, necesitan de líderes, necesitan de grandes líderes que entiendan los problemas y quieran asumir sus responsabilidades y luchen contra viento y marea. No se atemoricen por calumnias, por mentiras, por tragedias, por ausencias de medios y de recursos, porque encima del hombre está la fuerza de un Dios que es el que nos va a conducir a los grandes terrenos de provisión, de libertad, de democracia y de todo eso por lo que nacimos y por lo que vamos a morir.

“De manera que a mí no me preocupa que estemos viviendo momentos de dificultad. Precisamente en los momentos de crisis renacen los pueblos, salen las soluciones y aparecen líderes como Lyndon LaRouche, que le está diciendo al mundo que tiene que despertar, que le está diciendo a los norteamericanos: `por favor, no sean indiferentes ante esta tragedia que estamos viviendo en toda América y en el mundo’.”[2]

El general Bedoya fue un líder tal entre los hombres. En un tiempo en el que la mayoría a su alrededor, en Colombia y a lo largo de las Américas, optaban por el camino más fácil y sucumbiendo al cambio de paradigma devastador que toleraba, cada vez más, el consumo y la producción legalizados de droga, Bedoya asumió la responsabilidad personal de liberar a Colombia del narcoterrorismo asesino que el pueblo colombiano ha sufrido por décadas, ya fuera que ese terror viniese de los carteles de Medellín y Cali, o del cartel de las FARC de hoy. Le hizo frente a cada gobierno colombiano que capituló ante el terror de “plata o plomo” – acepte nuestro soborno o muera – que se libró contra la nación por parte de los poderes financieros de Wall Street y la City de Londres, los cuales despliegan los carteles de la droga.

Bedoya dijo “no”. Se negó a aceptar que Colombia transara con el narcotráfico, y convertirse en un narco-estado. Dijo “no” cuando los presidentes Ernesto Samper Pizano (1994-1998) y Andrés Pastrana (1998-2002) entregaron una franja de territorio (y a los colombianos dentro de ese territorio) a los terroristas del cartel de la cocaína, las FARC; y dijo no cuando el proyecto británico de hoy, el presidente Juan Manuel Santos, quiso cogobernar con las FARC y legalizar la producción, tráfico, y consumo de narcóticos, primero en Colombia y luego en todo el mundo.

La inquebrantable oposición de Bedoya a cualquier “paz” con el narcotráfico se fundamentaba en razones morales; entendió que el narcotráfico es un “crimen de lesa humanidad”. En una entrevista con Executive Intelligence Review (EIR) en 1998, Bedoya calificó la idea de legalizar las drogas de “absurda”.

“Lo que hay es que combatir a las mafias del narcotráfico para que no sigan produciendo, no solamente drogas, sino no le sigan produciendo el daño atroz a que está siendo sometida la juventud y el mundo entero con la droga. Ya sabemos nosotros que en el mundo hay millones de ciudadanos, de juventudes que están perdidas por acción de los narcos. Yo creo que lo que hay que hacer acá, en vez de legalizar la droga, que no tiene ningún sentido ético hacerlo, es convertir el delito del narcotráfico en un delito de lesa humanidad y en los tribunales internacionales se juzgue a las mafias del narcotráfico, como corresponde a cualquier sociedad civilizada en el mundo”.[3]

Cuando el presidente Samper Pizano en julio de 1997 forzó al general Bedoya a pasar al retiro, tal y como lo habían exigido las FARC y sus camaradas guerrilleros del ELN, Bedoya no desperdició ni un momento. En cuestión de un mes, estaba organizando una campaña presidencial basada en un nuevo movimiento político, Fuerza Colombia, que movilizó sobre el principio de que Colombia tenía derecho a desarrollarse y prosperar, libre de drogas y narcoterrorismo. Mientras hacía campaña a lo largo de la nación (que conocía como la palma de su mano de sus viajes a casi cada rincón y pueblo durante sus largos años de servicio militar activo), dijo a sus compatriotas colombianos: “No me vengan con el cuento de que para lograr la paz hay que entregarle pedazos del territorio patrio a los delincuentes, a los terroristas... No todo está perdido”.[4]

Un embajador internacional para salvar a Colombia

Sabiendo que “lo que los militares llamamos `teatro de operaciones’ de las mafias y el narcotráfico, es mundial”[5], Bedoya llevó su campaña contra la amenaza del narcotráfico al resto de las Américas. Colombia no tenía los recursos para ganar sola la guerra contra el narcotráfico internacional. Durante los siguientes años, viajó a Estados Unidos, Argentina, Brasil, Uruguay y Perú, organizando para que esas y otras naciones “hagamos una alianza en la lucha contra el narcotráfico”[6]. Cada nación involucrada tiene que estar comprometida a aplastar la faceta del narcotráfico que la aflige, sean cultivos, precursores químicos, dinero, transporte, suministro de armas o consumo, dijo.

Insistió que con tal alianza, se podría eliminar el narcotráfico en dos años, siempre y cuando se acompañara de desarrollo económico. Se ha reducido a Colombia económicamente a las cenizas por medio del narcotráfico, se la ha “narcotizado”, ya no produce su propia comida, dijo Bedoya. Propuso un enfoque tipo “Plan Marshall” en el que las grandes potencias mundiales colaborarían en la reconstrucción de Colombia. Con contribuciones internacionales de capital, tecnología, y comercio –y sin las condicionalidades del Fondo Monetario Internacional, aclaró– Colombia podría establecer polos de desarrollo en las zonas devastadas por el narcotráfico, en las que el Estado iniciaría una movilización cívico-militar, y desplegaría a sus ingenieros militares para ayudar a construir escuelas y grandes proyectos de infraestructura: carreteras, puentes, ferrocarriles, aeropuertos, canales, y puertos fluviales y marítimos, de esa manera “poniendo las tierras otra vez a producir alimentos; recuperando las selvas que fueron quemadas o cortadas para producir coca”.[7]


Cambiar el rumbo de Estados Unidos

Dondequiera que iba, Bedoya denunció sin temor y sin pelos en la lengua a Wall Street y al departamento de Estado de EU por apoyar a las mafias del narco. En junio de 1999, el departamento de Estado de Madeleine Albright había organizado la visita del Presidente de la Bolsa de Nueva York (la New York Stock Exchange), Richard Grasso, a la zona desmilitarizada del Caguán, controlada por las FARC. A su regreso, Grasso anunció, en una conferencia telefónica con la prensa, que desde su punto de vista las FARC entendían muy bien el mercado de capitales, y que esperaba que pronto pudiera acompañar al “Comandante Tirofijo” — el jefe del cártel de la cocaína de las FARC — a caminar por los pasillos de la Bolsa de Nueva York para conversar sobre “inversiones mutuas”. Ese mismo mes, el FMI le dio órdenes públicas al gobierno colombiano para que incluyera las cifras de los “cultivos ilícitos” de drogas en sus cálculos del PIB, tratando a las drogas simplemente como cualquier insumo a la economía colombiana.

A principios de septiembre de 1999, el general Bedoya hizo una intervención en Washington, D.C., que resultó decisiva. La facción de Wall Street en el departamento de Estado estaba presionando con fuerza para que Colombia consumara el acuerdo con las FARC que la visita de Grasso había indicado. El zar antidrogas de EU, el general (r) Barry McCaffrey y otros patriotas, dentro y fuera del gobierno, se opusieron a esa política inmoral porque conduciría a un desastre estratégico.

El general Bedoya vino a Washington en medio de esta pelea, en un viaje organizado por la revista EIR de Lyndon LaRouche. Durante siete días, desde las 7 de la mañana hasta la medianoche, Bedoya sostuvo reuniones privadas con más de una docena de oficinas de congresistas y senadores, incluyendo reuniones personales con nueve representantes y tres senadores; con funcionarios de alto nivel del departamento de Estado; y con oficiales militares estadounidenses. Con todos, Bedoya insistió en que Estados Unidos se tenía que unir a Colombia para librar una batalla total contra el narcoterrorismo y el narcotráfico. Se dirigió a un seminario especial de EIR organizado para diplomáticos de todo el mundo; dio varias entrevistas de prensa, incluyendo una sesión informativa muy bien recibida en el Club Nacional de Prensa en Washington; se dirigió a 1.000 ciudadanos estadounidenses de todo el país en la conferencia semestral del Instituto Schiller; y habló en un coloquio con la comunidad colombiana.

En cada discurso, seminario o reunión personal que tuvo, al igual que en sus viajes previos a Sudamérica, Bedoya les mostró y habló acerca de la famosa fotografía del presidente de la Bolsa de Nueva York abrazando al Comandante Raúl Reyes, el jefe de finanzas de las FARC, durante su visita al Caguán –foto que ha pasado a la infamia como “El Abrazo de Grasso”. Bedoya les preguntó, como lo hizo en cada parada en su gira previa por América del Sur: ¿Cuál es la conclusión a la que debe llegar Colombia, dada esa visita? “Sería muy bueno que el gobierno de los Estados Unidos interrogara a estos señores, que aterrizaron en las mismas pistas desde donde se exporta la droga que tanto preocupa a las autoridades norteamericanas”.[8]

Bedoya describió de manera espeluznante para sus interlocutores estadounidenses los horrores que los narcoterroristas aliados de Grasso habían causado, como los 4.000 niños, de 10-16 años de edad, secuestrados de sus familias y convertidos en carne de cañón para las fuerzas de las FARC, y los 1.500 adultos colombianos secuestrados y detenidos en los campos de las FARC. Sus informes detallados con mapas documentaron las implicaciones estratégicas de todo el territorio colombiano que ya estaba en manos de los narcoterroristas. Bedoya apeló a Estados Unidos a comprender que la lucha de Colombia es su lucha, a encontrar la voluntad política para apoyar a Colombia y a sus vecinos en una guerra político-militar total contra el narcoterrorismo, y a proporcionar el tipo de desarrollo económico necesario para la victoria. Su mensaje fue sencillo: “Es que esto es una mafia que no es colombiana, es una mafia internacional. Todos unidos los podemos acabar”.[9]

Especificó la ayuda que Colombia necesitaba: armas y equipo militar modernos, con entrenamiento para su uso eficiente; inteligencia satelital y otras; y ayuda económica para una reconstrucción tipo Plan Marshall. Bajo ninguna circunstancia, insistió, significa que tropas extranjeras entren a territorio colombiano; sobre este punto le repitió a todo mundo: “no, no, no, no”.

Bedoya planteó su mensaje para que constara en una entrevista con el programa de televisión del Foro Interamericano de la Agencia de Información de Estados Unidos, un mensaje que es tan urgente hoy como entonces:

“Estados Unidos no necesita mandar tropas allá a Colombia. Apoyar técnica y logísticamente a Colombia es lo más importante. Y no dar más mensajes de que la coca es buena, como nos dio el señor de Wall Street, el señor Richard Grasso, que se metió prácticamente a los laboratorios a negociar los dineros de Wall Street. Nadie entiende que hace Wall Street, ni que hace el Fondo Monetario Internacional, exigiéndole a Colombia que meta los dineros de los cultivos de la coca en el Producto Interno Bruto. Esto nos hace una narco-democracia y prácticamente está legalizando la droga en Colombia y en el mundo...

“Si Estados Unidos no hace lo que debe hacer, Estados Unidos va a sufrir las consecuencias... Es decir, Estados Unidos tiene que tomar una decisión pronta. Cada minuto, cada día, cada instante que pase es un problema que se resuelve con más dinero, con más muertos, con más terrorismo y lógicamente con más narcotráfico...

“El proceso de paz existe porque el gobierno norteamericano lo avaló. Es decir, Estados Unidos tiene esa responsabilidad. Por eso es tan importante que Estados Unidos rectifique y corrija [su] error... Colombia se está muriendo... una decisión pronta, una rectificación a tiempo, puede salvar a Colombia y a la América”.[10]

Varios años más tarde, fuentes militares calificadas de Estados Unidos le dijeron a EIR que el viaje del general Bedoya había inclinado la balanza en la lucha en Washington contra la facción de Wall Street que promovía la legalización por medio de la “paz”. Se tomó la decisión, en cambio, de ayudar a Colombia a través del Plan Colombia. El Plan Colombia no satisfacía los criterios necesarios para la victoria que Bedoya había especificado, pero sí estableció el principio de que EU tenía que apoyar a Colombia en su lucha contra las drogas y los narcoterroristas. Se sentaron las bases para la colaboración, si bien más limitada que la requerida, que fue crítico para la campaña militar de Colombia bajo el presidente Álvaro Uribe Vélez (2002-2010) que liberó grandes partes del territorio de Colombia, y su gente, del control del cartel de las FARC, reduciendo significativamente la producción de droga en el proceso.

Un general del pueblo

Como verdadero líder militar, Bedoya entendió que “guerras sin propósito moral válido son un fracaso total... Lo fundamental”, afirmó, “es determinar si existe un propósito moral de orden superior que justifique la guerra y si adicionalmente se tiene la voluntad de triunfar e imponer una paz justa y por lo tanto duradera”. Fue directamente al pueblo colombiano porque entendió que “Las guerras no las ganan las potencias, las guerras las ganan los pueblos. Los únicos capaces de resolver un problema interno son los propios pueblos”.[11]

Toda su vida, el general Harold Bedoya se mantuvo firme contra la avalancha mortal del narcotráfico internacional, y buscó crear una paz apta para los seres humanos. Por eso, la nación colombiana, así como una generación entera de jóvenes estadounidenses tienen una deuda de agradecimiento con él.


[1] “Combatir al narcotráfico es defender la soberanía”, discurso de Lyndon H. LaRouche, Jr. Resumen ejecutivo de EIR, Vol. XVII, núm. 4-5, 2ª quincena de febrero y 1ª de marzo de 2000.

[2] “El `Plan Colombia’ de Pastrana, contubernio con el crimen organizado”, discurso del general Harold Bedoya. Resumen ejecutivo de EIR, Vol. XVII, núm. 4-5, 2ª quincena de febrero y 1ª de marzo de 2000.

[3] “A acabar con el narcoterrorismo: Gral. Bedoya en entrevista con EIR”. Resumen ejecutivo de EIR, Vol. XV, núm. 13, 1ª quincena de julio de 1998.

[4] “General Bedoya: Para ganar, hay que movilizar a la nación”. Resumen ejecutivo de EIR, Vol. XV, núm. 9, 1ª quincena de mayo de 1998.

[5] “General Bedoya: en dos años se puede erradicar al narcotráfico”, discurso del general Harold Bedoya Pizarro en el seminario de la EIR en Bogotá, Colombia, titulado “El proceso de paz en Perú y en Colombia”. Resumen ejecutivo de EIR, Vol. XV, núm. 16, 2ª quincena de agosto de 1998.

[6] “Colombia sufre una agresión del narcoterrorismo internacional: discurso del general Bedoya en CARI”. Resumen ejecutivo de EIR, Vol. XVI, núm. 17, 1ª quincena de septiembre de 1999.

[7] Ibíd. Vea también “General Bedoya: en dos años se puede erradicar al narcotráfico”. Resumen ejecutivo de EIR, Vol. XV, núm. 16, 2ª quincena de agosto de 1998.

[8] “Alianza continental contra el narcoterrorismo, propone el general Bedoya en Argentina y Uruguay”. Resumen ejecutivo de EIR, Vol. XVI, núm. 17, 1ª quincena de septiembre de 1999.

[9] “El general Bedoya propone guerra al narcoterrorismo: `Todos unidos los podemos acabar’,” entrevista con el programa de televisión ``Foro Interamericano'', de la Agencia de Información de los Estados Unidos (USIA). Resumen ejecutivo de EIR, Vol. XVI, núm. 19, 1ª quincena de octubre de 1999.

[10] Ibíd.

[11] “La nueva OTAN y el Plan Marshall para Colombia por el general (r) Harold Bedoya Pizarro”, discurso del general Bedoya en el seminario de la EIR en Bogotá, Colombia titulado ``Ante el desplome financiero la nueva OTAN amenaza al mundo''. Resumen ejecutivo de EIR, Vol. XVI, núm. 12, 2a quincena de junio de 1999.

 

Para mayor información: preguntas@Larouchepub.com