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De nuestros archivos (Vol. XVI, nums. 15-16, agosto de 1999):
El "Grasso Abrazo"

4. Sin los bancos, no habría narcotráfico

por John Hoefle

  1. Documentación: El presidente de la bolsa neoyorquina defiende sus negociaciones con las FARC
  2. Legalizar el narcotráfico a como dé lugar, quieren Wall Street y el FMI
  3. Documentación: Un funcionario del FMI da clases de narcocontabilidad
  4. Sin los bancos, no habría narcotráfico
  5. Los nuevos aliados de Wall Street y el Departamento de Estado: el 'Tercer Cartel' colombiano
  6. Del archivo de EIR: la oligarquía financiera patrocina el narcotráfico

La reciente visita que Richard Grasso, representante de la Bolsa de Valores de Nueva York, hizo a Colombia, para entrevistarse con los jefes de las narcoterroristas FARC, pone de manifiesto lo que el movimiento de LaRouche ha dicho por muchos años: que los amos del sistema financiero internacional y del narcotráfico mundial son las mismas personas. En nuestro célebre libro Narcotráfico, SA, publicado por primera vez en 1978, revelamos que el comercio internacional de narcóticos es operado por la oligarquía financiera internacional como un arma política en contra de las naciones soberanas y que una gran porción de la banca se dedica ex profeso al lavado de las ganancias que genera ese tráfico ilegal.

Consideremos por un momento el volumen de dinero en efectivo que los narcos reciben cotidianamente en una zona metropolitana grande; no sólo la suma en dólares, sino el volumen físico de los billetes chicos que la componen. El solo manejo del dinero es un problema enorme de logística, y, sin un sistema complejo de lavado de dinero, el narcotráfico se asfixiaría en su propio dinero. Además, sería demasiado obvio que los narcos le despacharan toneladas de billetes de 20 dólares a sus amos de la City de Londres. Alguien podría darse cuenta, ¿no?

La clave para lavar dinero es meterlo a los bancos lo antes posible, en el mercado local. Un método es crear cierto número de negocios —restaurantes, estacionamientos, concesiones deportivas y cosas por el estilo— que de por sí reciban grandes cantidades de dinero en efectivo. Luego, el narcodinero se mezcla con los ingresos del negocio y se deposita en sus cuentas bancarias. Una vez que se mete a la banca, el dinero se puede transferir alrededor del mundo a través de una maraña de bancos y cuentas.

Todo esto es del conocimiento de los banqueros, las autoridades bancarias y las policíacas. Las propias cifras de la Reserva Federal ilustran cómo se amontonaba ese dinero en la Reserva Federal de Miami y cómo, cuando las operaciones policíacas en el sureste de los EU hicieron que el narcotráfico se mudara al suroeste, el exceso de dinero pasó a las bancos de la Reserva Federal de Los Angeles y San Antonio. Fue muy obvio para todos que era dinero lavado.

El papel de los bancos en el tráfico de drogas no es nada nuevo. El principal banco inglés de la colonia de Hong Kong, el infame Hongkong and Shangai Bank, financió a las empresas traficantes de opio que dirigía Jardine Matheson, y a las empresas transportadoras de opio como la Peninsular & Orient Steam Navigation Co. y la Canadian Pacific. Ciertas redes británicas que operaban a través de Canadá trajeron luego el opio y la heroína asiáticos a los EU. Cuando se decidió emprender el negocio de producir cocaína y marihuana en Iberoamérica, los bancos canadienses fueron los primeros en crear en las islas caribeñas de la Mancomunidad Británica la infraestructura bancaria desregulada necesaria para financiar el narcotráfico y lavar las utilidades.

Los capos de Narcotráfico, SA, quisieran hacernos creer que el tráfico de cocaína lo dirigen los colombianos y que el comercio del crack es negocio de las pandillas de los barrios bajos, lo cual equivaldría a creer que el cartel petrolero lo dirigen los concesionarios de gasolineras. En realidad, los que manejan las drogas son empleadillos de bajo nivel y, por lo tanto, desechables. Para encontrar quién regentea el negocio, hay que seguirle la pista al dinero, a través de los bancos, hasta los salones de juntas de Nercotráfico, SA. Los que ahí sesionan nunca tocan las drogas, pero siempre se llevan el dinero.

Muchos de los personajes que parecían tan poderosos en sus días, desde Mayer Lansky, Bernie Cornfeld y Robert Vesco (el de Investors Overseas Services) al rey de los bonos chatarra Michael Milken, no fueron más que testaferros del aparato del dinero sucio de la oligarquía financiera, mangoneados como títeres para consumo público. Lo mismo pasa con los titanes de ahora, como el megaespecualdor y promotor de la legalización de las drogas George Soros.

En las raras excepciones en que los cogen lavando narcodinero, los bancos derraman lágrimas de cocodrilo y alegan que fueron engañados por astutos narcotraficantes; si las pruebas son muy comprometedoras, culpan a los empleados del nivel más bajo posible. Pero el hecho es que los bancos no sólo manejan a sabiendas dinero sucio, sino que compiten ferozmente por el negocio. Se han creado secciones enteras de bancos, bufetes jurídicos, despachos contables y despachos de consultoría para organizar y dirigir las operaciones de lavado de dinero; es una actividad enorme y muy lucrativa.

Ahí está el ejemplo de E. F. Hutton, el prestigiado banco de inversiones de Wall Street sorprendido a mediados de los ochentas lavando dinero para la mafia (en el sonado caso de la "conexión de pizza". En 1985, Hutton se declaró culpable de 2.000 actos de fraude postal y telegráfico, y fue subsecuentemente absorbido por Shearson. El presidente de Hutton en ese tiempo era Scott Pierce, hermano de Barbara Bush; el jefe de la división de ejecución del Departamento de Hacienda era en ese tiempo John Walker Jr., primo del vicepresidente George Bush y cuya empresa familiar, G. W. Walker, había empleado a Pierce.

Luego tenemos el caso de Citicorp y sus enredos con Raúl Salinas de Gortari, hermano del ex presidente de México Carlos Salinas de Gortari. A comienzos de los noventas, Raúl Salinas hizo una fortuna en el narcotráfico y lavó el dinero con la ayuda de Citicorp, cuya división de banca privada le ayudó a abrir cuentas bancarias en Suiza. En ese tiempo, el ya quebrado Citicorp era dirigido en secreto por la Reserva Federal, que revisaba todas las transacciones grandes.

Bankers Trust —que defraudó a sus clientes tan descaradamente en 1994 que uno de ellos, Procter & Gamble, lo acusó penalmente de estafa— hace poco aceptó ser culpable de apropiarse indebidamente de depósitos no reclamados. El juez le dio nada más un coscorrón y lo dejó ir. La admisión de culpabilidad se hizo coincidir con la absorción de Bankers Trust por parte del Deutsche Bank.

Caso tras caso, los bancos comerciales y de inversión sorprendidos en el lavado de narcodinero y otros negocios sucios han recibido sólo castigos menores, que dejan intacta la máquina lavadora. Estos son los bancos que han combatido ferozmente todos los intentos de seguirle la pista al dinero, y, con ello, le han cerrado el paso a cualquier intento serio de derrotar a Narcotráfico, SA.