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El CGTBA prepara una gira por EU, Europa y Japón, en procura de apoyo para aplastar a la nación sudamericana
Los fondos buitres amenazan a Argentina: ‘¡Paga o muere!’

por Cynthia R. Rush

Los depredarores financieros del orbe han llegado a nuevas alturas de desesperación y rabia en sus intentos por aniquilar a la nación Argentina.
El Comité Global de Tenedores de Bonos de Argentina (CGTBA), que aglutina a los fondos buitres que especularon con la deuda argentina antes del incumplimiento de diciembre de 2001, y que dice representar a la mayoría de los “inversionistas” que poseen los papeles impagos de la deuda del país, anunció el 12 de julio su ofensiva internacional para obligar al Gobierno del presidente Néstor Kirchner a renunciar a su propuesta oficial de reestructurar 88 mil millones de dólares de deuda impaga y que, en cambio, acepte la “contrapropuesta” del CGTBA. Los presidentes del CGTBA, Hans Humes y Nicola Stock, preparan una gira por los Estados Unidos, Europa y Japón, en procura de apoyo para aplastar a la nación sudamericana.

El CGTBA insistió en un comunicado de prensa el 12 de julio que la propuesta oficial de Argentina de reestructurar su deuda con una quita de 75% “resulta inconsistente con otras reestructuraciones soberanas” más generosas, y no “muestra una genuina voluntad de pago”. En vez de 75%, el CGTBA quiere una “rebaja adecuada” no mayor a 30%, y de preferencia del 20% del valor nominal de la deuda.

En un almuerzo el 14 de julio en Nueva York, en la sede de su asesor financiero (y autor de la contrapropuesta) Bear Stearns–Morgan Stanley, el GTBA insistió que el Gobierno tiene que: pagar 5.200 millones de dólares por los intereses atrasados desde la moratoria de diciembre de 2001, y emitir un bono por el resto; aumentar el superávit primario (el dinero que se aparta para pagar deuda), del 3% del PBI acordado con el FMI, a por lo menos 3,5% para el 2005; y aumentar el interés de un bono especial de descuento por encima del 8,2% que ofrece. Con “presupuestos más realistas”, bramó Humes, los bonistas obtendrían “un rendimiento substancialmente superior al ofrecido en la actualidad”.

El nivel de vida ya anda por los suelos

¿Mayores rendimientos? El índice de pobreza de Argentina sigue por arriba del 50%, y el desempleo real raya en el 20%. Oficialmente es de 15%, sólo por los subsidios —financiados por el Banco Mundial— a los “jefes de hogar” destinados a 2,5 millones de desempleados. Estudios recientes del IDEF, un centro de estudios ligado a la Confederación de Trabajadores Argentinos (CTA) y al Centro de Estudios para el Desarrollo Argentino (CENDA), informa que ¡los salarios reales están en los niveles de 1940! El salario mensual promedio de 592 pesos (unos 200 dólares) es 18% menor que los 723 necesarios para cubrir el costo de la canasta básica mensual de dos adultos y dos niños, según el INDEC, la agencia gubernamental de estadísticas. Desde la devaluación del peso en enero de 2002, el costo de esa canasta ha aumentado 56%, al tiempo que los salarios se han deprimido.

Este es un país otrora orgulloso de la calidad de su mano de obra calificada. Hoy, la única clase de plazas en aumento son en la economía “informal” de los “trabajadores independientes”: los vendedores ambulantes, los quiosqueros, las empleadas domésticas, etc. Según el INDEC hay 7,5 millones de personas que viven con 1,5 pesos diarios —unos 50 centavos de dólar—, y otras 5 millones con 2,90 pesos por día, un nivel de vida reconocido a nivel internacional como de “extrema pobreza”. Estos 10,7 millones de argentinos representan 20% de las familias del país, las cuales no pueden pagar el costo de la canasta alimenticia básica. Según el INDEC, al menos 40% de la gente que tiene empleo cae en la categoría de “indigente”.

Como signo ominoso del futuro del país, el Gobierno calcula que 56% de los jóvenes de entre 18 y 25 años de edad vive en la pobreza, 56,2% no va a la escuela, y 17,4% busca trabajo. Es por eso es que el presidente Kirchner seguido dice que aún “estamos en el infierno”.

Listos para matar

El candidato presidencial Lyndon LaRouche ha advertido de forma reiterada que los intereses financieros sinarquistas matarán, comiéndose a los niños argentinos de ser necesario, para que les paguen la deuda. Los fondos buitres son lo peor de lo peor, pues representan a los capitales financieros especulativos. Pero no trabajan de manera aislada, el FMI y los gobiernos de G7 están íntimamente coordinados con ellos, exigiendo que Argentina “negocie de buena fe” para pagar una deuda incobrable.
Los financieros sinarquistas le han reservado un tratamiento especial a Kirchner, quien, con todas sus limitaciones, se ha rehusado a subordinar el bienestar de su pueblo a las prioridades de los banqueros. Pero Londres y Wall Street exigen la aplicación de políticas fascistas en la región. En tanto el sistema financiero internacional se desintegra a su alrededor, recurren al bandidaje y al terror estilo Dick Cheney, temiendo que a alguien se le ocurra botar dichas políticas.

El discurso de Roger Scher, jefe de Calificaciones Soberanas de Latinoamérica de la agencia calificadora británica Fitch, en una conferencia de inversionistas en Londres el 7 de junio, es ejemplo de esto. Señalando a Brasil, dijo que el Gobierno de Lula da Silva no está ansioso por firmar otro acuerdo con el FMI cuando concluya el actual en diciembre. Pero amenazó que, con los 33.000 millones de dólares en financiamiento que necesita antes de diciembre (sin mencionar los 22.000 millones del déficit presupuestario proyectado), Lula haría bien en anunciar desde ya que negociará un nuevo programa con el Fondo. Después de todo, dijo Scher arrogante, “Brasil todavía es prisionero del sentir del mercado. Si el mercado dice que Brasil es un perro, entonces Brasil es un perro”.

Esto es, denle a Iberoamérica el mismo trato que Cheney y sus amigos ordenaron para los prisioneros iraquíes en Abu Graib.

¿Señales de qué?

El FMI ha dejado en claro que, a menos que el Gobierno muestre disposición a someterse a los tenedores de bonos extranjeros e imponga un cúmulo de reformas de severa austeridad, el cumplimiento de la tercera revisión de su acuerdo con Argentina por 13.300 millones de dólares será postergado, quizá hasta fines de agosto.

Aunque Argentina ha cumplido con las metas macroeconómicas del Fondo, éste afirma que lo acordado en la última revisión en marzo —como el negociar “de buena fe” con los tenedores de bonos— no se ha cumplido. El funcionario del FMI John Dodsworth indicó que la tercera revisión no será aprobada por la directiva del Fondo, a menos que Kirchner de “señales concretas” de profundizar la austeridad.

Esto significa aumentar las utilidades de las empresas privatizadas (para compensarlas por el “sufrimiento” que les provocó la devaluación del peso en el 2001), corrigiendo la “deplorable” falta de progreso en la privatización de la banca pública y encasquetando una legislación de “responsabilidad fiscal” para que las provincias eviten el gasto “excesivo”.

El acuerdo vigente con el FMI no le ofrece a Argentina ningún financiamiento nuevo. Pero de no aprobar el Fondo la revisión del préstamo, con la excusa de que Kirchner no está lo bastante “comprometido” con la austeridad, el Gobierno cree —erróneamente— que esto sería un golpe fatal a su posición en la comunidad financiera internacional, y a su capacidad de salir de su condición de incumplimiento. La realidad es que el sistema monetario mundial está tan cercano a la destrucción, que la “comunidad financiera internacional” quizá no exista el tiempo suficiente como para permitirle a Argentina demostrar sus buenas intenciones.

La ‘opción LaRouche’

La verdadera pregunta es si los planes sinarquistas de imponer un fascismo global pueden evitarse instrumentando el plan de LaRouche del Nuevo Bretton Woods para reorganizar por bancarrota al sistema.
Al margen de su insistencia de que quiere actuar de forma responsable con los acreedores extranjeros, el Gobierno de Kirchner sabe bien que la frágil situación mundial puede tornar imposible el pago de la deuda. En los “asientos en reserva” del documento presentado el 2 de julio a la Comisión Cambiaria y de Valores de los EU, como exige el proceso de reestructuración, el Gobierno fue incisivo en advertir que el país es vulnerable a “golpes externos que podrían tener un efecto material adverso en el crecimiento económico de Argentina y en nuestra capacidad de honrar nuestra deuda pública”.

También señala el potencial de que hayan cataclismos financieros regionales, y advierte que “una caída significativa en el crecimiento económico” del vecino Brasil, el mercado de exportación más importante de Argentina, podría afectar su capacidad de pagar. De modo harto revelador, el Gobierno advierte que no puede garantizar la imposición de las medidas de austeridad “impopulares” del FMI, para las cuales no hay un “consenso político claro”. Tales medidas podrían desatar una inestabilidad política y social que “quizá obstaculize la instrumentación exitosa de las reformas requeridas por el programa del FMI”.

La declaración de semejantes dudas, más la constante afirmación de Kirchner, reiterada de nuevo el 13 de julio, de que “no tenemos que asumir el endeudamiento sobre las espaldas de los argentinos”, tiene vueltos locos a los banqueros. Junto con su ofensiva internacional, el CGTBA, según se informa, está llegando al extremo de preparar una demanda contra Cleary & Gottlieb, la firma de abogados de Nueva York que representa al Gobierno de Kirchner, por defender con tanto éxito los intereses de su cliente.

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