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El alto mando conocía perfectamente y aprobaba las técnicas de tortura
Los hombres-bestia Cheney y Rumsfeld son culpables de las torturas en Iraq

por Jeffrey Steinberg

El senador demócrata estadounidense Richard Durbin resumió las reacciones de una mayoría de sus colegas en ambos partidos el 12 de mayo, luego de ver una proyección privada de las fotografías de las torturas de iraquíes en la prisión de Abu Ghraib en Iraq a manos de soldados estadounidenses: "Se sintió como si uno fuera descendiendo a uno de los círculos del infierno y, tristemente, era nuestra propia creación".

Las palabras del senador Durbin se hicieron eco de las denuncias de los folletos del comité de la campaña presidencial de Lyndon H. LaRouche, "Children of Satan I" y "II" (Los hijos de Satanás I y II), que pusieron al descubierto la ideología y políticas fascistas y premeditadamente bestiales del vicepresidente estadounidense Dick Cheney y sus socios neoconservadores straussianos en la burocracia del Departamento de Defensa y otros centros de poder en Washington. Este es el aparato responsable de la tortura inhumana ocurrida en Abu Ghraib.

En una declaración el 10 de mayo, titulada "La marca de la bestia", LaRouche subrayó que los guardias de la prisión y los interrogadores acusados en Bagdad no actuaron por cuenta propia, sino que su proceder fue producto de una geometría política que ha subvertido, de arriba a abajo, toda acción importante del Gobierno de George Bush y Cheney, en particular toda su política bélica hacia Iraq.

El folleto "Los hijos de satanás II: El hombre-bestia" le advierte a la población del carácter asesino de Cheney: "Dick Cheney no es una copia de Adolfo Hitler, sino que desciende directamente de las mismas raíces que Mussolini, Hitler, Franco y los de su calaña, de las páginas de 1922–1945 de la historia moderna. Pertenece al mismo estereotipo psicopatológico que en la historia se remonta al antiguo Dionisio frigio, del cual el principal fundador intelectual de todos los movimientos facistas modernos, el padre intelectual de la tradición fascista moderna, Joseph de Maistre, deriva los modelos del gran inquisidor de España y del Terror jacobino de Francia. La conexión de Cheney, Strauss y los nazis con De Maistre es clara y decisiva para entender la amenaza mundial de corte nazi que Cheney, en su calidad de Vicepresidente de EU, representa para el mundo hoy".

Joseph de Maistre, un actor importante en el Terror jacobino y en la posterior tiranía del prototipo del hombre–bestia, Napoleón Bonaparte, se hizo famoso escribiendo acerca de la función vital del verdugo en mantener el orden social a través de la bestialización y el terror. "Toda la grandeza, todo el poder, toda la subordinación a la autoridad reside en el verdugo; él es el horror y el lazo de la asociación humana. Remuévase este agente incomprensible del mundo, y al instante el orden cede ante el caos, los tronos se tambalean, y la sociedad desaparece".

¿No reflejan estas palabras de De Maistre los infames pronunciamientos de Dick Cheney sobre el peligro que representaba para toda la civilización el permitirle a Saddam Hussein que tuviera éxito en su supuesta búsqueda de crear la bomba atómica, una búsqueda que probó ser ficticia? ¿No se reduce la "Doctrina Cheney" de guerra nuclear preventiva contra futuros adversarios potenciales al mismo nivel del verdugo de De Maistre?

Cuando se publicó por primera vez "Los hijos de satanás II" en enero de 2004, muchos en el Washington oficial consideraron que esta caracterización del vicepresidente Cheney, el secretario de Defensa Donald Rumsfeld, su subsecretario Paul Wolfowitz, etc., como los "hombres bestias" maistrianos, era "extralimitada", "exagerada" y "mera propaganda". Después aparecieron las fotografías de Abu Ghraib, y la realidad del descenso al infierno propiciado por Cheney se hizo palpable y clara.

Desde el alto mando

Todavía no se conoce la historia completa de Abu Ghraib, pero las audiencias en el Congreso de EU ya han confirmado que el alto mando conocía perfectamente y aprobaba las técnicas de tortura ahí empleadas.

En agosto de 2003, cuando la fuerza de ocupación estadounidense en Iraq enfrentaba una creciente insurgencia de guerra asimétrica, y con las pruebas al descubierto de que Saddam Hussein no poseía los arsenales de "armas de gran poder destructivo" que Cheney citó como la razón para lanzar la guerra preventiva, el secretario de Defensa Rumsfeld despachó al general Geoffrey Miller a Bagdad para determinar y modificar las técnicas de interrogatoción empleadas con prisioneros iraquíes clave.

El general Miller era el comandante de la prisión militar de EU en la bahía de Guantánamo, Cuba, donde ya empleaba técnicas que estaban específicamente prohibidas por la Convención de Ginebra. (En marzo 2004 transfirieron a Miller a Iraq, y lo pusieron al mando de todo el sistema carcelario de la ocupación estadounidense).

En abril de 2003 Miller solicitó permiso para adoptar 20 métodos de interrogación en Guantánamo, que incluían la privación del sueño, el sometimiento a temperaturas extremas, la desnudez forzada durante los interrogatorios, el uso de perros y otras formas de "agresión sensorial". La solicitud la aprobaron al más alto nivel del Pentágono y del Departamento de Justicia encabezado por John Ashcroft.

Rumsfeld personalmente preparó el camino para el uso de la tortura cuando públicamente se burló de la Convención de Ginebra, afirmando que a los prisioneros en la bahía de Guantánamo no los protegía el derecho internacional. Rumsfeld viajó a Iraq, cuando Miller cumplía la misión que se le había encomendado, y el 6 de septiembre de 2003 visitó la cámara de ejecuciones de Abu Ghraib.

En su pendenciero testimonio ante la Comisión de Servicios Armados del Senado el 12 de mayo, el subsecretario de Defensa para Asuntos de Inteligencia, Stephen Cambone, admitió que el general Miller había regresado a Washington y le había dado un informe cabal a su segundo, el general William "Jerry" Boykin, sobre la misión, y sobre sus recomendaciones para aumentarle la presión a prisioneros claves usando técnicas de interrogación más agresivas. Miller ya ha mejorado su lista, con 50 técnicas agresivas a usar con prisioneros escogidos, y prácticamente todas violan los preceptos de Convención de Ginebra e incluso el propio reglamento del Ejército que prohíbe la tortura.

El general Boykin sigue bajo investigación por las afirmaciones desquiciadas que hizo en una iglesia fundamentalista, donde equiparó la guerra contra el terrorismo del Gobierno de Bush con las Cruzadas, y por sus denuncias perversas contra el islam y todos los musulmanes. En una ahora famosa declaración, Boykin dijo que a George W. Bush lo puso "Dios" en la Casa Blanca. A pesar de su mentalidad maniquea, o quizás debido a ella, Rumsfeld insistió en que aceptara el puesto como segundo de Cambone, y hasta hizo los arreglos para que Boykin obtuviera su tercera estrella, como un incentivo para que aceptara el puesto. Boykin tiene un viejo historial de ser una bala perdida de las Fuerzas Especiales. Estuvo involucrado en un incidente terrible en Mogadiscio, Somalia, que se hizo famoso en el libro Blackhwak Down (La caída del Halcón Negro), así como en la muerte del jefe del cartel de Medellín, en Colombia, Pablo Escobar.

El historial y la reputación de Boykin de "disparar primero" indican que los escándalos de la "guerra sucia" en Iraq pueden ir más allá de las torturas en Abu Ghraib. Entre otras, la recién formada oficina de inteligencia de Cambone y Boykin en el Pentágono está al mando de unidades de Fuerzas Especiales, incluyendo el Grupo Especial 121 y "Zorro Gris", que participan en misiones secretas de contraterrorismo.

Encubrimiento vertical

Según informes noticiosos y testimonios ante el Congreso, altos funcionarios del Pentágono, incluyendo a Rumsfeld y al jefe del Estado Mayor Conjunto, el general de la Fuerza Aérea estadounidense Richard Myers, fueron informados de la existencia de fotografías y videocintas de las torturas en Abu Ghraib en una llamada que les hizo por la línea confidencial el general John Abizaid, jefe del Comando Central, a mediados de enero de 2004. Ya desde el 1 de julio de 2003, cuando Amnistía Internacional dio a conocer un informe en el que acusaba al Ejército estadounidense de someter a los prisioneros iraquíes a condiciones "crueles, inhumanas o degradantes", se sabía de las torturas.

Cuando el Pentágono nombró el 31 de enero al general Antonio M. Taguba para que dirigiera una investigación formal sobre las torturas en Abu Ghraib, altos funcionarios militares y civiles del departamento de Defensa intentaron evitar que la historia llegara al público. El general Myers admitió en audiencias del Senado que él personalmente habló con ejecutivos del programa de televisión de CBS, 60 Minutos, y los convenció de posponer varias semanas la transmisión de un reportaje denunciando las torturas, y que luego intentó, sin éxito, que censuraran por completo todas las fotografías.

El 3 de marzo, un mes antes de que Taguba concluyera su informe, el Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR) le entregó a las fuerzas de la coalición un resumen de 24 páginas de una investigación, en la que se establece que se torturó a prisioneros hasta la muerte y que se les sometió a formas de crueldad que violaban la Tercera y Cuarta Convenciones de Ginebra.

El público en general no supo nada de estos acontecimientos, hasta que se filtró una copia del informe del general Taguba a Seymour Hersh, de la revista The New Yorker, junto con las ahora infames fotografías de las torturas en Abu Ghraib que salieron al aire en 60 Minutos.

Las revelaciones de Abu Ghraib provocaron un clamor inmediato exigiendo la renuncia del secretario de Defensa Rumsfeld. Como ha sido el caso, una y otra vez, en el Gobierno de Bush, el vicepresidente Cheney intervino —antes que el presidente Bush— y declaró que Rumsfeld era el mejor secretario de Defensa en la historia de EU, y que contaba con todo su apoyo. En efecto, el hombre–bestia Cheney le ordenó arrogantemente al Congreso el 7 de mayo no tocarle un sólo pelo a Rumsfeld, y puso al presidente Bush en la poco envidiable situación de tener que apoyar a su Vicepresidente, haciendo una visita al Pentágono al día siguiente para externar en público su "yo también" apoyo la decisión de Cheney.

Muchas preguntas sin respuesta

Los esfuerzos de Cheney por ocultar bajo el tapete los escándalos de la "guerra sucia" en Iraq no prosperarán. Hay muchas, muchas preguntas sin respuesta que surgieron en los primeros días de audiencias en el Congreso. El general Taguba dijo al Senado el 12 de mayo que, hasta donde él sabía, había al menos dos "interrogadores de un tercer país" implicados en los crímenes de Abu Ghraib. De inmediato empezaron a circular especulaciones de que pudiera haber interrogadores israelíes en Bagdad como subcontratistas de empresas tales como CACI y Titan, que tienen un equipo de traductores e interrogadores totalmente integrado a las unidades de inteligencia militar de EU.

El periódico de Beirut Daily Star publicó el 11 de mayo que Jack London, presidente de CACI, viajó a Israel en enero de 2004 junto con una delegación de contratistas de defensa, congresistas y cabilderos. El viaje lo financió en parte el Jerusalem Fund de Aish HaTorah, e incluyó una visita a Beit Horon, "el campo principal de entrenamiento de las fuerzas antiterroristas de la policía israelí y de la policía fronteriza" en la Ribera Occidental.

Además, varias fuentes de inteligencia estadounidenses e israelíes han señalado la increíble alianza empresarial de Mark Zell, un abogado con oficinas en la Ribera Occidental, con Salem Chalabi, un sobrino de Ahmed Chalabi, quien encabeza el Consejo de Gobierno Iraquí. Según una fuente, el duo Zell–Chalabi tiene "amarrada" la mayoría de los contratos de seguridad en el Iraq ocupado por EU. Zell es socio legal de Douglas Feith, subsecretario de Defensa.

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