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Iberoamérica no puede sobrevivir con la suerte de 'ayuda' que ofrece el FMI
El 'Consenso de Buenos Aires' se aferra al FMI

por Cynthia R. Rush

Cuando el presidente argentino Néstor Kirchner y su homólogo brasileño Luiz Inácio Lula da Silva firmaron el llamado "Consenso de Buenos Aires" el 16 de octubre pasado, gran parte de la prensa internacional dijo que se trataba de un desafío audaz al esquema de libre mercado del "Consenso de Washington", mismo que Iberoamérica en su mayor parte ha adoptado desde que entró en vigencia hace 14 años. Ambos mandatarios dijeron que su principal compromiso es con el crecimiento económico y combatir la pobreza, y que el pago de la deuda externa y las negociaciones con los organismos financieros internacionales debe subordinarse a ello.

"Convencidos de que el bienestar de los pueblos constituye el objetivo prioritario de ambos gobiernos—reza el primer párrafo de la declaración—, reafirmamos nuestra voluntad de intensificar la cooperación bilateral y regional para garantizar a todos los ciudadanos el pleno goce de sus derechos y libertades fundamentales, incluido el derecho al desarrollo". Luego de esta impresionante reafirmación del principio del bienestar general, la declaración detalla propuestas específicas para fortalecer la alianza estratégica entre Argentina y Brasil, el mercado común de Sudamérica (Mercosur), al cual pertenecen ambas naciones, y alentar un proceso más amplio de desarrollo e integración física con las naciones vecinas.

Pero, pese a lo que aseveró Lula durante la firma del documento el 16 de octubre, de que era "más que una promesa, más que retórica", el Consenso de Buenos Aires tiene serios defectos. Aunque plantea cosas válidas, e incluye algunas inicitivas nuevas muy positivas, las socava el hecho de que los dos mandatarios fallaron al no repudiar el podrido sistema del Fondo Monetario Internacional (FMI), cuyas políticas acaban de hacer volar a la hermana nación de Bolivia.

Más bien, parodiaron a muchos dirigentes de Europa, que también hoy critican con justicia su propia versión de las condiciones del FMI, el demencial Tratado de Maastricht, y hasta proponen proyectos de desarrollo muy interesantes, pero no osan ir más allá y atacar al sistema financiero que hace imposible la realización de tales proyectos. El fracaso de Lula y Kirchner al no romper con el FMI los descubre como meros políticos oportunistas, que saben que son inevitables más "Bolivias", pero que quieren que que se les escuche diciendo "lo correcto" cuando vengan las nuevas explosiones. De allí que no pueda tomarse en serio lo que dijeron.

El programa de LaRouche es la única alternativa

Los sucesos en Bolivia han demostrado una vez más que Iberoamérica no puede sobrevivir con la suerte de "ayuda" que ofrece el FMI. Argentina y Brasil no tienen la menor esperanza de poner en práctica ninguna de las propuestas buenas que detalla el Consenso de Buenos Aires, mientras que cada una de esas naciones siga aferrada a las mismas políticas fondomonetaristas.

En Brasil, la orientación económica impuesta por el ministro de Economía Antonio Palocci, sin que Lula opusiera resistencia, ha sentado las bases para el levantamiento social. Las reducciones periódicas de los tipos de interés de referencia Selic no resucitarán una economía física cuyo deterioro lo reflejan las tasas de desempleo sin precedentes, y el descenso de la producción industrial. En las zonas rurales, las condiciones para que estalle una guerra civil están maduras; el Movimiento de los sin Tierra (MST), en alianza con el aparato jacobino continental encabezado por el venezolano Hugo Chávez, organiza invasiones de terrenos contra las cuales los productores se están armando.

La situación en Argentina no es menos sombría. El FMI y los "fondos buitres" depredadores de Wall Street, libran una guerra contra el Gobierno de Kirchner, exigiendo que imponga "reformas estructurales" brutales para pagar una deuda impagable. Habiendo perdido la oportunidad de botar al FMI en las negociaciones con ese organismo en agosto pasado, Kirchner ahora está en la situación imposible de tratar de cumplir su promesa de sacar a la población de la pobreza, al tiempo que insiste en cumplir con las obligaciones internacionales del país. No puede hacer ambas cosas.

La alianza que Lula quiere forjar con Argentina también tiene que ver con su pelea con el Gobierno de George W. Bush, sobre el Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA). Tras la ira del representante comercial estadounidense Robert Zoellick, por rehusarse a cumplir con sus exigencias en perjuicio del país, Lula quiere asegurarse de tener a Argentina de aliada.

Mucho más útil sería aliarse con Argentia en el marco de los programas de Lyndon H. LaRouche para un Nuevo Bretton Woods, y un Puente Terrestre Eurasiático, cosa de que el ambicioso programa de desarrollo infraestructural planteado por los dos mandatarios realmente pueda concretarse. Dada la infraestructura científica que cada una de estas naciones posee, Brasil y Argentina tienen lo necesario para llevar a cabo programas conjuntos de desarrollo aeroespacial, y colaborar en lanzamientos satelitales y en la producción de aeronaves, como señala la declaración. Las propuestas adicionales de construir corredores bioceánicos, carreteras y ferrocarriles regionales, proyectos de telecomunicaciones, y otras obras de ingeniería, son todas factibles en un univeso de un Nuevo Bretton Woods, y podrían financiarse a través de nuevas instituciones bancarias nacionales, o aun a través del ya existente Banco Nacional de Desarrollo Económico y Social de Brasil, mismo que ya financia proyectos regionales.

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