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Ante la Asociación de Economía Húngara, el Comité de Finanzas de la Academia de Ciencias de Hungría y el Instituto Schiller
LaRouche lleva el Nuevo Bretton Woods a Hungría


Lyndon H. LaRouche habla en una reunión en Budapest
el 12 de diciembre de 2002, copatrocinada por el Instituto Schiller.

por Elisabeth Hellenbroich

Lyndon LaRouche, el economista y precandidato presidencial estadounidense, estuvo en Hungría del 11 al 13 de diciembre, en una visita organizada en torno a dos acontecimientos de importancia estratégica: una conferencia en el Ministerio de Finanzas sobre "La economía mundial en crisis; se necesita un Nuevo Bretton Woods", celebrada el 12 de diciembre, y organizada conjuntamente por la Asociación de Economía Húngara, el Instituto Schiller y el Comité de Finanzas de la Academia de Ciencias de Hungría, cuyo presidente es el renombrado economista, profesor Béla Csikós-Nagy; y una reunión del Instituto Schiller celebrada en el Instituto San Lazslo, que aglutinó a 120 participantes activos y representantes de la prensa.

La conferencia en el Ministerio de Economía fue presidida por el profesor Tamás Bácskai, ex jefe de economistas del Banco Central de Hungría, y los ponentes fueron LaRouche; el doctor Nino Galloni, del Ministerio del Trabajo de Italia; el profesor Hajna Lorinc-Istvánffy, de la Universidad de Ciencias Económicas y Administración Pública de Budapest; el profesor Katalin Botos, de la Universidad Católica Péter Pázmany; el doctor Tibor Erhart del Ministerio de Economía de Hungría; Lothar Komp de EIR; y el doctor János Plentner, ex embajador del Hungría en Canadá.

En su discurso, LaRouche hizo hincapié en que nos encontramos en la "fase terminal del derrumbe de la economía física del ahora quebrado sistema monetario–financiero de tipos de cambio flotantes" que se estableció a partir de 1971. Sin un retorno a algo parecido al modelo de Bretton Woods que había antes de 1971, señaló LaRouche, el mundo se verá rapidamente condenado a caer en una nueva Era de Tinieblas prolongada. Para revertir 30 años de degeneración de las economías de Europa y las Américas, dijo LaRouche, tienen que hacerse grandes inversiones de capital, fundamentalmente en la infraestructura económica básica. Esto puede lograrse con un sistema de tipos de cambio fijos, lo que requiere un sistema de reserva de balanza de pagos que fije el precio del oro como reserva monetaria a mil dólares o más por onza troy.

LaRouche señaló las posibilidades de expansión de las relaciones comerciales y de cooperación entre Europa, y el afán de desarrollo de Rusia, China y la India, y sorprendió a su auditorio —integrado por los principales economistas de Hungría— al afirmar que se sentía optimista de que habría una "notable mejora del entendimiento" de Washington a corto plazo, en lo tocante al derrumbe inminente del sistema de tipos de cambios flotantes que remplazó al de Bretton Woods, y a la desintegración de la economía física de EU.

La presentación de LaRouche provocó un animado debate, que abarcó desde las características de un sistema de reserva basado en el oro y la creación de dinero con soberanía nacional; hasta el problema global de la deuda ilegítima y el efecto desestabilizador de los movimientos de capital especulativo, y el papel que podría tener el Fondo Monetario Internacional (FMI) en un nuevo sistema monetario.

En la reunión del Instituto Schiller, luego de ser presentado por el líder de la filial húngara de dicho instituto, el doctor Tibor Kováts, LaRouche pronunció un emotivo discurso en el que se refirió al ejemplo histórico de Juana de Arco, comparándola al Hamlet danés de Shakespeare, para desafiar con esto a los presentes a definir qué tipo de "cualidades morales de liderato" se requieren para superar la tragedia que se desarrolla hoy día. "Un líder nacional que no esté comprometido con la inmortalidad, no es capaz de responder con moralidad a los desafíos de la época", dijo.

Hungría en la encrucijada

El viaje de LaRouche a Hungría se produjo en momentos en que ese país, junto con Polonia y otros ocho países de Europa Central y Oriental que deben incorporarse a la Unión Europea en mayo de 2004, se encuentran en una coyuntura estratégica. El 12 de abril de 2003, se llevará a cabo en Hungría un referendo nacional para decidir si se incorpora a la Unión Europea, seguido de referendos parecidos en los otros países que esperan integrarse. Hungría se incorporaría a la UE en momentos en que la crisis económica y financiera mundial afecta drásticamente la vida diaria de los ciudadanos.

En abril de este año, el gobierno de centroderecha (de los partidos Fidesz y el Foro Democrático Húngaro) del primer ministro Viktor Orbán, fue reemplazado por un gobierno encabezado por Péter Medgyessy. El nuevo gobierno es una coalición del Partido Socialista (MSZP, ex comunista) y la Alianza de Demócratas Libres (SzDSz, ultraliberal). Las elecciones provocaron una profunda polarización en el país, que algunos observadores caracterizaron como una "guerra fría civil". Se produjo un debate a nivel nacional sobre el pasado de Hungría bajo el comunismo, y su futuro dentro de Europa. Bajo el liderato del ex primer ministro Orbán, quién había estado promoviendo el Plan Szechenyi para la construcción de infraestructura y más protección para las empresas nacionales, empezaron a formarse asociaciones cívicas por todo el país.

Un examen más detallado del contenido de esos debates refleja que lo que se discute es el asunto de la soberanía nacional: cómo garantizar que el gobierno no venda los intereses vitales de la nación a empresas y bancos extranjeros. Algunos consideran que el país tendrá un futuro sólo si logra unirse en torno una orientación económica sana. Dicen que Hungría debe definir qué papel desempeñará en Europa, en un mundo en que la única opción de sobrevivencia es, como LaRouche ha señalado, un nuevo sistema monetario como el de Bretton Woods, y una perspectiva de desarrollo eurasiática.

La crisis económica y financiera mundial se siente con fuerza en Hungría. Mientras crece la brecha entre ricos y pobres (de 6 a 8% de los húngaros son extremadamente ricos, en tanto que 30% viven en la pobreza abyecta), el FMI, el Banco Mundial y la UE presionan al gobierno para que adopte reformas económicas más librecambistas. Exigen que el gobierno reduzca su déficit (ahora un 6% del PIB) y que efectúe más recortes en los servicios públicos, en particular de salud, así como más privatizaciones. Tres de los bancos propiedad de la nación —Posbank, Konzumbank y el Hipotecario— serán privatizados. Más de la mitad de las empresas húngaras están en manos extranjeras.

Se han perdido un millón y medio de empleos desde 1990, y el desempleo oficial es de 5,7%. La mayoría de las empresas extranjeras gozan de exenciones tributarias o se les permite pagar impuestos irrisorios. Las drásticas consecuencias de la "globalización" son claras en el caso reciente de IBM. En octubre pasado, de un día para otro, IBM cerró las puertas de su fábrica nuevecita, que operó por cinco años en la ciudad de Székesféhervár, a 70 kilómetros al suroeste de Budapest, y que se consideraba el símbolo del éxito económico húngaro.

IBM es una de las 49 compañías estranjeras que, a partir de los 1990, empezaron a establecer sus plantas de producción en Hungría, atraídas por la oferta de bajos salarios, los cuales han aumentado desde entonces 20% en promedio. Habiendo gozado cinco años de privilegios fiscales, y sin establecer ninguna ingraestructura económica productiva, interesada sólo en el ensamblaje con una fuerza laboral muy barata, IBM simplemente alegó la fría lógica de la globalización: que podría perder su "competitividad internacional" a causa del aumento de salarios en Hungría (!). Señalando la baja de sus propias exportaciones, IBM decidió mudar su producción a un lugar más barato en Asia. Así, más de 3.700 húngaros quedaron desempleados, sin contar las muchas otras empresas más pequeñas que dependían de la planta de IBM en el país.

La Comisión de la UE anunció que no permitirá que Hungría continue su política de exención de impuestos una vez se incorpore a su seno. Esto hará aún peor la ya de por sí deteriorada situación; los húngaros ven con preocupación que bajo los lineamientos impositivos de la UE, muchas otras compañías extranjeras abandonarán Hungría en busca de mano de obra y sitios de producción más baratos.

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