Escritos y discursos de Lyndon LaRouche

El aspecto revolucionario
del método de LaRouche

1. Un Problema sistémico de enfermedad mental
2. La función del hombre en tanto especie superior
3. La tecnología en tanto economía física
4. Por qué la globalización está destruyendo nuestra civilización
5. La alternativa prometedora que tenemos

2.  La función del hombre en tanto especie superior

por Lyndon H. LaRouche
27 de abril de 2005.

El lugar de la humanidad en el universo lo define la función de los procesos mentales creativos de la persona individual cuando la humanidad cambia el universo de algún modo provechoso. Poner las interrogantes que plantean los procesos económicos en esos términos de referencia, nos lleva ahora con rapidez aquí a un entendimiento de la incompetencia mortal de esas ideas que la mayoría de nuestra sociedad actual asocia incluso con la idea misma de economía.

Ahora te pido que revises las implicaciones que la cualidad única de los procesos mentales creativos del individuo humano tiene para la sociedad, con esta meta de un entendimiento superior como nuestro objetivo a estas alturas de mi informe. Esto será un reto para la mayoría como tú, pero es uno que la gente responsable aceptará por respeto a la gran importancia práctica de la materia en cuestión, a pesar de cualquier dificultad temporal con que tope en sus intentos por dominar algunos de los aspectos cruciales presentados.

La incompetencia en la enseñanza de la mayoría de las opiniones o doctrinas sobre el tema de los procesos mentales humanos, es un reflejo del intento de mostrar que las facultades cognoscitivas humanas son fruto de los procesos no vivientes, como alegan seguidores fanáticos de Bertrand Russell tales como Norbert Wiener, John von Neumann y demás, o, en la alternativa, de insistir que en cualquier caso la existencia de esas cualidades de la cognición humana ausentes en la vida animal, han de ser susceptibles de rastrearse a los aspectos aislables de la biología animal en general.

Es claro que las pruebas contra la primera de esas dos doctrinas, la de Wiener y Von Neumann, son sólidas y, de hecho, abrumadoras, pues la práctica competente de la ciencia física brega con las cualidades sistémicas reconocidas de las diferencias ontológicas entre los procesos vivos y los no vivos. Dichas pruebas refutan los intentos desesperados del adepto fanático de los “teóricos de la información” por mostrar que los procesos vivos evolucionan a partir de los principios de los no vivos. Esa intentona todavía requiere cobrar alguna base de apoyo experimental aparte de los mitos de la “ciencia ficción”, y, podemos estar seguros, nunca la tendrá.

La segunda doctrina errónea, al contrastarla con las fantasías de los “teóricos de la información”, tiene la engañosa ventaja relativa del hecho de que, puesto que hay procesos vivos distintos de los no vivos, no tenemos pruebas ontológicas de que haya ningún proceso cognoscitivo que exista de forma independiente, excepto el manifiesto en sus efectos en tanto propiedad de humanos individuales. Sin embargo, la propia eficiencia de esas mismas facultades creativas mediante los cuales la humanidad transforma el universo que habitamos, muestra que la cognición humana es del todo un poder tan eficiente en términos físicos, como el que podemos asociar con las formas de acción eficiente de los dominios abiótico y biológico. Por esto la cultura civilizada, que tiene que hallarle nombre a este tercer dominio, ha ubicado esos procesos cognoscitivos que distinguen al hombre del simio en un dominio ontológicamente espiritual.

No obstante, contrario a las diversas variedades de gnósticos, entre ellos las variedades materialistas, empiristas y existencialistas de tales aberraciones mentales, esta noción de espiritualidad, cuya eficacia queda así demostrada, no es algo que está afuera del universo en lo ontológico, sino que reside a plenitud en él de modo eficiente. Es en este respecto, que la genialidad del académico V.I. Vernadsky para tratar la noosfera como parte del dominio de la ciencia física, constituye un logro tan destacado de la ciencia física.[13]

Sin embargo, a pesar del reto intelectual que implica ese tema, los requisitos del asunto del conjunto de este informe no nos permitirían eludir los problemas que plantea el razonamiento de Vernadsky para nosotros hoy. Tolerar la oposición al razonamiento de Vernadsky sería, de forma tácita, como lo hacen los materialistas, empiristas y existencialistas tales como Mandeville, Quesnay y Adam Smith, declarar que el hombre es una bestia y, por ende, una bestia —más o menos una hobbesiana— por naturaleza para el hombre. En ese caso, la situación mundial actual del pueblo de los EUA —y de muchos otros lugares— sería de forma intrínseca una sin esperanza. Si el hombre fuera una bestia, en vez de un ser en esencia espiritual en el sentido que lo he descrito en este informe hasta ahora, entonces el futuro del pueblo de los EUA (en particular) no tiene esperanza; el descenso hacia una nueva Era de Tinieblas prolongada de la humanidad sería, en principio, imparable.

Quizás debiera culparse a las versiones oficiales del “materialismo dialéctico” de la Unión Soviética por el hecho de que el tratamiento de la noosfera que hace Vernadsky, aunque es claro hasta donde abarcan los escritos que le conozco, no nos ofrece una explicación específica de su acento en la ciencia física riemanniana que para mí está implícito, por ejemplo, pero que probablemente hubiera pasado desapercibido para la mayoría de los demás que están familiarizados con su trabajo.

En la ciencia oficial de la antigua Unión Soviética (en contraste con los logros más notables de la ciencia soviética, como los de la esfera militar), su versión oficial del llamado “materialismo dialéctico” era salvajemente ajeno a todo lo que viniese de las más ricas vetas del conjunto de la cultura clásica europea. Es cierto que aunque es evidente que el Gobierno soviético, incluyendo al propio Stalin, defendió de forma directa a Vernadsky del hostigamiento de los ideólogos soviéticos del caso, la documentación a mano muestra con gran claridad que el ambiente ideológico creado por los “materialistas ortodoxos” pertinentes en torno a Vernadsky era de una hostilidad y agresividad notables. Lo que veo que le falta al recuento de Vernadsky de las implicaciones de la geometría física riemanniana para la noción de la noosfera, es precisamente esa implicación que el ideólogo materialista soviético tan típico estaría menos inclinado a tolerar.

A pesar de esa causa histórica específica de las dificultades actuales para definir algunas implicaciones pertinentes de las ideas de Vernadsky durante su propia vida, el acento que ponía en Riemann nos permite llegar a conclusiones firmes sobre algunos aspectos pertinentes de interés para nosotros aquí. Para mí es claro que Vernadsky ve el dominio de la tríada de lo abiótico, la biosfera y la noosfera en interacción, en ese lenguaje de las superficies de Riemann que tiene como centro los temas de la Teoría de las funciones abelianas. Esta perspectiva de la materia nos trae de regreso al diálogo Timeo de Platón, a modo de punto de referencia para el concepto que implica la ya sentada óptica riemanniana de Vernadsky de la relación triádica.

El objeto principal aquí es la cognición humana. Con eso no sólo nos referimos a la capacidad de descubrir principios que explican el movimiento regular que podemos observar, como en la astronomía. Hablamos de la capacidad de descubrir un principio eficiente que, al manipularlo, nos ofrece hoy una nueva cualidad de poder sobre los sucesos del universo, un poder que no teníamos ayer. Aunque no hemos ubicado una cualidad separada de sustancia material, distinta tanto de las cualidades abióticas como de las bióticas, que corresponde a un principio de la cognición humana que genera estos poderes para nuestro uso voluntario, el efecto de la aplicación de esos poderes sobre el universo es patente. Es patente que sólo conocemos de forma experimental los poderes cognoscitivos que constituyen un tercer dominio de substancialidad, la noosfera, en su expresión humana. La prueba decisiva a este efecto pertenece, como lo establece Vernadsky, a una clase de fósiles que sólo esos poderes obtenidos a través de la cognición humana generan, y no la biosfera.

Leibniz, Gauss y Riemann

No debe escapársenos aquí el hecho de que el significado popular del término “materia”, y de sus sinónimos, tiene su eje en la expresión de la ignorancia que la mayoría de los ciudadanos introducen en la discusión económica. La mayoría de la gente en nuestra sociedad todavía se aferra a los engaños de que la certeza sensorial, la creencia al parecer instintiva de que las experiencias percibidas yacen al borde de los sentidos, son el universo real. El resultado común de ese engaño popular pueril es el materialismo simple, o algo parecido al cartesianismo del empirista. Es notable que éste fue el engaño que Carl Gauss atacó con su disertación doctoral de 1799, como el error sistémico común, el engaño virtual de D’Alembert, Euler, Lagrange y demás entonces, y de Cauchy y sus seguidores después.

Debo repetir aquí lo que recalqué antes a este respecto, en este informe y en ocasiones previas. Aprovecho que de hecho abordé este tema, para limitarme aquí a repetir una cuestión difícil, pero indispensable, de manera tan sucinta como me sea posible, dada la importancia del tema aquí planteado para el interés vital de todo ciudadano.

Nuestras experiencias sensoriales son, a lo sumo de confiables, la mera interpretación de nuestra mente de las sensaciones que ha causado el universo a nuestro alrededor. El universo real yace más allá de los sentidos. Con respecto a esas sensaciones, nuestra mente procura interpretarlas como experiencias, en el esfuerzo por descubrir intervenciones nuestras que puedan ejercer algún grado de dominio sobre ese mismo universo desapercibido que ha estimulado las sensaciones del caso.

El mejor resultado de esta intervención de la mente lo representan las nociones que he identificado al contrastar la astronomía con la astrofísica: la diferencia entre la mera descripción de la experiencia (por ejemplo, en la astronomía), y el descubrimiento experimental y la prueba de que a la experiencia la ordena un principio que, en y de por sí, yace allende las fronteras de la experiencia sensorial; tal como el descubrimiento singularmente original de Kepler de la gravitación universal (en la astrofísica). En la historia de la ciencia moderna, esta distinción ha de remontarse a una serie de escritos del cardenal Nicolás de Cusa sobre el método científico, serie asociada con el planteamiento general sobre la materia que imprimió en un principio: De docta ignorantia.

Cusa es el autor principal de la definición original de la ciencia moderna, del modo que la ciencia experimental está asociada de forma explícita con seguidores suyos tales como las personalidades más notables de Luca Pacioli, Leonardo da Vinci, Kepler, Fermat,[14] Leibniz, Gauss, Riemann, etc. El trabajo de Cusa en la ciencia queda definido con mayor claridad de forma categórica observado el principio metodológico que subyace en De docta ignorantia, en retrospectiva, desde las perspectivas de éste de la disertación de habilitación de 1854 y la Teoría de las funciones abelianas de 1857 de Riemann.

Kepler, además de su desarrollo de los fundamentos de la astrofísica moderna como tal, planteó dos nociones adicionales basadas en esa obra, nociones que son de la mayor importancia general y crucial para el desarrollo conceptual subsiguiente de la ciencia europea moderna. Éstos son su acento en la necesidad de que los futuros matemáticos debían desarrollar un cálculo como el de Leibniz, y que debían dominarse las irónicas implicaciones antieuclidianas de las funciones elípticas, como lo hicieron figuras ejemplares como Riemann.

Leibniz hizo fructificar el legado de Cusa, Kepler y demás a un grado significativo, de forma más notablemente en su concepto de análisis situs y en el desarrollo del cálculo de una geometría ligada a la catenaria, que cobró expresión en su principio de acción física mínima universal. Los ataques salvajes de los empiristas al principio físico universal de acción mínima de Leibniz en el siglo 18, los encabezó la intervención decisiva de la red de empiristas fanáticos de D’Alembert, Euler, Lagrange y demás. Al igual que yo y otros hemos informado seguido, la oposición a ese ataque a la labor de Leibniz estuvo encabezada por un grupo asociado con Abraham Kästner, quien era un matemático destacado de ese siglo y también un defensor del trabajo de Leibniz y Juan Sebastián Bach, el patrocinador de Gotthold Lessing, y él mismo fue uno de los principales maestros de Carl F. Gauss. El resurgimiento europeo del trabajo de Leibniz estuvo a cargo del grupo de Gaspard Monge y Lázaro Carnot, en su asociación posterior con las redes del alumno de Kästner, Gauss, y de Alejandro de Humboldt.

De manera que, como he recalcado en numerosas ocasiones anteriores, las implicaciones del descubrimiento de Leibniz de que la función de la catenaria, y no la de la cicloide, expresaba un principio físico universal de acción mínima, quedaron aclaradas con el trabajo de Gauss y otros, empezando con el ataque de Gauss de 1799 contra las falacias de los empiristas aglutinados en torno a Euler y Lagrange. Lo fundamental de este papel que tuvo Gauss lo introdujo la disertación de 1799, pero lo hicieron explícito sus elaboraciones posteriores del principio físico del dominio complejo, y otro trabajo relacionado sobre los principios generales de la curvatura. Los trabajos principales de Riemann, los cuales he referido una y otra vez, completaron el bosquejo general del caso.

La historia, por así decirlo, del dominio complejo, nos remonta a la astronomía científica del antiguo Egipto de las grandes pirámides, a la distinción entre la astronomía y la astrofísica como queda definida en ese contexto. El concepto del dominio complejo en tanto dominio físico, en vez de un mero dominio matemático formal, va directo al meollo matemático de la diferencia entre la astronomía y la astrofísica. Nos lleva directo al dominio de esa cordura que con tanta urgencia necesita, en particular, esa población de los EUA que se ha puesto en peligro ella misma.

Los principios universales en tanto objetos

En la ciencia física, a diferencia de la mera matemática formal, tenemos dos tipos principales de medición a combinarse en una. Como ya he dicho, uno es el universo como se lo imaginaría la mera astronomía; el otro es la acción del universo real, del universo físico, de crear esas sombras de la realidad que afecta, en tanto reflejos de un principio físico universal (por ejemplo, en la astrofísica) sobre la formación pertinente del dominio de la percepción. Para Gauss mismo, esta implicación del dominio complejo le quedó clara, como muestran sus trabajos sobre los principios generales de la curvatura y el magnetismo de la Tierra, donde el propio enfoque de Gauss al problema que plantea el principio de Dirichlet aparece de pasada. Una vez redondeado el trabajo de Gauss en este sentido, por así decirlo, con la disertación de habilitación de Riemann y la Teoría de las funciones abelianas, las implicaciones de fondo del principio físico universal de acción mínima ligado a la catenaria de Leibniz, no sólo recuperan la prominencia que merecen, sino que lo hacen de una forma más elaborada apropiada.

La cuestión decisiva que necesita destacarse en el tema del conjunto de este documento, es la siguiente.

La realidad no yace en los objetos en que tendemos a pensar en tanto objetos de la percepción sensorial. Los objetos de la percepción sensorial a menudo son reales, pero, como nos advierte el apóstol cristiano Pablo,[15] su realidad es la de las sombras, no la de las substancias. El dominio complejo, como lo define de forma sucesiva el trabajo de Gauss, Dirichlet y Riemann, por ejemplo, representa la realidad que la percepción esconde. Sin embargo, esta realidad no tiene la forma del objeto que es la sombra. La realidad tiene la forma de un poder, del modo que por lo general el término griego clásico cobra expresión en el español, o como el Kraft que Leibniz escogió en el alemán; es realidad en el sentido de un principio astrofísico. La importancia de recalcar esta noción de poder en tanto objeto, tiene lugar bajo el título de Geistesmasse en las notas póstumas de Riemann sobre el método científico,[16] y aparece como el tema central que aborda Riemann en lo que identifica como el principio de Dirichlet. La noción pertinente es la conceptualización de un principio físico universal en tanto objeto definido de la mente, del modo que Gauss infiere este problema eficiente de conceptualización en su trabajo sobre el magnetismo de la Tierra.

En la traducción moderna al español, del griego antiguo, la cualidad ontológica de este poder es el cambio, según esta noción de cambio está asociada con Heráclito, y del modo que Platón sigue a Heráclito en su planteamiento del problema pertinente en su ataque a la incompetencia de los eleáticos en su diálogo Parménides. En otras palabras, el empleo de un principio físico universal descubierto tiene la cualidad ontológica del cambio. Desde esa perspectiva, como lo refleja el razonamiento de Heráclito al que hace referencia Platón, la conceptualización de un principio físico universal eficiente en tanto objeto definido de la mente, se logra mediante la capacitación y el pensamiento científicos competentes.

Al debatir problemas de contabilidad y demás, el cambio aparece sólo como el cambio discreto y excepcional de un conjunto fijo de relaciones a otro. En la economía física, el rasgo ontológicamente primario del proceso económico es un proceso continuo de cambio.[17] A este respecto, el economista competente piensa en las operaciones de una economía o de una empresa particular, de modo por completo diferente a como lo hace el contador o el economista común y corriente. El economista competente, que por desgracia escasea, piensa en términos de un proceso constante de cambio; piensa en los principios físicos universales en tanto objetos de la mente que existen de modo eficiente.

Esto es precisamente lo que nos plantean las implicaciones de la tríada de Vernadsky de lo abiótico, la biosfera y la noosfera en tanto espacios–fase.

El proceso de generación de esa clase especial de fósiles por encima y más allá de la biosfera como tal, sirve como la substancia experimental a través de la cual se hace posible nuestro enfoque experimental para comprender la cognición humana. En otras palabras, conocemos el principio de cognición a través de sus efectos especiales, así como también conocemos un principio de vida, el cual nunca ha sido capturado en tanto substancia que exista de forma independiente en un laboratorio, pero cuyas acciones y reacciones de principio son objetos convenientes de los métodos experimentales.[18]

Este principio de la cognición define de forma implícita al individuo humano como inmortal, que quiere decir el poder de llegar a ser inmortal como, por ejemplo, los científicos Pitágoras y Arquímedes: a través de que otros reprodujeran lo que puede validarse como sus descubrimientos de principio a lo largo de los milenios hasta el presente.[19] El razonamiento adecuado que apoya esa observación es doble.

Primero que nada, la acumulación que hace la humanidad de los poderes que el de suyo satánico Zeus olímpico de Esquilo prohíbe, poderes típicos del uso conocibles de las formas del fuego tales como la fisión nuclear controlada, son típicos de la capacidad de la humanidad para hacer lo que ninguna especie animal puede hacer: aumentar a voluntad la densidad relativa potencial de población de la especie humana a través del descubrimiento experimental de siquiera un solo principio físico universal de la suerte que he asociado con el uso del término poder en este informe.

Semejantes descubrimientos de un poder nunca constituyen un efecto colectivo, sino siempre la acción de los procesos cognoscitivos de una sola mente individual soberana. Éste es un proceso que ocurre sólo en los procesos cognoscitivos perfectamente soberanos de un ser humano individual. Dichos procesos de descubrimiento pueden reproducirse, empero, en los procesos cognoscitivos soberanos de otra mente individual. Un salón de clases constituido de forma adecuada y organizado conforme al mismo principio clásico familiar de los diálogos socráticos de Platón, es un medio representativo de la interacción mediante la cual se estimulan los actos de descubrimiento, y se reproducen entre un grupo de individuos. El diálogo socrático platónico es un modelo del modo en que ha de organizarse con mayor eficacia un salón de clases o procesos sociales semejantes.

Mediante varias expresiones de la transmisión del descubrimiento de poderes, dichos poderes van acumulándose en tanto revoluciones comunicables en la práctica a través de una sucesión de generaciones. Así, la personalidad que genera el descubrimiento de principio pertinente, queda inmortalizada al reproducirse del acto de descubrimiento en otros. Los modos en que una acumulación creciente de dichos descubrimientos de poderes progresa a través de generaciones sucesivas, constituye la definición apropiada de una rama de la cultura humana, tal como una cultura lingüística cuyas acumulaciones específicas de formas clásicas de ironías brindan el medio para fomentar este desarrollo de la personalidad individual. Ésta es la única definición útil de cualquier aplicación del término “clásico”; para evitar el fomento de fraudes, otros modos que difieran de esto no deben denominarse “clásicos”.

Ahora bien, por lo que acabo de escribir, mira cómo lo que acabo de bosquejar en los párrafos anteriores te da el conocimiento de cómo funciona en realidad una economía.

Las meras huellas no son los pies

El principio de acción característico del que depende la existencia continua de la especie humana, es lo que acabo de plantear al introducir el tema del descubrimiento de la noosfera de Vernadsky en este informe. Para este propósito, ahora tenemos que entender que los principios de espacio–fase de los dominios abiótico, de la biosfera y de la noosfera constituyen, ellos mismos, poderes en el orden relativo superior de todo el proceso. Las intervenciones de la sociedad mediante las cuales la especie humana logra continuar, no son otras que el empleo premeditado de estas cualidades de acción, de estos poderes superiores, para efectuar un estado cualitativamente superior de desarrollo de todo ese sistema de espacio–fase integrado.

En otras palabras, por ejemplo, no es cualquier cuerpo de ciencia física que hoy se enseña lo que expresa estas cualidades de poder; más bien, es la acción representada por esos cambios en marcha que corresponden a un orden superior de principios en el agregado de esos mismos poderes. Son los aumentos en las facultades productivas del trabajo así motivadas, per cápita y por kilómetro cuadrado, lo que constituye la expresión primitiva de la continuación de la existencia de la especie humana. Este arreglo ha de verse prácticamente como el dominio que la noosfera ejerce sobre la esfera del espacio–fase abiótico y de la biosfera, una noosfera que, a su vez, está supeditada a la voluntad creativa humana individual. Con ese entendido, comienza a cobrar forma el verdadero significado de economía.[20]

Hay algo más que cobra forma. Ese algo es la naturaleza de la patología que ha sido el tema establecido de todo este informe. El desorden mental pertinente que abordo aquí es, en último análisis, la incapacidad de ver el proceso de desarrollo físico–económico de la existencia de la sociedad, más que en términos de una sociedad representada por algún conjunto fijo de normas. Lo cual quiere decir, de forma alegórica, que las meras huellas no son los pies.

No concedo apenas, sino que subrayo aquí que hasta en mis propias enseñanzas previas de economía, rara vez he sido tan explícito como aquí sobre la cuestión de principio que acabo de plantear. Esa práctica surgió en mis enseñanzas de este tema, a partir de consideraciones pedagógicas prácticas. Aparte de las ocasiones excepcionales, trabajando con los que habrían de considerarse especialistas con experiencia y antecedentes pertinentes en educación, me vi obligado a evitar la presión excesiva en el grado de desarrollo de mis alumnos entonces a mano y otros; a este respecto, substituí eso con una pedagogía de aproximaciones sucesivas razonables al impartirles al menos un sentido práctico de lo que es una economía física.

De amanera que, para principios de los 1970, era patente que, como se dice, “tarde o temprano” tenía que complementar mis enseñanzas en el aula sobre el tema de la economía, diseñando una clase pertinente de programa educativo con lo básico del trabajo de Riemann. Sin semejante capacitación de los estudiantes de economía en los aspectos pertinentes del trabajo de Riemann, sería imposible dar una presentación completa de mis propios descubrimientos y de su desarrollo a dicho público en esas clases. Hubo cierto avance con ese fin, pero también serios obstáculos a mis directrices a este respecto, que vinieron de entre mis colaboradores.

Bueno, el desarrollo del Movimiento de Juventudes Larouchistas, que comenzó en la costa oeste de los EUA, en combinación con la naturaleza de las fases de la presente crisis de desintegración mundial que nos embiste en lo inmediato, son representativos de las condiciones convergentes entre las que están, de manera notable, el derrumbe en marcha de General Motors y otras crisis relacionadas que, felizmente, permiten y también exigen una presentación más directa del meollo de las implicaciones riemannianas de mis descubrimientos y de otro trabajo relacionado, como destaco eso aquí.[21]

Pese a las concesiones pedagógicas, lo que enseñé hasta ahora era verdad, pero sólo en raras ocasiones establecí mi propia idea en estas materias de modo tan directo como lo hago aquí. La consideración práctica fue siempre que estos aspectos de la economía no pueden abordarse, excepto desde la perspectiva del examen crítico de las psicopatologías generalizadas, como lo hago aquí ahora. Ahora bien, los tiempos mismos están lo bastante maduros como para que dichos frutos caigan ahora del árbol. Reflexionando, al leer esto, podrás reconocer lo que en realidad te decía en otras ocasiones respecto al lado más profundo del tema de la ciencia económica.

Para estos fines, la presentación del concepto de la noosfera de Vernadsky es más útil en las circunstancias mundiales actuales.

Como he subrayado en diversas ocasiones, la crisis económica mundial que hoy arremete, encuentra al mundo arañando los límites de las fuentes de materias primas desarrolladas al presente. Los límites no son límites absolutos, como lo proponía el mentado Club de Roma y otros de esa inclinación. Los límites son límites relativos que se expresan en la forma de la necesidad de nuevos enfoques para el desarrollo de los recursos, a modo de asegurar el abasto adecuado de tales materias a precios razonables, para un mundo en el que el ritmo de aumento de la población y del desarrollo tecnológico per cápita de esas poblaciones elevará enormidades la demanda del desarrollo para el abasto de materias primas. Esto implicará una mayor dependencia de las tecnologías que están en los rangos superiores de las “densidades de flujo energético” existentes. El desarrollo de un sistema de gestión planetaria de dichos abastos es ahora una parte integral de la economía de la totalidad de la Tierra, una parte integral de la infraestructura económica básica del planeta.

Nuestra crisis planetaria ha llegado ahora al grado que ya no hay esperanza para lo que hasta ahora hubiéramos considerado como la oportunidad de una “vida decente” para las próximas generaciones de la humanidad, a menos que no sólo consintamos, sino que exijamos y pongamos en vigor una “retroceso del cambio de paradigma cultural”, para regresar a las directrices del Gobierno de Franklin Roosevelt a favor de la industria y a los esfuerzos de reconstrucción de la posguerra del período que va hasta el repunte de la generación “sesentiochera” de 1964–68.

La idea de Vernadsky de la noosfera desde la perspectiva ventajosa de mis descubrimientos en la economía, es ahora el enfoque esencial necesario para la presente situación mundial de crisis.

Para ayudar al menos a algunos de esos “sesentiocheros” y a la presente generación de jóvenes adultos en edad universitaria, a comprender las fuerzas emocionales que ahora tienden a impedirle a nuestra sociedad que adopte soluciones a esta pesadilla global que arremete, quizá sea indispensable la siguiente descripción sucinta del estado mental del “sesentiochero” típico de Norteamérica, y de Europa Occidental y Central.

3.



[13]Ver The Economics of the Noösphere (La economía de la noosfera) de Lyndon H. LaRouche (Washington, D.C.: EIR News Service, Inc., 2001). En conexión con el contenido de este capítulo, sobre el tema de la noosfera y cuestiones relacionadas de la economía física, consulte el libro Earth’s Next Fifty Years (Los próximos cincuenta años de la Tierra) de Lyndon H. LaRouche (Leesburg, Va.: LaRouchePAC, 2005), o al menos el artículo del mismo, también titulado “Los próximos cincuenta años de la Tierra”, que apareció publicado en español en Resumen ejecutivo de la 2a quincena de abril de 2005.
[14]El descubrimiento de Fermat del principio físico experimental del tiempo mínimo, fue el principio central de desarrollo de la ciencia física hasta el trabajo de Riemann.
[15]Corintios I:13.
[16]Bernard Riemanns Gesammelte Mathematische Werke de H. Weber (Nueva York: Dover Publications, reedición de 1953), págs. 507–520.
[17]Ésta es la deficiencia característica inherente de las contribuciones del finado profesor Wassily Leontieff al diseño de los sistemas para contabilizar el ingreso y el producto nacional de los EU. El mismo error sistémico impregna el trabajo del maestro de Leontieff, N.D. Kondratieff, famoso por su importante labor teórica y empírica sobre las ondas largas de los ciclos del impacto de la tecnología. En un grado significativo, mis propios descubrimientos originales en la ciencia de la economía física fueron inspirados por mi estudio de las cuestiones pertinentes que plantearon las contribuciones de Leontieff a los sistemas de la contabilidad nacional de los EU. Este estudio fue un factor que aproveché para hacer mis primeros pronósticos acertados de 1956 y 1959–60.
[18]O sea que conocemos la existencia de la vida mediante la experiencia de la muerte. Pero también conocemos la eficiencia de esa existencia a través de los frutos inmortales que expresa el producto de la facultades creativas que los vivos heredan del trabajo de los que ya murieron.
[19]La generación del descubrimiento original de un principio físico universal ocurre sólo como la creación de ese concepto, en tanto hipótesis platónica, dentro de la mente del individuo. La prueba experimental de dicha hipótesis la establece como un principio universal. Ese acto espiritual de la mente del descubridor trasciende a la mortalidad de éste, cuya personalidad vive así de forma eficiente en la sociedad, y en el universo, luego de la muerte del descubridor. El acto expedito de los que le siguen, de reproducir ese descubrimiento, es una expresión de la inmortalidad de la personalidad del descubridor, como distinta de su cuerpo mortal. Ese sentido de inmortalidad, por encima de cualquier reclamo conflictivo de la vida mortal, es la motivación de principio de la formas realmente moral de personalidad mortal. He ahí una Juana de Arco o un reverendo Martin Luther King, por ejemplo.
[20]Éste es el rasgo práctico distintivo de la aplicación de mis métodos, tanto en el pronóstico de largo plazo como en las políticas de desarrollo económico nacional y otro relacionado.
[21]Me impacta, pero no me sorprende, la falta de comprensión del grave carácter mortífero de las implicaciones que la crisis de General Motors tiene para las economías estadounidense y mundial. No me sorprende esta falta de comprensión que muestran los financieros de alto rango y las élites políticas en los EUA y en el extranjero, cuando tomo en consideración el hecho de que la llamada “generación del 68” ha sufrido a lo largo de toda su vida hasta los efectos destructivos que ha tenido la influencia del moralmente degenerado Congreso a Favor de la Libertad Cultural sobre las políticas culturales y educativas de los EUA y Europa desde principios de los 1950. De hecho, a ambos lados del Atlántico, y más allá, la propagación de la influencia de ideologías “posindustriales” representa hoy la amenaza más grave a la existencia continua de la civilización.

<<Página Anterior