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Declaración de Lyndon LaRouche
Hay que restaurar la Constitución de Iraq

Wiesbaden, Alemania, a 28 de noviembre de 2003.

Lyndon LaRouche, quien ocupa el segundo lugar en términos de apoyo financiero popular entre los aspirantes a la candidatura del Partido Demócrata a la Presidencia de los Estados Unidos para las elecciones del 2004, emitió la siguiente declaración, en la que llama a retirar las fuerzas estadounidenses de Iraq, donde al presente existe una situación que se deteriora de forma catastrófica. LaRouche, quien pronunciará un discurso el viernes 12 de diciembre a la 1:00 p.m. en Washington, dijo:

Las patadas de ahogado que siguen dando mis rivales putativos en lo que respecta a zafar a las fuerzas militares de los EU de la situación de Iraq, me lleva a emitir la siguiente declaración. Esta declaración tiene el propósito de ayudarlos a despejar el estado mental confuso que casi todos ellos han externado públicamente hasta el momento sobre el tema, y también pretende mostrarle al presidente George W. Bush algunas de las alternativas inmediatamente disponibles para librar al Presidente del pantano en el que las brutales, disparatadas y fraudulentas intervenciones anticonstitucionales del vicepresidente Dick Cheney han hundido a la nación y a sus fuerzas militares

1. Mi propuesta

Propongo que los EU de inmediato den tres pasos decisivos para zafarze de su posición al presente indefendible, y en rápido deterioro, no sólo en el propio Iraq, sino en el Oriente Medio en general.

1. Declarar que la intención del Presidente de los Estados Unidos es la de cesar la ocupación militar estadounidense de Iraq en el primer momento propicio, y notificarle al Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas de la intención de los EU a replantear la cuestión de la pronta restauración de la soberanía de Iraq sobre sus asuntos, y solicitarle al Consejo de Seguridad de la ONU que ayude al Gobierno de los EU a lograr esa deseable situación.

Abandonar los necios intentos de redactar una Constitución nueva para Iraq. Fomentar la restauración de la Constitución existente y con arraigo histórico de esa nación, previendo el establecimiento de un gobierno provisional bajo esa Constitución lo antes posible. Nuevas versiones de viejas maquinaciones corrompidas por la presencia furtiva del notorio [Ahmed] Chalabi no traerán la paz, sino que sólo alimentarán una guerra asimétrica interminable, y resultará en que las fuerzas estadounidenses, desplegadas para que desempeñen el papel de blancos las 24 horas del día, en una galería de tiro sin fin, sufran numerosas muertes innecesarias.

3. Liberar de inmediato al notable Tariq Aziz de su cautiverio, para que él pueda asumir su obvio e internacionalmente respetado papel de influencia como el representante más característico del espíritu ecuménico de la soberanía constitucional de Iraq.

2. La actual situación estadounidense en Iraq

La esperanza de evitar la reciente intensificación de la guerra asimétrica con base popular, terminó con las instrucciones de cesar la cooperación con los militares iraquíes en la urgentemente necesaria reconstrucción. Mediante el costoso esfuerzo de sustituir ese papel de los militares en tanto fuerza de estabilidad e ingeniería, arrojando decenas de miles de millones de dólares estadounidenses a los cofres de los amigos empresariales de George Shultz y el vicepresidente Cheney, junto con los continuos coqueteos con el notorio Chalabi, el Gobierno estadounidense arruinó cualquier posibilidad de que prosperará la misión que acababa de encomendársele a Paul Bremer en esa coyuntura.

Al abandonar su obligación, en tanto fuerza de ocupación, para la reconstrucción eficaz de la nación que conquistaron, los EU han perdido por el momento, por incumplimiento agravado, toda credibilidad para dirigir los asuntos internos de la nación ocupada. Al convertir la ocupación de Iraq en una depredación tanto del Tesoro estadounidense como del propio Iraq por parte de aventureros prebendados, se ha degradado el papel de los EU de lo patético a lo emético a causa de la influencia excesiva que ejerce el vicepresidente Cheney,

Ahora, a resultas de las medidas que le encajó de forma subrepticia el usurpador vicepresidente Cheney al Gobierno de Bush, el odio contra los EU se ha convertido en una fuerza unificadora para la guerra asimétrica, no sólo dentro de Iraq, sino en la región adyacente en general. Nada ha contribuido más a revivir el rápido crecimiento del terrorismo por toda la región, que las sandeces a las que la desmedida influencia continua del vicepresidente Cheney le han dado rienda suelta en esta situación en deterioro. Esta situación es peor en principio que la insensatez que los EU sufrieron en la guerra de Indochina de 1964-1972. Por tanto, tenemos que librar a las fuerzas militares estadounidenses del papel fútil de blanco estático de ese odio creciente. Salgámonos, ¡y salgámonos ya!

Las pruebas son que, de ser yo el Presidente de los EU en estos momentos, los pueblos del mundo árabe confiarían en una propuesta razonable que le presentaran los EU. Por desgracia, todavía no soy presidente. Bajo el actual Gobierno contaminado por Cheney, o bajo el de cualquiera de mis rivales actuales, no hay posibilidad de que el Gobierno estadounidense pueda sostener de manera creíble su posición como fuerza de ocupación. Por consiguiente, a falta de un Presidente de los EU con las cualidades pertinentes, tenemos que salirnos y dejar que el Consejo de Seguridad de la ONU entre adonde, hasta ahora, tanto el actual Gobierno estadounidense como el Comité Nacional Demócrata han fracasado de forma tan miserable.

Debe considerarse la siguiente evaluación de la situación.

En cierto momento de la reciente guerra estadounidense contra Iraq, los militares iraquíes desaparecieron de los campos de batalla, retirándose como una milicia nacional en traje de civili, a asumir una posición de espera. Cuando los EU dejaron de asignarle a esa milicia el papel que le correspondía como fuerza para la reconstrucción nacional de su país destruido por la guerra, el actual Gobierno estadounidense llevó a esa milicia a reaccionar como el núcleo de un movimiento de guerra asimétrica de resistencia contra las fuerzas de ocupación de EU, y contra cualquier agencia que se haya hecho partícipe de dicha ocupación.

Los peritos estadounidenses debieran estudiar las lecciones de la resistencia yugoslava a la ocupación nazi, como introducción a la suerte de complejidades que se han buscado los militares de EU con sus infortunados esfuerzos dentro de Iraq. El evasivo y al presente tambaleante general Wesley Clark, por ejemplo, al igual que Madeleine Albright, aún necesita aprender esa lección.

Ahora, como resultado, no sólo tenemos que millones de reservistas militares entrenados iraquíes se reagrupan contra nuestra ocupación, sino a un flujo creciente de voluntarios de otras partes, todo debido a que, hoy, el usurpador presidente en funciones, el vicepresidente Cheney, es ahora la principal fuente de la que se nutre y por la que se extiende el terrorismo por el occidente de Asia y más allá.

3. La Constitución presente de Iraq

La nación moderna de Iraq se forjó en su lucha popular contra la repetida ocupación imperial británica. La unidad forjada en esas guerras sucesivas contra fuerzas de ocupación imperial estableció la base para la existencia de la presente Constitución de Iraq. Los miembros del Congreso de los EU, entre otros, debieran leer esa Constitución, y asimilar resúmenes razonablemente concisos de la guerra de resistencia que llevó al pueblo iraquí a unificar a su nación en torno a dicha Constitución.

La tendencia actual de un Gobierno estadounidense infectado por Cheney, de fragmentar a la nación de Iraq en una serie de patéticos microestados rivales, no puede tener otro efecto que el de incitar a un tipo de odio y desprecio perdurable contra los EU en toda la región y mucho más allá, una pauta que hoy presenciamos en la situación estratégica que ahora empeora, creada por la intervención —y toleración— de los asesinos israelíes del Primer Ministro de Israel, Issac Rabín.

La constitución de una nación no tiene más autoridad que la arraigada en la historia de la lucha que le dio existencia. La continuidad de esa autoridad tiene que renovarse de manera repetida, llevando a la base amplia de la población, incluso el estrato económicamente más pobre, a reafirmar de nueva cuenta los principios decisivos encarnados en ese acuerdo. Por ejemplo, en épocas anteriores, cuando los EU apoyaban una milicia nacional y el servicio militar obligatorio, esta relación afirmaba y fortalecía los lazos recíprocos entre el acuerdo constitucional y la población en general.

Una constitución viable de cualquier Estado nacional republicano moderno, no es un contrato financiero a ser redactado por bufetes legales inescrupulosos en asociación con casas financieras codiciosas, sino que tiene que ser, como lo son nuestra propia Declaración de Independencia de 1776 y el preámbulo de nuestra Constitución federal, una afirmación de principios universales de la ley natural. Iraq tiene una Constitución tal, forjada en la lucha contra la opresión y en la búsqueda de la unidad de intereses comunes entre las comunidades de las que se compuso esa nación en combate.

Los problemas que ha sufrido esa Constitución, hasta el estallido de la reciente guerra en Iraq, no sólo fueron tendencias dentro de Iraq hacia la usurpación de los poderes del Estado, sino la intromisión de potencias internacionales en los asuntos no sólo del propio Iraq, sino de la región. Actualmente, desde el 11 de septiembre de 2001, dentro de nuestros propios EUA ciertas fuerzas en el Congreso, en los partidos, y en el Poder Ejecutivo, han explotado la percepción de una crisis para minar y prácticamente anular características decisivas de nuestra propia Constitución, en nombre del mal uso del término "emergencia". ¿Cómo pudo permitírseles a un Gobierno y a unas facciones partidistas semejantes adoptar una actitud tan santurrona hacia el recién derrocado Gobierno de Iraq? El mundo vomita ante el espactáculo de semejante hipocresía oficial por parte de los EU.

Hoy Iraq enfrenta desafíos constitucionales de la misma suerte bajo los que cobró existencia su presente Constitución. Por tanto, el Gobierno estadounidense sería un necio si tratara, como lo hace ahora, de arreglar lo que no está descompuesto; de remplazar una Constitución verdadera, forjada en la historia, con un pacto redactado por abogados tramposos. Nada le viene mejor a la situación en Iraq hoy, que esa Constitución existente. Esa debiera ser la opinión del Gobierno de los EU.

Entre tanto, ahora, como algunas veces, la humillación de tu propio Gobierno, cuando se hace para liberarlo de sus prácticas autodestructivas, es el acto más patriótico de todos. No debieran amedrentarnos truhanes que, como el vicepresidente Cheney y su muy dotado I. Lewis Libby, arropan sus acciones perversas con el manto del "patriotismo".

Los que estén interesados en asistir a la reunión en la que hablará LaRouche el 12 de diciembre en Washington, o deseen más información sobre la misma, deben comunicarse con la señora Gretchen Small, llamando al teléfono (703) 777-9451, ext. 272. El discurso de LaRouche también se difundirá por internet, con traducción simultánea al español.

[Paid for by LaRouche in 2004]

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